Layga

Layga
Layga es la fuerza que impulsa a las todas las criaturas vivas. Quien hace que crezcan y se muevan. No tiene una única forma o historia, sino todas las historias forman parte de su ser, sin por ello perder su propia consciencia. Es un ente mayor que la suma de todas las partes que la componen.
No es sólo la fuente de la que parte toda chispa vital y creativa, la madre de todo lo que siente, respira y crece, sino que toda vida, todo alumbramiento, todo sueño y acto de creación, permanece en permanente e indivisible comunión con ella.
Cada pérdida, cada muerte y cada lamento, son una porción de su esencia que se desvanece.

Ella es La Vida, es el “ahora”, el “ya”. De los hijos de Avjaal, Layga es la única que comprende el sacrificio de aquel de quien procede, pues ella no es sólo su hija. También es su compañera y su hermana. Su amiga y su confidente. El último de los aspectos en desligarse del “Todo” antes del inicio de los tiempos. El último vestigio de quien dio origen a toda existencia antes de convertirse en el final de todas las cosas.
Ella fue la primera consecuencia en tomar consciencia de sí misma. Una consciencia que despertó en el momento el el que se producía el primer nacimiento de un ser nuevo. Una consciencia que es un reflejo de la del hombre. La consciencia de la que originan los dioses.
Layga es lucha y superación. Supervivencia y evolución. Pasión e inconformismo. Amor e inspiración. Aliento y esperanza.

Al contrario que Avjaal, Layga nació con la bendición de no conocer los hechos futuros. De no conocer la extensión de todo su ser. Sabe de la lucha que vendrá, sabe del inevitable final, pero es libre para decidir los pasos que tomará. Estos no estarán condicionados por la el previo conocimiento del resultado.
Desde el principio ha estado al lado de su compañero, ayudándole a soportar su carga, dándole esperanza y ánimo. Si Avjaal es principio y fin, el mismo punto contemplado desde posiciones opuestas, ella es el punto de desde el que se observa. El lugar sobre el que se gira para apreciar el conjunto. La perspectiva.

La suya es la esencia que más mitos ha despertado, en ocasiones mezclándola con otros conceptos, en ocasiones ensalzando sólo una de sus virtudes. Durante el enfrentamiento contra El Destructor, su hijo y hermano, todas estas fuerzas se unieron de nuevo en una sola para el combate en el que Baal fue detenido y encerrado, pero su consciencia fue herida y, un fragmento de ella, su memoria, cayó en el mundo material.
Durante milenios vagó sobre Daegon como una mujer más, sin saber quien era y dejando desprotegidos y sin su cobijo a los suyos. Durante ese tiempo el mundo fue un lugar mucho más oscuro y carente de ilusión. El caldo de cultivo idóneo para el surgimiento de monstruos de toda clase. Criaturas carentes de empatía o humanidad. La puerta a través de la que muchos kurbun entraron a este nivel de realidad y se convirtieron en algo distinto.
Tuvo que ser una desgracia, bajo la forma de una pérdida traumática, lo que recordó a Layga quien era y devolvió a la creación su luz. Pero esta era una luz distinta. No había tanta esperanza y determinación en ella.
Aquel nuevo ser conocía la duda y había experimentado el dolor como ninguno de los conceptos o consecuencias había conocido. Como ningún otro había conocido, salvo Baal.
De esta manera, la esencia de Layga quedó dividida. Su misión estaba clara y su convicción también. Aquello no había cambiado. Pero su perspectiva había cambiado. Comenzaba a contemplar con nuevos ojos a quien había hecho daño. A quien, pese a ser parte de ella, pese a amarlo como a su padre y a su hermana, pese a amarlo como amaba a todo ser capaz de sentir, no se había preocupado en comprender.

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