La manera en la que los hombres se han relacionado con los poderes ha cambiado ostensiblemente a lo largo de las diferentes edades. De esta manera, la religión, tal y como se conoce hoy en día en Daegon, tardaría mucho tiempo en nace, ya que hasta los albores de la cuarta edad no tendría lugar el primer atisbo y contacto que tendría el hombre con el nivel de realidad en el que existen los poderes.
Antes de aquello, la humanidad había tenido ya contacto con distintos aspectos de los poderes que caminarían sobre el planeta, pero aquellas encarnaciones eran difícilmente distinguibles (tanto en apariencia como en poder) de los padres o los guardianes.
En los tiempos de la tercera edad se rendiría culto, primero a los Tayshari bajo el sobrenombre de los Kansay, pero aquella relación sería más de alianza o recelo, según la facción a la que nos refiramos, que como al concepto actual de deidades.
Más adelante, mientras los tayshari dedicaban su atención y esfuerzos a combatir contra El Destructor, el hombre crearía una serie de abstracciones formadas a partir de varios aspectos de Layga, Ytahc y Avjaal. Estos constructos serían reverenciados, según culturas y momentos históricos, en ocasiones como una única entidad con diversos nombres como Evyal, Arcthuran o Reann, o como los lugares o estadios por los que trascurría la vida humana.
Estos nombres, pese a ser utilizados también en la actualidad como deidades independientes, sólo tienen una relación tangencial con los conceptos que representaban en la antigüedad. Las entidades que actualmente reciben esos nombres suelen ser veneradas como seres humanizados, conscientes y receptivos para con las necesidades de sus adoradores, mientras que , antaño, su culto no respondía tanto a una deidad convencional, como a un intento por explicar el ciclo de la vida; nacimiento, cambio y destina más allá de la muerte.
Sería durante la cuarta edad, tras la caída de los ailanu y la breve victoria de los tayshari sobre El Destructor, cuando el primer mortal alcanzase un estado que le permitiese atravesar las barreras que separan las realidades. El Profeta Ýlar de Jomsul, cuyos sentidos viajarían más allá de las fronteras de su presente, recorrería los mares del tiempo presenciando desde el origen de la vida hasta la batalla que pondría fin a la existencia.
De la interpretación que él haría de los eventos que contemplase en sus visiones surgirían, por parte de sus discípulos y los discípulos de éstos, nuevas corrientes filosóficas que reinterpretarían el concepto del universo y el lugar que ocupaba el hombre en él. Los textos escritos por estos hombres, cuyos nombres olvidaría injustamente la historia y pasarían a ser conocidos simplemente como “Los escribas”, terminarían por convertirse en los pilares sobre los que se asentarían la práctica totalidad de las religiones que surgirían mucho después de su desaparición.
Sería más de un milenio después, y tras leer muchos de los textos de estas escuelas de pensamientos, que los sentidos de Nostat de Yburq lograrían atravesar (según sus propias palabras) el “Banyar“: El velo que separaba el mundo de los hombres del de los inmortales. Tras varios años en coma a causa de la experiencia, despertaría para escribir el Gudayar “El libro de los dioses” en el que crearía una cartografía y una serie de jerarquías y atributos humanos al reino conceptual. A partir de aquel momento cambiaría su nombre para pasar a ser conocido desde entonces como Bayancú “El profeta”. Su legado y su relación con el emperador Ílias Vanshú Meneter condicionarían el desarrollo del mundo civilizado de toda la mitad occidental del continente.
La iglesia tayshari resultante de los manuscritos de Bayankú se ha mantenido hasta el presente pero, podríamos decir que sólo lo ha hecho de nombre, ya que la doctrina que impartiese el profeta no ha dejado ser modificada con el transcurrir del tiempo. Tanto la forma y el fondo de lo que significan y representan los dioses, como el papel que deben desempeñar sus sacerdotes, han ido cambiado a lo largo de los milenios, a la vez que mutaba y se dividía en cientos de interpretaciones (tanto sinceras o interesadas) casi con cada nueva generación y lugar al que llegaba. Más allá de su mito de creación y trayecto hasta el final de los tiempos, todo lo demás ha sido alterado de una u otra forma.
Si sumamos sus múltiples cismas, la iglesia tayshari sería las más expandida por todo el mundo, pero su implantación dista mucho de ser hegemónica. El mapa teológico de Daegon está compuesto por una miríada heterogénea de mitos y leyendas de toda índole, en cuyo interior podemos encontrar todo tipo de estructuras y jerarquías. Desde religiones que se crearían como herramientas de control sin ningún tipo de conexión metafísica, como la teocracia que gobierna Goord, hasta cultos formados por una única persona.
Pero en todo este hervidero de creencias, hay un patrón común presente en todas ellas de una u otra forma. En los diversos mitos de la creación de aquellos cultos, llamémoslas “auténticas” (que, en su origen, serían inspiradas por experiencias provocadas por el contacto con los poderes) están presentes, de una u otra manera, la existencia del Destructor y la batalla que finalizará con toda la existencia.