Libro del jugador

Libro del jugador
En esta sección se encuentra el material que está escrito desde el punto de vista de los habitantes de Daegon. Es la “verdad” o “verdades” que se manejan en los distintos países y que pueden llegar a conocer los personajes de los jugadores.
Esto implica que, lo escrito aquí, no tiene porque ser cierto. Habrá versiones de ciertos hechos contadas desde las perspectivas de distintas naciones o grupos que, en ocasiones pueden coincidirán total o parcialmente o, en ocasiones directamente se contradirán entre sí.
arcanus

El mito unificado

El mito unificado
A finales de las siglo cuarto de la edad moderna, el historiador y teólogo Safnat Keitern publicó las cartas llamadas Imgur na Sanyali (Visiones de un posible pasado). En estos textos, Keytern trataba de crear un mito unificado, simplificado, comprensible y coherente de la creación del universo, a partir de las versiones que las distintas cosmogonías mayoritarias daban sobre este hecho.
Lo que fue un mero ejercicio de estilo y un divertimento acabaría cambiando de manera inconsciente e inintencionada la manera en la que muchos se acercarían a la religión en los siglos venideros.
Este libro fue la fuente en la que se basó el agnosticismo moderno que nacería un siglo después. El hecho de que, un autor de su reconocida erudición en la materia y prestigio, no fuese capaz de “afirmar” con certeza aquello sobre lo que escribía, ni tan siquiera en su título, llevó a muchos filósofos y teóricos a sacar totalmente de contexto los escritos y utilizar aquello como pretexto para afirmar con rotundidad, tanto su invalidez, como la de aquellos textos en los que se inspiraba.
A su vez, el Imgur na Sanyali ha sido el centro de varias discusiones teológicas dentro del seno de la iglesia Tayshari a lo largo de los últimos tres siglos, lo que ha desencadenado los cismas más importantes que ha sufrido esta religión a lo largo de su longeva historia.

El mito de la creación

En el principio de los tiempos, solo existía Él.
Podéis llamarle el creador, podéis llamarle el señor de los planos, podéis llamarle, simplemente, poder.
Pero no hay palabras en ninguna lengua conocida capaces de expresar su inmensidad.
Pues el es Avjaal, todo lo que ha sido, es y será.
Pero, Avjaal se sentía solo, y ese sentimiento no le agradaba.
Así que Avjaal creó la vida, y de la vida nacieron los seis poderes:

Namak, El Mal,
Ytahc, El Caos,
Tayshar, El Bien,
Suritán, La Luz,
Enai, La Oscuridad,
Kestra, El Orden,

El mito del conflicto

Mas Namak era el mal, y el mal es odio, ambición, miedo, y destrucción.
Y Namak odiaba a sus hermanos, y ambicionaba el poder de Avjaal.
Así pues, fiel a su naturaleza esencial, Namak atacó a sus hermanos. Y hubo guerra. Una guerra eterna, pues aún no existía el tiempo.
Y los demás poderes nada pudieron hacer contra la destrucción encarnada. Sus filas fueron diezmadas y sus carnes dispersadas por el cosmos. Pero volvieron a levantarse, pues la muerte aún no había sido creada.
De cada una de sus heridas nacieron nuevos seres. Seres capaces de destruir pues estaban impregnados por la esencia de Namak. Y la guerra continuó y, con cada acto de destrucción e ira, Namak se volvía mas poderoso, pues él se alimentaba de todo acto alumbrado bajo su paradigma. Poco importaba el apoyo que muchos de los nuevos nacidos propiciaban hacia sus padres, pues muchos más lo apoyaban a él.
Así que Namak ebrio de poder, finalmente desafío a Avjaal.
Y por primera y última vez en toda su existencia Avjaal sintió miedo. Y esa sensación no le agradó.
De esta forma, movido por esta emoción, Avjaal se convirtió en la muerte, y mató a Namak, creando con ello el tiempo y rompiendo el cosmos en infinitos fragmentos.
De esta forma Avjaal, que había sido el principio de la existencia, se convirtió en el final de todas las cosas.
Los poderes supervivientes, atemorizados ante el nuevo papel que había adquirido su padre, huyeron y se escondieron en los más recónditos recovecos de aquella fragmentada y recién nacida realidad, dando por muertos al resto de sus hermanos.
Mas Namak, antes de perecer, realizó su ultimo acto de destrucción, hiriendo a Avjaal.
Y de ésta, la más grave de las heridas, nació el más poderoso y temible de los seres: Baal.

El mito de los nuevos dioses

Pero Avjaal había creado a los poderes y estos se parecían mucho a Él. Por esta razón, una vez separados de sus compañeros, se sintieron solos e, imitando a su padre, crearon a nuevos seres que les hicieran compañía en su soledad.
Y quien fuera Tayshar, convertido ya en los Tayshari, creó Tagerboh y sobre él puso a las fuentes de la vida.
Y quien fuera Suritán, convertido ya en los Suritani, creó Bregom y sobre él puso a los Sekay, Los señores del este.
Y quien fuera Enai, convertido ya en los Enaitas, creó Jonund y sobre él puso a los Jonudi, inundando con su oscuridad los rincones más ignotos de toda la existencia.
E Ytahc creó Daegon, y sobre su superficie esparció a sus hijos y guardianes, los Dragún Adai. Tras esto durmió dejando a sus vástagos la libertad para maduraran, crecer y cambiar. Y tras mucho tiempo, sobre Daegon aparecieron los hombres.
Y Baal buscó por todas partes a sus hermanos, pues quería finalizar la labor comenzada por su padre. Pero no dio con ellos. Lo único que halló fueron fragmentos de estos en las heridas causadas por Namak. Pocos de aquellos despojos osaron enfrentarse a él, y todos ellos fueron destruidos.
Los demás, tras despertar en ellos la esencia de su oscuro progenitor, fueron asimilados por legado. Así, junto con los vestigios olvidados del antiguo orden, se convirtieron en los Namakitas y, de entre los restos de su difunto creador, alumbraron a los kurbun, sus heraldos.

El mito de la tejedora

Mas Avjaal, al crear el tiempo, vio también su final. Vio que volvería a estar solo, y aquella sensación no le agradó.
Disgustado ante éste destino, se negó la visión de los hechos futuros, pues sabia que aquella era la única manera de evitar el trágico final. Y de esta negación nació Sakuradai, La Tejedora de las Hebras del Destino, que se convirtió en sus sentidos dentro del mundo de los vivos. Y la Tejedora eran criaturas triste, pues, aunque conocía y podía alterar el futuro de los demás, conocía pero no tenía control alguno sobre el suyo propio.

El mito del destructor

Pero Baal era hijo de Namak y de este heredó sus ansias de destrucción. Un deseo que no podía ser saciado jamás, una hambre que le devoraba por dentro. Allí por donde pasaban, los kurbun destruían todo cuanto hallaban en su camino, pero esta destrucción no lograba apaciguar el apetito de su padre. Más allá de las fronteras de su reino sentía la existencia de los otros y, supo entonces, que solo llenaría su vacío tras destruir a sus hermanos.
Iluminado por esta visión, El Destructor encomendó a sus hordas la búsqueda de sus hermanos. Atravesar las barreras que separaban las realidades, y guiarle hasta la que sería su confrontación final.

El mito del las hegemonías divinas

Dispersos como estaban por el cosmos, los poderes no pudieron nada contra los siervos del Destructor. Debían cambiar para hacerles frente, debían prepararse si querían sobrevivir, así que huyeron. Su destino sólo podía ser uno: Daegon; cuna del cambio, fuente de adaptación.
Y Tayshar, quien fue el origen de todo lo que es bueno, renuncio a ésta, su condición y naturaleza, pues comprendió que el conflicto requería de sacrificio. De esta decisión nació un nuevo ser dividido en tres entes. Tarakus, el protector del nuevo mundo, Málander, el de la ira incontenible y Hargos, señor de la batalla. Tres seres nuevos, pero todos ellos incompletos.
Para que aquel renacimiento fuese completo, Layga, su hermana, su consorte y su igual, engendró a tres hijas para acompañar a los guerreros: Raika, Shayka y Lerián, justicia, astucia y compasión.
Huyendo de un hogar destruido por las hordas del Destructor, llegaron Aramato y Shirenu, quienes antaño fueron Suritán, portadores y guardianes de la nueva luz que alumbraría el mundo.
La llegada de sus hermanos despertó a Ytahc de su largo letargo en el interior de su esposa, Daegon. Ambos sabían de la próxima llegada del Destructor, y recibieron con alegría a los cansados viajeros, cuidaron de ellos y sanando sus heridas. La batalla estaba cercana y necesitarían de todas las fuerzas que pudieran reunir.
Tan sólo faltaba uno de sus hermanos. tan sólo faltaba Enai. Si oscura y fría presencia se dejaba notar en todos los rincones de la existencia, pero no acudió a la llamada. Ella también cambiado, pero hacia algo más lóbrego, hacia algo a lo que el mismo Destructor y sus huestes tenían miedo.

El mito del segundo conflicto

Tras derribar todas las barreras que se interponía a su paso, finalmente Baal llegó hasta Daegon, donde le esperaban sus hermanos. Y de nuevo hubo conflicto pero, esta vez, fue distinto. Frente a él tenía una oposición real, en aquella ocasión lo que se produjo fue una guerra.
No se enfrentaba sólo a sus hermanos, sino que también lo hacía a los descendientes de estos. Nuevos seres consecuencia de aquella realidad consecuencia de sus acciones. Nuevos seres que no le temían. Nuevos seres capaces de combatir.
Junto a Tarakus y Raika se hallaba su hija, Korián, junto a Ytahc y Daegon, su vástago, Nigoor. Pero, por delante de todos ellos, era Málander quien dirigía la contienda, el portador de la venganza no olvidaba ni perdonaba. Ninguno de ellos mostraba miedo o duda en sus rostros, sino ira y férrea determinación.
Su brutal asalto partió en mundo que se hallaba a sus pies por la mitad, dejando a Daegon malherida y provocando su caída del firmamento hacia los fosos del olvido.
Devastados por el daño que habían causado a su hermana, los dioses proporcionaron un momento de tregua al enemigo y los suyos que no tardaron en tomar ventaja de ello. Málander tomó la mano de Daegon para detener su caída hacia la fosa abisal y por esta noble acción fue mortalmente herido. Pese a que de su cabeza abierta no dejaba de manar la sangre, no aflojó su presa. Aún tras la muerte del indómito Señor de la cólera, Daegon quedó sujeta a él, pendiendo en el precipicio por toda la eternidad.

Fue el Padre de todos quien detuvo e hirió al Destructor tras abandonar su hogar, pues así le había comunicado La Tejedora que debía ser. Lo que se encontraba en juego era demasiado importante para que ambos no intervinieran. Fue el asesino de su padre quien le hizo conocer el dolor y causó su huida abrumado por aquella nueva sensación para él. Pero la repentina victoria no alivió a sus aliados, sino inquietud y miedo.
¿Por qué no antes? Se preguntaban.
¿Por qué no han estado con nosotros desde el principio?
¿Por qué debemos confiar en ellos ahora?
Muerte y Tiempo son. Dos aspectos más del enemigo.
Ante aquellas preguntas no formuladas, la voz del iracundo Padre de todos tronó ordenando silencio. Y el silencio se hizo.
No había sido Él quien causara aquella destrucción. No había sido Él quien había matado a su hermano, quien había precipitado a Daegon hacia el abismo.
Ya no eran puros, ya no eran sus hijos. Habían sido corrompidos por la semilla del Destructor. No les permitiría mancillar más a la caída diosa con su presencia.

El mito de los Kayane Mashur

Mas los dioses no retrocedieron ante la cólera de Avjaal.
Falsario, le dijeron. Él había quien lo creó, Él había sido el primero mancillado por su contacto. Vete de aquí, le ordenaron, escóndete como has hecho hasta ahora, que nosotros cuidaremos de nuestros caídos.
Y tú que le susurra al oído, amenazaron a Sakuradai, tú que todo lo sabes pero en nada ayudas. Has de saber que, desde el día de hoy en adelante, dedicaremos todo nuestro esfuerzo en ocultar de tu vista a aquellos que esté en nuestra mano esconder.
De esta manera se despidieron, en una paz tensa, los dioses de su padre y salvador. Partieron todos ellos con la promesa y prohibición de no volver a cruzar nunca sus caminos o visitar sus dominios.

arcanus

El Calendario Mecbarino

El Calendario Mecbarino
El transcurrir del tiempo ha sido registrado de muy diversas manera en cada uno de los países a lo largo del tiempo. Es por ello que, aún en la actualidad, no existe un calendario que se pueda considerar como universalmente aceptado.
Lo más cercano que podemos encontrar a éste concepto, y sólo en la parte occidental del continente, es el llamado Calendario Mecbarino.

Creado con la intención de servir como referencia objetiva del paso del tiempo, alejada de misticismos o influencias religiosas, este calendario fue diseñado por el erudito y astrólogo Kalend Mecbar hace más de ochocientos años.
Como miembro de la orden de los Cronistas de Baern, Mecbar estudió durante toda su vida el cielo nocturno, buscando pautas y patrones reconocibles en el movimiento de las estrellas que pudieran darle la explicación a las preguntas que durante mucho tiempo le habían asaltado. Preguntas que no podían ser respondidas por el mito de la tejedora, o las teologías de las religiones imperantes.
Educado bajo los dogmas del cisma Sauliano de la Iglesia Tayshari, Mecbar estaba lejos de ser un devoto. Rechazaba la existencia del destino, tal y como lo entendía su religión, mientras sí que aceptaba algunos conceptos paganos como de La Tejedora, aunque desproveyéndolo de los tintes humanizadores que le acompañaban. Creía que el destino de los hombres estaba ligado de alguna manera a las estrellas, pero no dictado por ellas.
No fue hasta que cayeron en sus manos unos textos encontrados en las ruinas de la antigua ciudad de Loshdoq, que las piezas que había manejado durante toda su vida comenzaron a encajar.
Entre aquellos textos se encontraban los mapas del firmamento creados por los ailanu. Tras estudiar estos mapas, Mecbar descubrió la existencia de las ocho constelaciones y, como Sutela (la luna), atravesaba cíclicamente cada una de ellas durante la noche baerniana.
Pero los mapas estaban incompletos. Pues Sutela, tras atravesar la constelación de Sigmain, se adentraba en una constelación no mapeada y siempre cambiante. La estancia en esta constelación no duraba una cantidad de tiempo constante, sino que cambiaba en cada uno de los ciclos.
También descubrió que, durante la estancia de Sutela en esta constelación, la proporción de eventos extraños era mayor que a lo largo del resto del año. La única constante que halló en este ciclo, fue su final. Siempre coincidía con una noche extremadamente larga que finalizaba con el llamado “Beso del Idiam”, en el cual Idiam (el sol) salía de detrás de Sutela como un amante que abandona con tristeza a su amada.
Con estas conclusiones, Mecbar creó su primer esbozo de su calendario “objetivo”, dejando para más adelante el estudio de la influencia de las estrellas sobre el mundo. Cuando contaba ya con ochenta años terminó de definir este, su primer gran proyecto, pero no logró ver como se expandiría por gran parte del globo antes de morir dos años después.

Una de las intenciones de Mecbar siempre fue crear la de crear un calendario que pudiera ser aceptado por el mayor numero de culturas. Una herramienta que lograse una mayor unión entre estas. Para ello evitó usar cualquier referencia a la religión, o los iconos culturales de cada uno de los pueblos que hacia los que iba dirigido. También pretendía hacer un calendario que fuera fácilmente asimilable para todos ellos, valiéndose para ello de los mapas del firmamento creados por los ailanu. Para ello trazó la ruta que Sutela seguía a través de las constelaciones durante cada ciclo, y calculó cuanto tardaba en atravesarlas, llamando a este periodo ”Genom”. Cada Genom lo dividió en dos “Lukata”, el tiempo que tardaba en alcanzar en centro de cada agrupación de estrellas, y al ciclo completo lo llamó “Durugan”.
Irónicamente, el calendario de Mecbar no fue aceptado inicialmente por el gobierno de ninguno de los países a los que fue ofrecido, debido a que ninguno de ellos se sentía identificado con los conceptos que manejaba.
Con el paso del tiempo, la reticencia inicial de las naciones a utilizar un calendario externo, plagado de conceptos que nada tenían que ver con sus culturas, se fue diluyendo.
Mientras los gobernantes se negaban a usar la nueva herramienta, muchos de sus consejeros y estudiosos, educados en gran medida en Baern, la hallaron muy útil para poder contrastar fechas de distintos países sin verse obligados a convertir los sistemas de medición del tiempo de otras naciones, por lo que la historia oficial de los Cronistas pasó a basarse en este calendario. El año en el que se oficializó esta medida por parte de la alta cúpula de los Grandes Archivistas, se señalizó como el Año Cero de la nueva cronología.
Talkus

Primer Lukata
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19
Segundo Lukata
20 21 22 23 24 25 26 27 28 29
30 31 32 33 34 34 36 37 38

Grimlain

Primer Lukata
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
Segundo Lukata
21 22 23 24 25 26 27 28 29 30
31 32 33 34 35 36 37 38 39 40

Cushull

Primer Lukata
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18
Segundo Lukata
19 20 21 22 23 24 25 26 27 28
29 30 31 32 33 34 35 36

Tairen

Primer Lukata
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
Segundo Lukata
21 22 23 24 25 26 27 28 29 30
31 32 33 34 35 36 37 38 39

Mailand

Primer Lukata
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
Segundo Lukata
21 22 23 24 25 26 27 28 29 30
31 32 33 34 35 36 37 38 39 40

Gueregeim

Primer Lukata
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16
Segundo Lukata
17 18 19 20 21 22 23 24 25 26
27 28 29 30 31 32

Shûrtain

Primer Lukata
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
Segundo Lukata
21 22 23 24 25 26 27 28 29 30
31 32 33 34 35 36 37 38 39 40

Sigmain

Primer Lukata
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
Segundo Lukata
21 22 23 24 25 26 27 28 29 30
31 32 33 34 35 36 37 38 39 40

Aracthur
Aracthur es el noveno Genom, y es como se llama también a la constelación no mapeada por los en los Anales Estelares. Durante el tiempo que tarda Sutela en atravesarla, las estrellas que la componen cambian su alineación cada Durugan. Es por ello, que la duración de este no tiene una duración estable (en ocasiones ha durado diez días y en otras más de noventa). Así que este Genom se divide en Lukatas de 10 días.
Los únicos hechos que son seguros durante este Genom son su comienzo (cuando Sutela entra en esta constelación), y su final, con el esperado Beso de Idiam.

arcanus