El universo en el que se encuentran ubicados Daegon y sus habitantes, los dioses a los que estos adoran, y las criaturas que provienen de más allá de las fronteras que lo delimitan, no son sino consecuencias fortuitas de la interacción de los entes que conforman la totalidad de la misma existencia.
Aquellos que estudian las distintos formas que pueden adoptar la energía y la materia, en su intento de acotar el universo, las han catalogado como fuerzas primarias carentes de voluntad. Formas y patrones de energía inertes, a la espera de que el hombre encuentre una manera en la que controlarlas. Pero se equivocan.
Estos fuerzas, fruto de la fragmentación de Avjaal tras abandonar este su condición como Todo primigenio, son seres carentes de una forma física o intencionalidad, pero poseen una rudimentaria consciencia de sí mismas y aquello que las rodea, siendo capaces al mismo tiempo de responder antes ciertos impulsos y estímulos.
Aquellos que estudian las distintos formas que pueden adoptar la energía y la materia, en su intento de acotar el universo, las han catalogado como fuerzas primarias carentes de voluntad. Formas y patrones de energía inertes, a la espera de que el hombre encuentre una manera en la que controlarlas. Pero se equivocan.
Estos fuerzas, fruto de la fragmentación de Avjaal tras abandonar este su condición como Todo primigenio, son seres carentes de una forma física o intencionalidad, pero poseen una rudimentaria consciencia de sí mismas y aquello que las rodea, siendo capaces al mismo tiempo de responder antes ciertos impulsos y estímulos.