Los Jonudi

Los Jonudi
Enai, la oscuridad, es una criatura empática y sintiente. Una entidad casi consciente que reacciona ante aquellos que la contemplan o se adentran en alguna de sus proyecciones.
Cuando Baal y sus huestes atravesaron su cuerpo por primera vez, la esencia de Enai quedó fragmentada y su consciencia herida. De allí surgieron los enemigos invisibles del hombre que se unieron a la lúgubre comitiva del Destructor, pero no todas los seres resultantes de de aquel contacto abandonaron la materia que formaba el cuerpo de su madre.
Una de las partes en las que se dividió la oscuridad se alejó de su yo primario, acercándose y solidificándose cerca del nivel de realidad del hombre, convirtiéndose en el lugar llamado Nusureh. Una dimensión fruto de la confluencia entre las naturalezas de Enai e Ytahc. Un lugar en el que el cambio y la sombra convergen. El lugar en el que tomó consciencia de sí mismo un nuevo ser, alguien cuyo primer acto como ser consciente y complejo fue el de darse un nombre; Shaen'Tayd'Hanrath. Poco tiempo después de aquello, la consciencia se propagaría a lo largo de todo Nusureh dando como resultado al nacimiento de una nueva especie, la de los jonudi.

Los jonudi estudiaron su alrededor y trataron de comprenderlo. Una vez hecho esto, trataron de estudiar y comprender también lo que había más allá de sus muros. En la memoria que compartían de los tiempos en que fueron uno con Enai recordaron el contacto del Destructor y los suyos, por lo que permanecieron ocultos y precavidos ante las criaturas que descubrían. De los seres que vivían y se nutrían de la luz que a ellos les dañaba. No fue hasta que un hombre, Nityl, descubrió la existencia de Nusureh, que se dieron a conocer ante aquellos seres.
Pero eran demasiado distintos para ser capaces de comunicarse de una manera efectiva desde un primer momento. Ambas especies interpretaron los acercamientos por parte del otro como un ataque y como a tal reaccionaron.
Los jonudi no tenían lenguaje ni eran capaces de emitir sonidos comprensibles para el hombre. El contacto físico que usaban para intentar comunicarse con ellos les dañaba.
A su vez, los jonudi se veían dañados por la luz que usaba el hombre para tratar de percibirlos y “comprenderles” y se defendieron de una manera instintiva, asumiendo formas sacadas de los miedos de sus interlocutores.
Hubo guerra. Un largo conflicto nacido de la escasa compresión que tenían los unos de los otros, pero que, al menos de una manera parcial, serviría para que se comprendieran un poco más. Pero el hombre tenía más experiencia que ellos en la guerra y lograron construir un arma, El Anillo, contra la que no pudieron hacer nada.
Los jonudi supieron que no podrían ganar poco antes de que fuese demasiado tarde para ellos y se retiraron cerrando los accesos hasta su hogar. Pero su hogar ya no era tal cosa.
Según su individualidad se iba haciendo más presente, el lugar que del que surgieron se les hacía más hostil. El inconsciente de Nusureh luchaba contra ellos. Quería que todos volvieran a ser uno. La oscuridad no está hecha para ser percibida de miles de formas distintas.

Con el tiempo, algunos volvieron de manera individual, colaborando en ocasiones con el hombre, dañándolo en otras. Mientras tanto, en Nusureh, las diferencias entre ambas especies se iban difuminando aún más. Se crearon los Tar'Kiriz, los “Lugares de reunión” y el Nûru'Katézilen el “Camino negro” que las une.
Los eruditos jonudi durante la guerra crearon también su propia ciencia. En la órbita de Daegon situaron las kalaash las “Fortalezas en las estrellas” siempre a cubierto del sol por la sombre del propio mundo.
Los más audaces de cuantos quedaban, el pueblo de Shaen'Tau'Hye, tardaron más de cuatro milenios en volver a la superficie para tratar de de tomar al asalto la isla continente de Norotgard. Su misión no resultó exitosa, pero los norteños tampoco lograron expulsarlos de los territorios que lograron conquistar.
Mil años después se lanzó el siguiente gran ataque. En esta ocasión fue una alianza de siete de las comunidades jonudi la que emergió. Sus ciudadelas surgieron de los suelos de Naltor, Baern, Goord, Harst, Saliria, Menetia, y Werela en un ataque para el que ninguna de aquellas naciones estaba preparada. Pero el plan que tenían aquellos jonudi era más audaz que el de la conquista de unos simples territorios. Durante todo aquel tiempos sus científicos habían estado desarrollando al que sería su dios, su ser superior; El Taj'Lei'Gobeh.

Los hombres sobre los que ejercían control desde la oscuridad, los yunraeh, tenían el mismo problema que ellos. Cuanto más profundo era el control, más dañados se veían por la luz. Sus propias filas eran limitadas y en su naturaleza no estaba la capacidad para aumentar su número.
Sabían que, con el tiempo, acabarían siendo derrotados y expulsado de nuevo por la simple cuestión del puro número. Aquel nuevo ser no sólo les permitiría reproducirse, sino que les permitiría existir más allá de los domos de sus ciudadelas. Pero necesitaban tiempo para que aquel nuevo ser se adaptara a aquel nuevo mundo el que ellos tenían que habitar. El tiempo se les terminaba, y no estaban dispuestos a desaparecer como aquellos que se habían quedado en Nusureh, o a confiar en los hombres como aquellos que mantenían trato con ellos. Sólo estaban dispuestos a poner su destino en sus propias manos.
Nuevamente fueron expulsados. El anillo, tras cinco milenios en el olvido, volvió a activarse y destruyó sus cúpulas. El Taj'Lei'Gobeh desapareció, perdido entre las dimensiones antes de ser completamente funcional.
Derrotados, los supervivientes regresaron a Nusureh. Algunos de ellos se rindieron, y volvieron a ser uno con la oscuridad, otros aún resisten en esa lucha, un pequeño grupo espera el regreso del Taj'Lei'Gobeh.

[flickr-photo:id=9283102939,size=z]
arcanus