La iglesia Tayshari

La iglesia Tayshari

Pese a que el culto a los diferentes aspectos de los hijos de Tayshar se encuentra esparcido a lo largo de todo el continente, lejos de tratarse de un credo unificado, lo hace bajo el aspecto de cientos de nombres, ritos y tradiciones distintas.
De esta manera, no es complicado encontrar paralelismos y similitudes entre los mitos que promulgan las jerar1quías eclesiásticas de religiones organizadas como las de la iglesia Tayshari Menetiana, la de los Shig'Shin'Sihat (Los señores de los salones de Sihat) de Shinzai, o la de los Ogma Nihal Danyé (Los hijos de poder ancestral) en Shatterd. Estos tres culturas, pese a no haber tenido jamás contacto entre ellas, y poseer unos valores y estructuras sociales totalmente diferentes, comparten una serie de elementos culturales y metafísicos que denota claramente la influencia que tuvieron estos poderes en las anteriores edades del mundo.

La iglesia Tayshari, pese a tener su origen en el Antiguo Imperio Menetiano, ha logrado pervivir hasta la actualidad adaptándose a los cambios que ha sufrido el mundo, y mantiene su sede central en la actual república que heredase su nombre. Asimismo, también ha logrado extender su influencia (aunque, en ocasiones, en la forma de sus diversos cismas) en algunas de las naciones cercanas como Bra'En'Kyg, Goord, Nivar o en varias de las provincias sureñas de Rearem.

En todas ellas la estructura básica es compartida por las altas instancias, pese a que los conflictos que han tenido los dirigentes de las naciones con el trascurrir del tiempo.

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Estructura y jerarquía

Estructura y jerarquía

Dentro de la iglesia Tayshari nos encontramos con una serie de ordenes dedicadas a representar a la iglesia en distintas aspectos de los estamentos sociales. La tradición dicta que cada una de estas ordenes está “dedicada” a alguna de las deidades del panteón, pero hace ya mucho tiempo que se limitan a mantener y afianzar la posición de la iglesia dentro del esquema de poder y del orden político de las respectivas naciones que las albergan.

En el escalafón más bajo se encontrarían los Anuaki (Iniciados) Esta orden la encargada de realizar las labores mas básicas de cada uno de los cultos como pueda ser la de mensajeros, cuidadores de las capillas o sirvientes de los sacerdotes.
La orden de los Anuaki, a su vez, se encuentra dividida en dos sub-ordenes: Los Naunaki, y los Dunogaki.
Los Naunaki son iniciados que entran en la iglesia con la intención de llegar al sacerdocio. Mientras realizan sus estudios viven en la iglesia al servicio de todo lo que esta pueda necesitar.
Por otro lado, el caso de los Dunogaki es bien distinto. Son iniciados, sí, pero lo son únicamente por razones de alcanzar o mantener un cierto estatus social.
Para mantener esta posición, realizan una serie de trabajos para la iglesia (aunque estas tareas pueden ser sustituidas por una donación ya sea económica o en forma de tierras) y esta, a cambio, les otorga una serie de beneficios como pueda ser el de cobijo y reconocimiento que conlleva su posición ante los ojos del pueblo.
Su unión es meramente contractual, y puede ser rota por cualquiera de las dos partes. A diferencia de los Naunaki, que trabajan en exclusiva para la orden a la que esperan pertenecer, los trabajos que llegan a los Dunogaki pueden llegar por parte de los integrantes de cualquiera de las ordenes.

Para acceder al estatus de sacerdote, a parte de superar los requisitos para ello indicados en cada culto, los Naunaki tienen que esperar a que haya una plaza vacante en el templo en el que hayan sido entrenados. Una vez reunidas todas las condiciones, los aspirantes deben pasar una última prueba por la cual sus superiores decidirán a los más aptos.

Los orden de los Lexíteos es una de la más jóvenes dentro del esquema social y es la única que no justifica su existencia bajo la excusa del servicio a alguna de las deidades. Su creación sería la respuesta de la iglesia al cambio que representaría la llegada de la república a Menetia, ya que la función de esta orden es la de representar los intereses del clero ante el senado.

Aquellos que dedican su vida al culto de Lyzell “La diosa de la vida, la piedad y la sanación” reciben el nombre genérico de Los Sanadores, y son el vínculo que une la iglesia con el pueblo llano.
Dentro de los sanadores encontramos, a su vez, dos sub-ordenes: Las Álezen “Aquellos que curan a los hombres” y los Lyteos “Aquellos que curan el mundo”. Pese a ser las más queridas por la masa social, apenas reciben financiación por parte de sus templos.

A la orden de las Álezen sólo pueden acceder mujeres, y son quienes mantienen los hospicios en las grandes ciudades y las aldeas. Dedican su vida a la curación de aquellos que mas sufren y no pueden permitirse los servicios de un cirujano. Asimismo, su credo particular les prohíbe la posibilidad de hacer daño a otro ser ni siquiera como medida de auto defensa.
Por otro lado, sólo los hombres pueden pertenecer a los Lýteos, que dedican su vida a recorrer el mundo y esparcir la fe por aquellas zonas que aún no han sido alcanzadas por la iglesia. También son los encargados de defender las capillas y hospicios dedicados a su señora allí donde no hay representantes de la orden de los señores de las espadas.

Los Jueces, son los sacerdotes que representan en este mundo la voz de Raika “La señora de la justicia”. Serían miembros de esta orden quienes redactaría las primeras versiones de las leyes que y principios que gobernarían la república en tras su súbita aparición. Asimismo, también son los encargados de dictar las normas de funcionamiento interno de la iglesia.
Si los Sanadores tienen el amor del pueblo, y los Lexíteos el respeto del senado, los jueces los encargados de mantener la imagen pública de la iglesia. Son lo responsables de impartir justicia dentro y, en muchas ocasiones, también fuera de la iglesia.
Sobre ellos cae la responsabilidad de mantener el orden y la respetabilidad de la iglesia como entidad, teniendo para ello que controlar (y normalmente ocultar) los excesos del resto de las ordenes. Queda totalmente vetado el acceso al servicio de Raika nadie que tenga la más mínima sombra de duda sobre su integridad presente o pasada.
Irónicamente, la tradición dicta que, si la duda se cierne sobre alguno de ellos, la única opción que les queda es la de abandonar tanto la orden como la iglesia, sin posibilidad de defensa; la integridad de la orden está por encima de los intereses del sacerdote. Pero, por mucho que la tradición dicte esta norma, ha habido a lo largo de la historia notorios casos de Jueces que que han incumplido esta máxima.

Los Señores de las Espadas son el ejército personal de la iglesia. Bajo el pretexto de la adoración a Tarakus “Protector del mundo y azote de infieles” se han convertido en una fuerza militar a tener en consideración en más de un territorio.
Son el brazo ejecutor de la iglesia, exterminadores de herejes y traidores. Su entrenamiento es, sobretodo, militar: Tácticas, estrategia, combate con diverso tipo de armamento y apenas un par de pinceladas de teología.
No es raro que, tras una exitosa carrera militar dentro de las filas eclesiásticas, los miembros de esta orden abandonen su posición dentro del clero para pasar a gobernar los territorios que han conquistado, o se pongan al servicio de algún señor noble que mejore sus ingresos (ya que este tipo de vida no es compatible con las exigencias de sus votos sacerdotales)
El tipo de educación que se da a quienes aspiran a pertenecer a esta orden siempre es algo que los jueces siempre han criticado, pero que nunca han podido cambiar.
Gracias al renombre (y las posibilidades de crecimiento social) que da la pertenencia a esta orden, el número de iniciados que aspiran a ella siempre es muy superior al de las demás.
Forzado por la situación que se dio en épocas pasadas de grandes conflictos, el Gran Teogonista Undayel, crearía leyes especiales para ellos. Es por esto que, aquel que llega a pertenecer a esta orden, debe firmar un contrato que le ata de manera indisoluble a la iglesia por un mínimo de quince años.

La orden de Los señores de las sombras no existe (al menos oficialmente) aunque no pueden evitar que la gente habla de ellos con susurros.
Nadie ajeno a la iglesia conoce la identidad de los miembros de esta orden, pues ninguno de los Naunaki aspira e ello o pasa “oficialmente” a engrosar sus filas. Sólo el señor de las sombras (sumo sacerdote de la orden) y el Gran Teogonista conocen la identidad sus componentes.
Aquellos que son elegidos para entrar en esta orden pierden su nombre y se refieren a sí mismos como las sombras de Shayka “Señora de la noche, guardiana de los sueños y madre de las pesadillas”
Su origen se retrotrae hasta los lejanos tiempos del imperio, cuando el emperador Tavre Vanhú Meneter ordenaría su creación.
Se dice de ellos que son los espías y asesinos de la iglesia. Tras la muerte del último emperador, se rumorearía que había sido uno de ellos quien le había quitado la vida por orden de las altas esferas eclesiásticas.
Gracias al secretismo que rodea a esta orden, la gente de la calle les ha dado el sobrenombre de “los asesinos santos”. Se rumorea que hay miembros de esta orden espiando a los miembros mas importantes de las casas nobiliares y los estamentos militares.

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Textos sagrados

Textos sagrados

Existen multitud de textos que recogen la mitología taysjari. Desde breves parábolas hasta prolijas interpretaciones de la vida y obra de todos y cada uno de los componentes del panteón.
Según territorios los nombres suelen variar y las leyendas se matizan, ocultan o niegan. Las intenciones tras los actos, así como quienes las llevan a cabo, se moldean para tratar de adaptarlas a las idiosincrasias locales. De mantener o tratar de crear nuevos estatus quo. Pero la historia, los hechos de fondo que se narran en los mitos, apenas suele sufrir variaciones hasta que llegamos al momento de fin de los tiempos.
Tras el quinto (y último) gran concilio de todas las distintas escisiones de la iglesia tayshari se tomaría la decisión de eliminar de las escrituras todo lo tocante al nacimiento del Destructor y el fin de los tiempos. Esta decisión, impulsada por del Gran Teogonista menetiano con el único apoyo del Sumo Profeta de baernita, daría lugar al gran cisma occidental.

El mito de la creación

Antes del nacimiento de los hombres, existió otro mundo. Un lugar que se expandía por toda la eternidad: Tayshar, el mundo de los dioses. En aquel lugar intemporal moraban los hijos del viejo mundo; los Tayshary.
Pero Tayshar, quien fuese origen de la primera vida, se había vuelto un lugar decrépito y estéril. Un reflejo distorsionado de la gloria que poseyese en su nacimiento. Consciente de aquel hecho, pediría al primero de sus hijos, Tarakus, que pusiese fin a su existencia dando comienzo a un nuevo ciclo. Para que un nuevo universo naciese, el mundo primigenio debía llegar a su fin.

Obedeciendo a su padre, Tarakus tomaría a Tork-Avnash, la espada de su progenitor forjada en las llamas del fuego primario, y con ella segaría su vida poniendo fin también a su sufrimiento. Una vez hecho esto, de su interior extraería un nuevo universo. Un orbe bullente de nueva vida deseosa de expandirse sobre los restos de mundo antiguo.

Del corazón de Tayshar surgirían los primeros hombres, sus hijos espirituales y hermanos menores de los dioses. Tras su tomar posesión de sus dominios, les seguirían las bestias irracionales destinadas a ser su compañía, aliado y sustento.

De las cuencas de sus ojos nacerían Idiam, quien les daría luz, vitalidad y calor, y Sutela, quien les protegería de los peligros que se ocultaban en la oscuridad.

Del llanto de los dioses brotarían los mares y de sus pisadas los valles y montañas pues, tras despedirse de quien les diese vida, los dioses descenderían sobre su cadáver y caminarían junto sus jóvenes hermanos, compartiendo sus alimentos y sabiduría con ellos.
Sólo Lyzell, la esposa de Tayshar, moraría en soledad velando desde la lejanía los restos de su difunto compañero.
Durante tiempos inmemorables, dioses y hombres vivirían en hermandad compartiendo el mundo y disfrutando de sus dones. El orden establecido se respetaba siendo la palabra y designios de los mayores ley inmutable.

El mito del conflicto

Pero, mientras los hombres habitaban la superficie del mundo, las dioses lo hacían en la isla celestial de Tanlayr. Nada escapaba a su mirada y aquello no agradaba a la estirpe de Ailan.
En múltiples ocasiones, Airk, el mas poderoso de los Ailanu, hablaría entre los hombres de la arrogancia de los dioses que, si bien eran sus mayores, parecían creerse sus superiores.
Por aquellas palabras Airk sería exiliado del mundo de los hombres pues, donde él proclamaba una búsqueda de verdad y justicia, sólo había envidiaba y ambición.
Su veredicto sería el de verse forzado a abandonar la compañía de sus iguales y vagar por las estrellas. Iracundo y lleno de odio ante quienes consideraba que le habían traicionado, Airk abandonaría el mundo de los hombre, no sin antes proferir la promesa de su retorno y venganza.

Durante siglos Airk vagaría por las estrellas alimentando su rencor y planeando su venganza. Recorrería todos los rincones de la existencia siempre solo y furioso. Finalmente el rencor consumiría los últimos resquicios de su cordura y en su mente comenzaría a gestarse el más atroz de los actos. Un pensamiento que jamás habría podido nacer de una criatura cabal. Poseído por la demencia, profanaría el cadáver de Tayshar y se alimentaría de su misma esencia. Su exilio le había conducido a la locura y la lejanía de los dioses a perder su humanidad. Ya no era Airk, se había convertido en odio y rencor. En ira y venganza. En Tayal; El Corruptor.

Convertido en una fuerza imparable, Tayal tomó al asalto Tanlayr. El primero en caer sería Málander, el guardián del reino divino. Tras robar a Tork-Avnash de la estancia sagrada, con ella asesinaría a Tarakus y ocuparía su trono.

Bajo el reinado del nuevo señor de los dioses la humanidad conocería el sufrimiento y le sería arrebatado el don de la inmortalidad. Descubriría el hambre, el frío, el dolor y la muerte, mientras sus mayores permanecían cautivos del corruptor. Tan solo Lyzell permanecería inmune a la presencia de Tayal pero, aunque ni siquiera ella poseía el poder necesario para enfrentarse a él en aquel momento, comenzaría a planear su caída.

De manera sutil liberaría a Lerián y Shayka del dominio del corruptor para que le ayudasen en su misión. Así, mientras la primera mantenía ocupado a Tayal, la segunda esparciría una noche sin estrellas que ocultaría el camino de su libertadora.
Gracias a la distracción creada por sus hermanas-hijas, Lyzell descendería hasta la tierra de los muertos donde moraban los únicos que podrían derrotar al dios tirano.
Allí pediría a su esposo, ahora guardián de la última morada, que liberase el alma de sus hijos. Tras despedirse de Tayshar por última vez, tomaría el camino de regreso hasta el mundo de los vivos junto a Málander y Tarakus.

Con su llegada, la luz volvería al mundo. Ellos eran los hijos de Tayshar, suyo era el camino de la rectitud y la justicia. La traición y el subterfugio eran ajenos a su naturaleza. Pero El Corruptor se encontraba más allá del miedo, la sorpresa o la duda. Suyos eras el trono divino y la hoja forjada durante el alba de los tiempos.

La batalla retumbaría a lo largo de toda la existencia. El reino divino sería destruido por la lucha y esta continuaría en el mundo de los hombres. La tierra se fragmentaría y los continentes serían tragados por las aguas. Los hombres padecerían la cólera de los dioses y aprenderían a temerla.

Málander recibiría cientos de golpes capaces de destruir mundos pero jamás desfallecería. Él era el guerrero, el guardián de la existencia, mientras quedase un aliento vital en su interior jamás dejaría de combatir. Finalmente, cuando ya sólo quedaban de él su dolor y su rabia, arremetería con toda su furia contra su enemigo haciéndole soltar su arma. Con sus manos desnudas destruiría el cuerpo de Tayal cuya sangre se filtraría hasta el corazón del mundo. Tras hacer esto, se volvería contra sus hermanos y les atacaría pues la furia guerrera era lo único que animaba su cuerpo. Tan solo la presencia de Lyzell lograría aplacar su cólera antes de que acabase con todo aquello cuya misión era proteger.

Con su reino destruido y el mundo de los hombres infectado por la esencia de Tayal, los dioses se veían forzados a abandonar a sus hermanos menores, privándoles de su presencia y dones.

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