Historias de Daegon

00 - Prólogo

00 - Prólogo

Por arcanus, 29 Julio, 2023
Mientras recorre los pasadizos que le separan de Kay Tíndawe prepara su mente para lo que sabe que le espera. Aleja de ella todo pensamiento superfluo. Cualquier idea o propósito que pueda suponerle una distracción. Sabe que, una vez que llegue hasta “La estancia de los espejos”, pasará a formar parte de un flujo de información superior a cuanto es capaz de abarcar. Que se verá rodeado por ideas, constructos y emociones provenientes de realidades cercanas y remotas. Por un caudal de datos que saturará cada uno de los aspectos que lo componen. Pese a ser consciente de todo esto, su determinación es absoluta. La recompensa por superar estos inconvenientes le resulta demasiado tentadora. Cualquier incomodidad temporal que pueda padecer, cualquier contratiempo que pueda surgir en este trayecto será un precio ínfimo a pagar por el conocimiento que le aguarda. Uno que está más que dispuesto a pagar.

A lo largo de sus experiencias pasadas ha logrado desentrañar un gran número de pequeños misterios, pero esto únicamente ha servido para hacerle consciente de cuánto le queda aún por descubrir y comprender. Cada nueva inmersión en esta ventana hacia otras realidades le ha servido para saber que la comprensión no deja de ser otro estado más dentro de su búsqueda. Un estado que, en multitud de ocasiones, se ha mostrado como una fase transitoria y no como su final. No importa cuántas veces repita este camino. No importa la cantidad de ocasiones en las que se vea expuesto a este flujo de información. Sabe que su curiosidad continuará sin verse saciada y, en el fondo, cualquier otro resultado lo decepcionaría. La espera le resulta agradable al igual que a todos aquellos que, como él, jamás han percibido al tiempo como un antagonista. A quien no ha conocido la pérdida y no teme las respuestas o las nuevas preguntas que pueda encontrar. A quien solo ha conocido a la incertidumbre como uno más de sus compañeros de viaje.

El caudal de datos le alcanza antes de lo que esperaba, pero esto ni le sorprende ni le alarma. Una vez más, el umbral que le separa de su destino ha vuelto a expandirse. La información de cuanto acontece más allá de lo físico y lo conceptual no puede ser contenido por un simple espacio hexadimensional. Mientras recorre sin moverse sus salas y corredores, “Aquella ante cuya mirada nada escapa” se sumerge en ámbitos que se expanden más allá de los contextos hasta los que tiene acceso por sus propios medios. Se ve expuesta a movimientos que tienen lugar en tantos niveles de realidad como es capaz de imaginar y percibir, y aun más allá de estos. A una sinfonía que no ha dejado de mutar y expandirse a lo largo de los millones de años transcurridos desde que la contempló por primera vez. Porque la realidad no deja de estar compuesta por un cúmulo de fuerzas. Por los elementos que la moldean y, junto con ella, también redefinen constantemente el mismo concepto de “verdad”. Todo lo que llega hasta sus sentidos no dejan de estados puntuales de conceptos sometidos a un imredecile estado de fluctuación. El cambio, el movimiento y la arbitrariedad imperan allí donde centra su foco de atención. La expansión y contracción son elementos consustanciales tanto de esta realidad en la que existe como de aquellas en las que fija su atención. El universo parece desconocer el significado del estatismo. No deja de verse sacudido por oleadas de arbitrariedad que lo moldean de acuerdo a criterios que aún no ha sido capaz de identificar.

Aun así, se adentra sin dudarlo una y otra vez dentro de este maremágnum de estímulos. Porque solo desde estas coordenadas tiene acceso hasta los más tenues reflejos de los movimientos que tienen lugar más allá de sus límites físicos y axiomáticos. Solo aquí tiene a su alcance la posibilidad de separar la causa de la consecuencia. Puede analiza la manera en la que surgen y re relacionan cada acción y cada reacción. Cada concepto y cada repercusión que se propaga más allá del contexto que lo vio nacer. Puede aspirar a comprender la manera en la que estos llegan a condicionar la evolución de los rincones más remotos hasta los que no deberían haber llegado. Solo desde aquí puede ser capaz de ampliar el horizonte de sucesos de su conocimiento.
Desde aquí contempló hace millones de años la construcción de Matnatur y el nacimiento de los hijos de Sholoj. Fue en estas mismas salas donde presenció la primera aparición de los irata y la llegada de la humanidad. Donde fue testigo de surgimiento de tantas formas de vida que ni siquiera es capaz de enumerarlas. Donde ha logrado encontrar sentido para su existencia.

Una vez más se adentra aquí permitiendo que las sensaciones que llegan hasta sus receptores le bañen. Sintiendo su caricia y escuchando su llamada. Vagando sin un rumbo predefinido hasta que su atención es reclamada por...

01 - Despertares

01 - Despertares

Por arcanus, 29 Julio, 2023
Inspira parte del aire viciado que puebla su esfera y vuelve a expulsarlo. Busca maneras en las que convertir esta espera en algo más soportable. El vacío infinito continúa siendo hermoso, pero el espectáculo no le interesa. No ha venido hasta aquí por las vistas. Podría disfrutar de ellas desde cualquier otra parte de la realidad. No. Si se ha trasladado hasta estas coordenadas, hasta el corazón de este remoto contexto, es porque busca patrones que no son perceptibles desde Adai. Tras más de cinco siglos habitando en estas coordenadas apenas se ha permitido un ciclo de reposo. No puede pasar por alto un solo matiz de cuanto sucede dentro de su alcance. Analiza cada fluctuación y cada destello. Rastrea cada movimiento que tienen lugar en los lugares más remotos de esta y otras realidades. Espera señales de cuya existencia ni siquiera tiene certeza. Las reglas de la mecánica cósmica pueden ser caprichosas y mutables, pero sabe que lo que busca está...

–¡Ahí!

Lo ve. El patrón parece coincidir una vez más con sus estimaciones y los cientos de correcciones que ha llevado a cabo. El punto se encuentra a poco más de quince billones de años luz de su posición y en doce segundos su ventana de oportunidad se habrá cerrado. La distancia no es un problema. Podría estar ahí con dar un único paso, pero con eso no lograría su objetivo. Necesita un vector de aproximación, una velocidad y una estructura molecular que requieren de ciertos preparativos. Tiene tiempo de llegar hasta ese lugar antes de que todo concluya, pero no puede permitirse demasiados lujos en los preparativos. De manera inmediata, corta el contacto con la rejilla del plano mental de comunicaciones. Lo último que necesita en estos momento son distracciones. Toma de nuevo aire. Si todo sale como desea, no volverá a hacerlo durante mucho tiempo. El primer paso de este viaje le lleva a situarse a tres billones de años luz y quince niveles de realidad de su objetivo. Con el segundo se deja caer en el interior de un agujero blanco del que sale proyectada arrastrando consigo una parte de los componentes que necesita para adaptar su cuerpo para la prueba a la que va a ser sometido. Gracias a este impulso inicial comienza a ganar velocidad. Durante su caída atraviesa la atmósfera de cientos de planetas y los pozos gravitatorios de miles de estrellas sin que la presencia o proximidad ninguna de estos cuerpos logre altere su velocidad o su vector de aproximación. Cambia de fase para moverse a través de corredores subaxoimáticos a través de los que realizar los últimos ajustes a su estructura atómica y conceptual. Se nutre de radiaciones solares y entrópicas. De estrellas nacientes y moribundas. De gravedad y frecuencias subarmónicos. De axiomas y metafísica. De conocimiento e ideas. Desvía su trayectoria inicial para que la inercia la lleve a trazar una elipse que le permita saltar entre océanos de arbitrariedad y mares de concordancia. Para que le lleve hasta su destino en en ángulo, momento y estado precisos. La etapa final de este viaje se encuentra cerca, y recibe con incertidumbre y emoción los primeros pasos la inicial del que tanto ha deseado comenzar. El que le lleva hasta...

Quietud en todo el espectro. Se encuentra sumida en la ausencia total de movimiento y sonido. De radiación o color. De estímulos e impulsos propios o externos. Inmersa en la carencia absoluta de cualquier fragmento de información que sus sentidos sean capaces de transmitir hasta su mente. Aislada en la expresión más absoluta de lo que siempre ha entendido por “nada”. Nunca antes se ha visto tan libre y tan atrapada al mismo tiempo. Jamás ha habitado en una contexto del que no haya sido capaz de extraer ninguna información.

Lo único de cuya existencia es consciente es de sus propios procesos mentales. Proyecta cada fracción de sus sentidos en todo plano y dirección que es capaz de imaginar. Trata de localizar cualquier vestigio de radiación o forma de onda de cuantas recuerda haber conocido. Pero no recibe nada. No hay respuesta a ninguna de sus emisiones. Ni siquiera es capaz de localizar o confirmar la existencia de su propio cuerpo. Ninguna de las sondas que emite logra dar con un obstáculo contra el que rebotar. Nada durante una cantidad indeterminada de tiempo. Nada hasta que, de manera fugaz, la quietud se ve rota por los impulsos que llegan hasta distintas partes de su ser. Esto es lo único que necesita para saber que va por el buen camino. Debe seguir probando. La información está ahí, lo único que necesita es desarrollar unos sentidos que sean capaces de procesarla. Sabe que lo que recibe está provocado por las secuelas de movimientos llevados a cabo por entidades que se desplazan en niveles de realidad que aún no es capaz de percibir. Ecos que reverberan al llegar hasta ella.

Captura y analiza cada detalle perteneciente a estos impulsos. Los enlaza con cada uno de sus órganos y terminaciones perceptoras. Lentamente, comienza a moldear los diferentes aspectos que la componen para que estos, a su vez, generen reacciones que se propaguen a lo largo de toda su masa conceptual. Necesita proveerse de las herramientas necesarias para procesar, conceptualizar y formular nuevas sensaciones e ideas. Muta y evoluciona tras cada sinapsis neuronal. Adquiere nuevas cualidades a través de las que disecciona el caudal de datos de manera metódica. Desarrolla herramientas que le permiten descomponer y procesar este los impulsos que transportan. Que los transforman hasta que, durante un latido, sus receptores son bombardeados por un torrente de información cruda. Datos que le permiten crear una proyección heptasensorial de la realidad en la que se encuentra. Que le permiten ser consciente de la complejidad, interacción y orden de magnitud en los que fluye cada uno de sus componentes. Durante ese tiempo, puede confirmar que existe algo más allá de sus propios pensamientos. “El exterior” deja de ser una abstracción hipotética para volver a ser concepto que puede llegar a comprender y medir. Después de esto, la quietud regresa una vez más hasta todos los canales que es capaz de percibir, pero esto no impide que su determinación se haya visto reforzada.

Tras cada nuevo éxito, tras cada nueva sonda que regresa con datos pertenecientes al vasto océano de incertidumbre que la rodea, logra conectar con este bucle de información con una frecuencia y una precisión cada vez mayores. Con cada nueva iteración, sus reacciones se vuelven más síncronas con los eventos de su entorno. Se aleja más de quien ha sido con anterioridad para convertirse en lo que necesita ser para subsistir aquí. Todos lo que ha sido queda atrás. Permanece ligado a algún momento que no es capaz de ubicar. Pero no lo echa de menos. La prioridad continúa siendo la misma. Los elementos monolíticos de su persona permanecen inalterados. La imperiosa necesidad de atravesar una tras otra las membranas que particionan los diferentes espacios axiomáticos que la separan de su objetivo. Los instintos que siempre la han guiado continúan con ella. Puede haber cambiado mucho, pero la curiosidad y la necesidad por comprender todo cuanto existe nunca han dejado de ser una parte dominante dentro de su núcleo esencial. El viaje ha de continuar. Sabe que solo tiene que esperar hasta que se genere una nueva ventana de oportunidad. Solo necesita avanzar. Dar un paso más dentro de una ruta que se ha prolongado tanto a lo largo de tantos contextos diferentes que incluso los mismos conceptos de tiempo y espacio le resultan difusos, pero nunca han sido conceptos a los que prestase especial atención a la hora de trazar sus planes. No son enemigos o aliados. No son relevantes de la misma manera en la que la duda o el temor no tienen cabida dentro decisiones.

Lentamente, y de manera acorde a sus previsiones, lo esporádico se vuelve frecuente. Es capaz de detectar una serie de patrones dentro de lo que antes parecía una cadencia aleatoria. Los elementos que existen ante ella y a su alrededor, los que la atraviesan y se solapan con ella, son revelados a sus nuevos sentidos. La ventana de oportunidad se le muestra con claridad. No sabe durante cuánto tiempo ha estado “ahí” o cuánto ha durado su proceso de adaptación, pero estas cuestiones le resultan del todo irrelevantes. Lo único que sabe es que “ahora” es capaz de percibirla. De manera acompasada, todo cuando es pasa a formar parte de estos patrones. Del ritmo y la cadencia en los que se encuentra inmersa. De un conjunto cuyo principio y final no es capaz de acotar. Se funde con una coreografía cósmica tan vieja como el tiempo mientras deja que esta danza infinita la arrastre. Que la lleve más allá del punto que tanto ha luchado por alcanzar. El camino que ha tomado le hace fluir por nuevos espacios axiomáticos. Por nuevos contextos que, una vez más, se ve incapaz de comprender o percibir en su totalidad.

Una vez que ha atravesado el umbral, el patrón se ve alterado. Los ritmos de esta danza no dejan de cambiar. Una parte ya casi olvidados de sus sentidos regresa hasta el primer plano al verse afectado por nuevos impulsos. Un ser diferente despierta. Recuerda. Existe. Descubre que tiene la capacidad y el deseo de experimentar este lugar.

Donde antes solo había quietud ahora hay una cantidad abrumadora de señales. Todos sus sentidos, tanto aquellos a los que está habituada, como los que acaba de desarrollar se ven saturados. No es capaz de separar el ruido de la información. Este nuevo ser en el que se ha convertido ha nacido con atributos, cualidades y una manera de relacionarse con su entorno de las que su antiguo yo carecía. Se ve invadido por nuevas sensaciones e instintos que aún no es capaz de procesar e interpretar. Las experiencias de su pasado regresan hasta ella de manera anárquica para ser recibidas en primera instancia como algo casi ajeno. Todo cuanto llega hasta sus receptores es interpretado como ruido y estática. Como una cacofonía informe de ecos. De señales rebotadas cuyo origen se ve incapaz de trazar. No sabe cuántos son respuestas a las peticiones de información que habían salido de su ser, y cuántas meras señales que se propagan a de manera natural a lo largo de este plano de existencia. No encuentra actos reflejos con los que responder ante esto. Todo cuanto se le muestra le resulta extraño y nuevo. Magnético de maneras que no es capaz de concretar. Fascinante como nada a lo que se ha visto expuesta a lo largo de su existencia. Formas, ideas y constructos kiliadimensionales que exceden a cualquiera de sus sentidos. Escenarios que le resultan tan familiares y ajenos como los pensamientos que surgen tras contemplar estos parajes ignotos. Sobrevuela un contexto cuyas formas no dejan de cambiar. Imágenes, sensaciones y pensamientos que no guardan ningún tipo de similitud con aquellos que recuerda haber conocido. Se encuentra en un estado de maravilla y fascinación constantes. Los pensamientos se agolpan en su mente con tal rapidez que no es capaz de ordenarlos. No encuentra palabras o conceptos con los que tratar de comparar lo que tiene ante ella. Su cuerpo es una abstracción y algo concreto. Flota sin control ni rumbo al tiempo que permanece inmóvil sustentado sobre elementos que aún se ve incapaz de comprender. Se pliega evitando enlaces suprareales. Se expande hasta abarcar lo que existe más allá de cualquier horizonte concebible. Su percepción se propaga a lo largo de trillones de niveles de existencia compuestos por realidades más colosales, complejas y masivas que nada que jamás haya imaginado. Existe en el centro de un vasto territorio aún por acotar. No hay puntos de referencia sobre los que comenzar a construir sus propias conclusiones. Trata de comprender y ajustarse a estímulos contradictorios. De conocer a lo que sea en lo que se ha convertido. Todo le resulta confuso a la par que extrañamente familiar. Nada concuerda, aunque todo posee una vaga resonancia con cuanto recuerda haber conocido. Nada es estático, ni siquiera cuanto la compone a ella. Fluye dentro de un contexto en el que las direcciones y el mismo movimiento también son conceptos fluidos. No puede concretar su posición con respecto a nada de cuanto la rodea. Ante su brújula interna, todo a su alrededor es traslación y cambio, pero se ve incapaz de saber si es ella quien cambia de posición, si es su entorno el que lo hace, o si las concepción del espacio, el tiempo y la realidad que alberga en su interior tienen sentido o cabida aquí. El caudal de datos que es capaz de procesar no deja de incrementar a cada instante, pero siempre parece haber muchos más a la espera de ser captados en la periferia de su consciencia. Capas y capas de información se superponen unas sobre las otras. Se solapan y atraviesan, crean y destruyen antes de que ni siquiera sea capaz de asignarles un aspecto, un origen o una dirección. Su imaginación se dispara ante la infinidad de oportunidades y posibilidades que se abren ante ella. Es capaz de ver la manera en la que ideas y palabras surgen de sus sinapsis. La manera en las que sus propias dudas y preguntas la miran desde el exterior de su ser. Cómo tanto ellas como sus pensamientos toman forma. Cómo le devuelven una mirada inquisitiva desde lugares en los que jamás ha estado. Cómo se alejan al descubrir que las respuestas que les puede dar no son satisfactorias. Es capaz de sentir el flujo de información procedente de sus procesos mentales dando vida de manera involuntaria a nuevos conceptos. Cómo estas entidades interactúan con el entorno creando a su vez nueva vida. Se siente abrazada y rechazada, amada y odiada, deseada y repudiada. Analizada y juzgada por todo aquello que contempla y por partes de ella misma de cuya existencia nunca antes ha sido consciente. Todo al mismo tiempo. Todo sin que sea capaz de ubicar o reaccionar ante cualquiera de estos estímulos.

Trata de respirar aun sabiendo que ya no es carne y sangre. Aun sabiendo que aquí no existe el oxígeno. Aun sabiendo que no tiene sentido. Sin embargo, solo imaginar esa acción sirve para dar un cierto sentido a lo que experimenta. Para traer hasta sus procesos mentales retales de quien fue antes de cruzar el umbral. Para comenzar a vislumbrar verdades que antes ni siquiera intuía. Comprende lo ilusorio, fútil e infantil que resulta su aspiración de tratar de comprender. La imposibilidad de controlar lo que le rodea. Es consciente de que el orden de magnitud de cuanto existe es infinitamente superior a cualquier cosa que ella pueda llegar a elucubrar o acotar. Racionaliza todo esto y siente cómo le es retirado un peso de sus hombros. Deja de verse anclada por el lastre que siempre le ha supuesto la razón. Se siente libre como nunca antes. Ansiosa por explorar este y otros lugares con una nueva mirada. Se deja mecer por las mareas cambiantes que moldean esta realidad. Se sumerge en ellas permitiendo que su gentil abrazo la guie y dé cobijo. En su interior tiene cabida tanto lo que ha conocido como lo que ha imaginado. Se funde con todo aquello que alguna vez ha considerado imposible o un inabarcable. Con un flujo de datos que jamás ha cruzado por su imaginario. Aquí se dan la mano lo ignoto y lo trivial sin que esto le genere ningún tipo de incoherencia, extrañeza o conflicto. Cuando contempla se le muestra casi como un recuerdo lejano y olvidado que regresa hasta ella de manera natural. Cada porción de cuanto ve, siente y experimenta tiene sentido sin que por ello se atenga a ningún criterio racional. Se ve expuesta a miríadas de fragmentos inconexos que, sin embargo, se le muestran como un todo coherente. A un conjunto infinito de singularidades que se ven incapaces de contener cuanto las componen. Contempla y forma parte del nacimiento de incontables realidades. De macroestructuras más complejas que nada que haya sido capaz de conceptualizar la humanidad a lo largo de toda su existencia. Habita en ellas durante billones de años. Comparte la experiencia de millares de conceptos que jamás ha conocido. Se mezcla con criaturas similares a ella misma. Con casualidades y desviaciones genéticas que jamás han llegado a producirse. Con abstracciones que no tienen cabida en ninguna de las realidades que ha conocido. Mora en estos lugares hasta que les llega su inevitable final. Hasta que el impulso que les dio inicio se consume. Es capaz de adivinar las formas puras del poder y el tiempo que les dan sentido. Entidades informes que su mente transforma en algo vagamente humano. Constructos demiúrgicos que se ven afectados por aquello que en algún momento ha formado parte de ellos. Que, con cada nueva iteración de este implacable ciclo, se ven obligados a reconstruirse. Los ve extinguirse y renacer bajo nuevas formas. Bajo nuevas configuraciones en las que aún se pueden contemplar el recuerdo y las secuelas, la pérdida y el dolor de lo que han sido y jamás volverán a ser.

Todas estas experiencias son condensadas en una fracción de tiempo inferior a lo que habría durado un latido de su corazón. Asaltan cada rincón de su ser desbordándolo con impulsos y señales totalmente asíncronos. Se propagan a lo largo del tiempo inundando sus recuerdos. Expandiéndose y pasando a formar parte de todo cuando recuerda haber sido. Se pierde y encuentra a sí misma en incontables ocasiones. Vaga sin control o consciencia mientras es recorrida y moldeada por este lugar sin ser capaz de valorar o cuantificar la duración o el impacto de cada una de estas experiencias.

Tras lo que pueden ser eones, su mente vuelve a funcionar de acuerdo a parámetros que poseen algún tipo de reminiscencia de aquellos que un día usó. Se ha visto arrastrada por las mareas del azar hasta que algo despierta partes de ella en las que es capaz de reconocerse. A pesar del silencio que inunda todo el espectro que es capaz de percibir, sabe que no está sola. Una inesperada sensación de sorpresa inunda sus receptores. Una cúmulo de impulsos que no tardan en impregnarlo todo. No es capaz de identificar su origen pero, una vez superada la incertidumbre inicial, su reconstrucción continúa. Regresan hasta su primer plano de consciencia recuerdos impresos en lo más profundo de su ser. Unos patrones que es capaz de reconocer. No solo está acompañada, sino que algo en su interior lucha por ubicar la sensación provocada por esta presencia. Por establecer un canal a través del que del que comunicarse con esta entidad que parece tratar de guiarla.

Es capaz de percibir muestras de actividad en diferentes direcciones dentro del flujo de información que recorre este conducto, pero no puede diferenciar cuántas de ellas lo recorren dentro de su transcurrir normal y cuántas únicamente cuando sus trayectorias se cruzan de manera fortuita con la de este canal. Las señales están repletas de mensajes contradictorios. De lo que simplemente parece ruido, y de lo que quiere interpretar como impulsos generados con un propósito. Lanzados con la esperanza de encontrar una respuesta que nunca llega de la manera esperada. Detecta una cierta familiaridad en forma y fondo de ciertos patrones, pero no parece ser capaz de lograr algún tipo de comprensión por parte de su interlocutor. Solo encuentran extrañeza. Una sensación que también parece ser compartida por quiera que se encuentre el otro extremo del canal. Su acompañante emite señales capaces de resonar en su interior. Mensajes que, de alguna manera, le indican que ya han coexistido juntas aquí con anterioridad. Le muestran una verdad que, por más capaz que sea de reconoce, no puede aceptar o ubicar.

Lentamente, la duda, la desorientación y la incertidumbre van dejando paso a otras sensaciones. El reconocimiento va ganando peso, pero sabe que quien le acompaña no puede ser quien le indican todas sus conjeturas. No es solo que su presencia aquí no tenga sentido, sino que, por encima de esto, jamás le ha invadido esta sensación de familiaridad cuando sus caminos se han cruzado con anterioridad. Fascinación e intriga sí, pero no una afinidad como la que la experimenta en estos momentos. Se ha visto frente a esta entidad en demasiadas ocasiones como para que esta información le haya pasado desapercibida durante cualquiera de sus encuentros previos. La ha contemplado desde cada ángulo, contexto y espectro a su disposición. Desde cada realidad hasta la que ha tenido acceso. Desde cada certeza que ha sido capaz de atesorar dentro de su saber. Ha formulado cientos de teorías e hipótesis a su alrededor que siempre se han demostrado erróneas.

Aun así... los datos parecen concluyentes. Lo que cree saber, como siempre le ha sucedido en su relación con este ser y los suyos, le resulta insuficiente para negar la única conclusión que parece racional. La impronta de esta entidad le resulta inconfundible. Ha sido suficiente que entrase dentro del rango de alcance de sus sentidos periféricos para que todo lo demás se vuelva difuso e irrelevante. Lo que la rodea y ha estado experimentando pasa a un segundo plano mientras su consciencia finaliza su regreso hasta la superficie. El resto de sus terminaciones receptoras vuelven a la actividad y comienzan a buscar el origen de esta fuerza disrruptora sin éxito. Nada de lo que se encuentra a su alcance se parece remotamente a lo que espera encontrar. Sin embargo, no le cabe duda de que está aquí. A su alcance. Sabe que la desorientación ha quedado sepultada de forma abrupta por la mera cercanía de ese ser indescriptible al que únicamente es capaz de referirse como...

–¿Dae’on?

Lo que surge de ella no es una palabra o un sonido. Tampoco se trata de una comunicación proyectada hacia la esfera del plano mental. Sin que su parte consciente sea capaz de comprenderlo, una parte de ella establece un canal de comunicación con algo que no sabe si está ahí. Un conducto cuyo contenido es capaz de percibir de múltiples maneras. En el que puede contemplar la manera en la que la percepción que posee de este concepto con el que trata de comunicarse lo recorre hacia un destino incierto. Una idea que se le muestra repleta de formas, dudas y esperanzas. De las emociones más puras que jamás hayan conceptualizado sus procesos más primarios y viscerales. Un mensaje que logra vencer a su marasmo sensorial e imponerse sobre la cacofonía de ruido y señales que la rodean con una claridad diáfana. Tras llevar a cabo esta acción, el canal parece desaparecer de su rango perceptivo. Miles de impulsos, radiaciones y frecuencia se solapan sobre él mientras lucha por no perder el tenue vínculo que les une. Mientras espera una hipotética respuesta que no sabe si llegará jamás.

Durante una cantidad de tiempo que no es capaz de cuantificar, centra sus esfuerzos en el análisis de cada fragmento de realidad a su alcance. Busca patrones que le puedan servir para construir una respuesta. Trata sin éxito de extraer algún tupo de información coherente dentro de una cacofonía de señales entrópicas. No es hasta que deja de buscar que la respuesta la alcanza por canales que jamás se habría planteado analizar. Le llega casi como una ola de sensaciones que baña toda su masa conceptual. Como un abrazo. Como un caudal de emoción pura que se asemeja a un suspiro de alivio. El origen de esta señal podría ser cualquiera. Incluso podría tratarse de un constructo formulado por ella misma. Pero sabe que proviene del destinatario de su mensaje. Que se trata de un acto consciente generado por “el otro lado”. Un impulso conformado por sensaciones e información procedentes tanto de su interior como de todo lo que le rodea. Armónicos que vibran y se sincronizan con ella. Que pasan a formar parte de su ser.

–¿Cómo...?

Nunca antes se han comunicado de esta manera. Sus intentos de establecer contacto con esta entidad siempre han resultado fallidos. Lo que llega hasta ella casi podría definirlo como... “humano”. Como una idea que jamás ha cruzado su mente a la hora de pensar en esta criatura. La preocupación que la rodeaba comienza a disiparse adoptando la forma de un nuevo caudal de datos que desbordan sus receptores. El mensaje exuda una cantidad de información que supera con mucho lo que perciben sus sentidos perimetrales. A través de él es capaz de inferir que ya han compartido existencia dentro de este contexto con anterioridad. Que, en esas ocasiones, el contacto ha resultado mucho más fluido. Se percibe a sí misma dentro de este mensaje / recuerdo como una entidad diferente. Como apenas una breve porción de cuanto es pero, al mismo tiempo, una mucho más compleja y extraña.

–No entiendo...

Recibir estas experiencias solo sirve para que su desorientación vaya a más. Si ha llegado hasta donde pretendía, la traducción que realiza su mente de los impulsos que recibe no tiene sentido. Creía haber llegado hasta donde ningún otro humano lo había hecho. Hasta un contexto teórico de cuya existencia o viabilidad sus iguales nunca han llegado a ponerse de acuerdo. El mero hecho de plantearse la posibilidad de haber llegado hasta otro lugar nunca antes ha pasado por sus procesos mentales y es rápidamente descartado por ellos. Aun así, la sinceridad y veracidad que contienen los impulsos que llegan hasta ella no es descartada de manera inmediata. A pesar de sus dudas e incertidumbres, de no tener recuerdos o datos previos asociados a la información que recibe, esta no le genera desconfianza o rechazo. Por el contrario, su viveza es tal que provoca que casi pueda reconocerlas como algo propio. Da origen a una serie de cuestiones que toman forma y se propagan mucho más allá de donde habrían sido capaces de hacerlo aquellas generadas por la química cerebral y los impulsos neuronales de su antiguo ser. Salen proyectadas sin que logre contenerlas. Adoptan un propósito y una claridad que se expanden más allá del contexto en el que han nacido. Ve cómo son mostradas bajo la forma de preguntas y temores cuya existencia desconocía. Como rasgos y aspectos de sí misma que ignoraba poseer.

El torrente de impulsos, señales, pensamientos y emociones parece no tener fin. Le obliga a plantearse nuevas cuestiones. A sintetizar incertidumbres. Percibe la manera en la que sus procesos mentales comienzan a fragmentar la información en porciones más asequibles. Cómo establecen un orden de prioridad a la hora de responder a las preguntas que ella misma ha lanzado. Siente en lo más profundo de su ser cómo estas preguntas toman forma y le devuelven la mirada. Se estremece al descubrir que la urgencia por saber dónde es “aquí” palidece al ser enfrentada contra otras incógnitas que permanecían latentes en su interior. La manera en la que esta experiencia le muestra con una claridad diáfana la fascinación que Dae’On y los suyos siempre le han despertado. El caudal de datos no cesa y, junto con él, llegan también detalles que es capaz de reconocer a pesar de no poder recordarlos. Una imagen propia y de su interlocutor que en nada se asemejan a lo que siempre ha aceptado, asumido y considerado como “real”. Una relación de cercanía y familiaridad que jamás ha existido. Nada de lo sucedido hasta este momento le ha podido preparar para la comprensión y dulzura con la que son recibidas estas dudas por parte de cuanto la rodea y da cobijo. Para descubrir que, sin razón aparente, una parte de ella siempre ha formado parte de este lugar. Porque, por encima de todo, es capaz de percibir y comprender que también hay algo más. Flota en el interior de una calma casi contagiosa. En el núcleo de una empatía como nunca ha conocido ni siquiera entre los suyos. Nota cómo todo cuando la rodea se encuentra impregnado por un fuerte deseo de protegerla, ayudarla y guiarla.

–¿Dónde...?

La sensación de infinita torpeza y desorientación continúa pero, al mismo tiempo, la claridad va regresando lentamente hasta sus procesos mentales. No importa en cuántas ocasiones ha viajado más allá de lo orgánico y lo físico con anterioridad, nunca ha experimentado sensaciones como las que la invaden. Nunca antes conceptos como el “aquí” y el “ahora” le habían resultado tan irrelevantes. Tan ajenos al contexto que habita o a su propia persona. Aun así, se siente extrañamente segura. Desde que ha creído percibir la proximidad de algo conocido, esta presencia parece haber guiado los cambios que tienen lugar en su interior. Sus preguntas aún no han recibido respuesta a través de ninguno de los canales hasta los que tiene acceso, pero sabe que están junto a ella. Que tanto las preguntas como el medio utilizado para proyectarlas no han sido los correctos. Que tanto su actitud como todo cuanto da por asumido ha de ser revaluado. En todo momento ha sido consciente de las partes de su ser que trataban de moldear su entorno de acuerdo a sus necesidades, y ahora sabe que ese no es el camino. Actuaba en base a unas reglas que no son aplicables en la situación dentro de la que se encuentra inmersa. Debe ser ella quien cambie. Quien se deje llevar una vez más pero, esta vez, de manera consciente. Ha de conocer y experimentar el “ahora”, pero no ha de hacerlo a través de la percepción de alguien que recuerda haber sido alguna vez. Ha de comprenderlo por lo que es, no por lo que necesita que sea. Es capaz de percibir el combate que tiene lugar en su interior como si se tratase de algo ajeno. La manera en la que sus cambios también moldean al entorno en el que tienen lugar. Cómo este se adapta para alojarlos, desplazando a su vez porciones vivas del contexto que la alberga. Movimientos sutiles que le dan los últimos indicios que necesita para terminar de formar el plano mental de la situación. No es hasta este momento, cuando se ve capaz de aceptar las máximas contra las que ha estado luchando. Que es consciente de que una parte de Dae’On ha permanecido en todo momento frente a ella y a su alrededor. Sus dimensiones totales continúan desbordando sus capacidades. Ni siquiera sus nuevos sentidos le permiten hacerse una imagen parcial de todas las realidades hasta las que se expande pero, por primera vez, el sentido de la maravilla que se desprende de todo cuanto representa no la ciega. Es capaz de contemplar a este ser sin verse abrumada. Descubre aspectos de este concepto a los que no tiene constancia de haberse visto expuesta con anterioridad. Es capaz de percibir fragmentos de su macroestructura que ya existían antes de que la humanidad fuese capaz de reconocerse a sí misma. De tener acceso hasta imágenes ligadas al nacimiento de sistemas, galaxias y conceptos que nunca será capaz de visitar o comprender. Hasta los restos vestigiales de ideas y elementos que, de alguna manera, han pasado a formar parte de la esencia de cuando siempre ha aceptado como “real”.

A través de esta nueva manera de coexistir con cuanto la rodea logra apreciar estos nuevos matices. Es capaz de contemplar una ínfima porción de todo cuanto se le ha mostrado en tantas ocasiones sin sentir la necesidad de interpretarlo como un reflejo propio. Solo ahora es capaz de encontrar una manera de resonar con lo que se encuentra ante ella. La pieza final que le permite comprender una parte de cuanto ha sucedido, no ya desde que accedió hasta este nivel de existencia, sino desde su propio alumbramiento. Contemplar a esta entidad a través lo que parece un marco referencial compartido lo cambia todo. Ahora realmente puede aspirar a comprender. A ubicar y tener acceso hasta las respuestas que antes no era capaz de percibir a pesar de saber que estaban “ahí”. De notar su contacto y preocupación a lo largo de todo este viaje. Se pregunta qué es lo que denota el utilizar el concepto “humano” a la hora de pensar en esta entidad. Si el acercamiento que percibe entre ambos se debe la manera en la que es capaz de percibirlo en estos momentos, o si los cambios que ha experimentado ella la han alejado de la concepción que siempre ha poseído de esta idea.

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Analiza cada gesto, cada armónico y cada onda que se propaga más allá de la masa conceptual de su interlocutora. Trata de sincronizarse con ellos a pesar de no ser capaz de comprender con exactitud sus propias acciones y emociones. Esta es una coreografía que conoce. Ha presenciado y participado con anterioridad en experiencias similares, pero algo en esta le resulta especialmente llamativo. Un elemento anómalo que se encuentra a su alcance pese a no ser capaz de dar con él. Tras cada nuevo intento de comunicación no solo descubre matices de la humanidad hasta ahora ocultos, sino que también salen hasta la luz nuevos atributos de su propia naturaleza. Cualidades que acepta como una fase más dentro del eterno proceso de autodescubrimiento que comenzó durante su primer contacto. Una vez más, la certeza se convierte en un recuerdo lejano. En una muestra más de la manera en la que este joven concepto y los suyos han afectado a todo cuando siempre han dado por consolidado e inmutable.

No hay reciprocidad. No se produce un intercambio de información sino que todo cuando comparten es una sucesión de mensajes unidireccionales lanzados al vacío. Una patrón que no por familiar e incomprensible le resulta menos fascinante. Que genera sensaciones que, de manera inevitable, llevan hacia la duda. Hacia lo que precede al descubrimiento. Hacia emociones y sensaciones cuya presencia desconocía hasta un tiempo relativamente cercano.

Durante las diferentes fases de esta comunicación su mente pasa por múltiples estados incompatibles. El flujo provoca que su mente busque retrotraerse hasta instantes de su existencia más sencillos. En paralelo a esto, desea lucha denodádamente por permanecer en el ahora. Por alcanzar un estado que le permita interiorizar todo cuando sucede alrededor de cada instante. El equilibrio entre ambas sensaciones es delicado, pero la necesidad por comprender se impone sobre la comodidad de lo que simplemente se acepta como un axioma inevitable. Una decisión que sabe que tendrá un precio. Porque el conocimiento y la comprensión rara vez llegan solos. Esta es una verdad de la que es consciente desde aquel instante de invariable certeza que precedió a su primer descubrimiento. Desde los tiempos previos a la llegada de la humanidad. Pero, a su vez, la cantidad de axiomas que se han demostrado falsos desde que su camino se cruzó con el de este joven concepto no ha dejado de crecer a un ritmo cada vez más vertiginoso.

En los pocos millones de años transcurridos desde la aparición de la humanidad, su influencia sobre la realidad no ha dejado de incrementarse. Su manera de percibirla y comprenderla se ha convertido en algo casi infeccioso. En una fuerza que se propaga como un haz que lo ilumina todo con una nueva luz. Han encontrado y establecido patrones dentro de todo cuanto Dae’on y el resto de los pueblos de Ytahc siempre habían percibido como azar y cambio fortuito. La suya ha sido una marea que arrastra y altera cuanto percibe. Que lo lleva hasta un lugar diferente. Hasta territorios llenos de de incertidumbre, pero también de sentido de la maravilla.

Desde entonces, y sin importar la cantidad de tiempo transcurrido desde aquel primer encuentro, tanto su percepción como la manera en la que experimenta todo aquello que le rodea y ha conocido se han visto sometidas a constantes revaluaciones. Su concepción de la realidad no ha dejado de expandirse. De propagarse hasta abarcar nuevas escalas. De llegar hasta la antesala de futuros descubrimientos.

No es capaz de cuantificar el número de preguntas cuyo enunciado ha surgido mientras trataba de comprender sus acciones. No importa cuánto cambie en su intento por profundizar aún más en este enigma. Lo único que es capaz de identificar con claridad es que sus acciones persiguen un propósito que aún no es capaz de comprender. Su mente formula pensamientos que millones de años atrás le habrían resultado del todo absurdos o irrelevantes. Se pregunta si todas las criaturas que se han cruzado en su camino se habrán visto afectadas de la misma manera. Si, para el resto, el universo también se habrá convertido en un lugar más complejo y lleno de nuevos misterios. Si, tras su llegada, por primera vez fueron conscientes del impacto de cada una de sus acciones. De la responsabilidad que acaerrea cada uno de sus actos. Si los infinitos matices que forman parte de su día a día también les resultan igual de abrumadores.

Recuerda los tiempos en los que la intuición era la fuerza imperante en su modo de actuar. Cuando confiaba en lo que daba por supuesto e inequívoco. Cuando no necesitaba analizar o exteriorizar sus razonamientos para relacionarse con lo que le rodeaba. Cuando no sentía esta urgencia por “comprenderlo”. Los días en los que la duda no tenía cabida en su mente. Ahora no se ve capaz de identificar correctamente las emociones asociadas a estos recuerdos. No sabe a qué ha de achacar su llegada. Si ha de culpar a la añoranza, el cansancio o la incertidumbre. Si en algún momento llegará a establecer la secuencia de acción / reacción que desencadena estos episodios. Una vez más se pregunta si acaso echa de menos la falsa certeza que un día conoció. Si añora la ausencia de una perspectiva que no fuese la suya. Si podría volver a ser capaz retomar una existencia sin dudas, Una en la que no tuviese la necesidad de buscar las razones que se encuentran detrás de tus actos.

Pero todo esto carece de relevancia en estos instantes. No importa que conozca la respuesta a todas estas preguntas. No importa que esta sea “no” en todos los casos. Esta certeza no sirve para alejar de su mente las preguntas. No deja de sorprenderse cada vez que descubre que aún le quedan nuevos aspectos de la duda por experimentar. Cada vez que aflora un nuevo matiz de su interior tras cada interacción con un humano. Cada vez que sale hasta la luz una manera más a través de la que fracasar en su intento por comprenderse y comprenderlos.

La sensación de extrañeza y fascinación nunca han dejado de estar presentes en cada uno de sus encuentros sin importar las coordenadas axiomáticas en las que estos han podido tener lugar. Ni siquiera en este lugar, donde las barreras que delimitan sus masas conceptuales resultan más difusas, dentro de unas coordenadas tan consustanciales a la existencia de la humanidad, como ajenas para Dae’On y los suyos, donde la línea divisoria que los separa es tan tenue, donde ambos únicamente pueden existir bajo aspectos tangenciales de sus respectivas totalidades, ha logrado alcanzar otro resultado en ninguno de sus encuentros anteriores. Ciertas distancias siempre se han mostrado como algo insalvable. Inabarcables siempre de una manera nueva.

Mientras presencia la manera en la que la entidad con la que ha cruzado su camino continúa sumida con su torpe proceso de adaptación a este contexto, es consciente por primera vez de patrones a los que no es consciente de haberse visto expuesto antes. Movimientos y fluctuaciones que no se corresponde a nada con lo que se haya encontrado antes. La lucha que está teniendo lugar en su interior pone en entredicho cada una de las conclusiones a las que ha llegado a lo largo de su relación con la humanidad. Sus componentes fluyen de forma caótica a lo largo de esta realidad. Vibran tratando de amoldarse a ella como si nunca antes la hubiese visitado. Es capaz de reconocer en ella elementos que, al mismo tiempo, le resultan propios y ajenos. Aspectos que la identifican como humana, pero que abarcan cualidades que no recuerda haber visto antes en aquellos con quienes ha coincidido en este lugar. No es capaz de identificar la causa de este desfase, y la posibilidad de establecer un canal de comunicación con ella resulta más vez más remota. Lo único que es capaz de identificar es que hay “algo” que se encuentra fuera de lugar, pero no se ve incapaz de extrapolar su causa, sino que ni siquiera es capaz de identificar ese “algo”.

Durante todo el proceso, las fluctuaciones continúan adquiriendo nuevas cualidades. Su velocidad oscila provocando que, por breves instantes, “el otro lado” parezca ser consciente de su existencia solo para que, acto seguido, ese tenue hilo de comunicación se desvanezca de nuevo. La espera le afecta de maneras que no es capaz de asimilar. El canal aún es demasiado inestable como para que cualquiera de los dos pueda utilizarlo para ayudar al otro, pero nota cómo se va consolidando tras cada nueva ruptura. Cómo las trazas de fascinación, la curiosidad y la duda que se filtran a lo largo de todo el espectro logran hallar un camino a través del que llegar hasta los receptores de su núcleo emocional. Hasta segmentos de su ser dispersos ubicados a miles de realidades de este lugar. El contacto se establece en una serie de ubicaciones tan remotas que le cuesta localizarlas y responder antes de que desaparezcan de nuevo. Percibe la manera en la que los restos de este contacto se propagan a través de estos aspectos de su núcleo. Cómo se ven súbitamente anegados por el torrente de confianza, calidez y agradecimiento que llegan sublimados en el interior de estas corrientes. Un caudal de información abrumador que desafía y desborda cualquier interpretación de la situación que haya podido concebir.

Lentamente, el canal traspasa y subvierte las funciones para las que ha sido concebido. Se va transformando en un contexto capaz alojar y dar sentido a ideas que fuera de él ni siquiera ha sido capaz concebir. Un medio que le da acceso hasta una parte de los elementos que siempre se han encontrado más allá de su alcance. Su exposición a la esfera del plano mental de comunicaciones es breve, pero suficiente como para permitirle ubicar correctamente uno de los grandes misterios que siempre ha rodeado a la humanidad. Suficiente para descubrir la razón por la que los mecanismos a través de los que siempre han tratado de comunicarse con ellos han siempre han resultado ineficientes. Comprende por primera vez el significado de aquello a lo que denominan “palabra”. Por más veces que han tratado de aproximarse hasta ellos, la idea de lo que ahora contempla les ha evitado. Su existencia ha permanecido sepultada bajo infinitas capas de conceptos, formas de onda y frecuencias subaxiomáticas más complejas. Nunca han buscado la respuesta en algo tan primario. En algo tan frágil. Sin embargo, una vez que pasa a formar parte de su núcleo, este no lucha contra la idea, sino que la va aceptando e integrando casi como algo propio. Como algo capaz de dar sentido a muchas de sus dudas. Todo cuánto sucede en su interior se ve sepultado por este proceso. Por una necesidad de concreción que nunca es capaz de satisfacer. Una sensación que es recibida con una mezcla de alegría y temor. Ante la que se rinde y rebela al mismo tiempo. Esta herramienta hace aflorar unas necesidades que no existían antes de tener acceso hasta ella. Impulsos que le llevan a preguntase una y otra vez por su papel dentro del gran esquema. A ser consciente de aspectos del tiempo y su impacto sobre cuanto le rodea que nunca antes había sido capaz de percibir. El mismo “antes” pasa a convertirse en un constructo que adquiere nuevas cualidades. El mañana deja de ser una abstracción irrelevante.

De manera paulatina, mientras comienza a desentrañar la señal proyectada por su interlocutor, nota cómo el universo se va convirtiendo en una entidad nueva. En un territorio desconocido. Navega a través de este mar de información sumido en la fascinación y el descubrimiento. Adquiriendo una visión renovada sobre hechos, ideas y realidades que ahora comprende que siempre se han mostrado ante sus sentidos sin que estos fuesen capaces de percibirlos en su totalidad. Desafiando aquello acerca de lo que no tenía dudas, y generando nuevas incógnitas. Cuestionándose si esto que ahora cree entender no se verá refutado por otros descubrimientos aún por llegar. Nunca ha experimentado o concebido “el ahora” como lo hace en estos momentos. Nunca ha sido tan consciente de cuanto ha vivido. De cuanto ha conocido. De cuanto, en algún momento, perderá. Cuando estos nuevos sentidos se consolidan, el entorno en el que se encuentra se muestra ante ellos vibrante y repleto de misterios. Con una claridad que desafía su capacidad de descripción en cualquiera de los canales de comunicación a los que tiene acceso. Finalmente, su mente es capaz de traducir estos impulsos en un mensaje concreto y coherente. En uno que responde tanto a este inabarcable caudal de dudas que le atenazaban como a lo que ha tratado de comunicar a lo largo de todo este proceso. La abstracción que era “la palabra” deja de serlo y pasa a tomar forma y sustancia. Adquiere un propósito que es capaz de reconocer. Una presencia que puede ser procesada por sus receptores. Le permite centrar su atención en lo que va tomando forma ante sus sentidos. El mensaje se transforma y le transforma. Deja de ser un cúmulo de información amorfa para convertirse en algo concreto. En una entidad que le contempla a través de canales a los que no debería tener acceso. Con la comprensión llegan también las herramientas con las que formular sus propias hipótesis y respuestas. La adaptación a este nuevo medio. Los elementos necesarios para desentrañar la última incógnita que ha estado nublando sus pensamientos. Comprende que las maneras en las que la entidad que ha estado contemplando se funde, solapa e impone sobre cuanto entra en contacto con ella no se ajusta a los parámetros de nada de lo que ha conocido aquí. Al menos, no con nada humano. Sin embargo, toda la información que recibe confirma su conclusión inicial. Hasta la obtención de esta última pieza, cada nueva interacción, cada nuevo descubrimiento, solo ha servido para que su percepción de todo lo que ha sucedido hasta este momento se volviese aún más confuso. No es hasta este momento que todo encaja. Lo que se le muestra no es un mero aspecto parcial, sino un humano que ha llegado hasta aquí en su totalidad. Un axioma inmutable más que cae bajo lo que parece la acción fortuita de uno de ellos.

Sus procesos mentales van cayendo uno tras otro al verse enfrentados a este nuevo paradigma. La palabra pasa a convertirse en algo casi consustancial a cada uno de sus saltos sinápticos. Como si fuese una extensión de sus pensamientos. A través de ella, su sorpresa y duda se expanden tomando nuevas formas. Se propagan por el canal establecido entre ambos sabiendo que, por primera vez, está generando un mensaje que será comprendido por su interlocutor. Hace todo esto mientras contempla las maneras en las que el flujo de datos condiciona su percepción de quien tiene delante. Mientras todo cuanto sucede a su alrededor pasa a un segundo plano.

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Se comunican y contemplan por primera vez, pese a conocerse y haber compartido espacios físicos y axiomticaticos desde hace millones de años. Ambos caminan a través de todas las diferencias que los separan. Se comunican a través del movimiento y el silencio. Por encima de cada uno de sus aspectos y sentidos. Fundiéndose con la esencia cambiante de este lugar y abrazando incondicionalmente lo que les ofrece.

Con cada paso y cada nuevo intercambio dentro de esta conversación sus cuerpos mutan. Con cada instante transcurrido alcanzan un nuevo estadio. Uno que les acerca hasta aquel en el que sus esencias pueden entrar en contacto de manera infinitamente cercana. La intimidad y las barreras que conforman sus yoes desaparece para permitirles convertirse en un nuevo ser. En una entidad que recorre lo conocido y lo ignoto. Que se enfrenta y logra atravesar las membranas que separan cuanto conocen de aquello que siempre han temido descubrir. Alcanza lugares que hasta ese momento les han estado vetados. Se ve inmerso en el turbulento corazón de un océano de instintos, emociones y deseos que ninguno de los dos por separado habían creído poseer. Percibe, se relaciona y comprende lo que le envuelve de maneras que sus yoes por separado jamás habrían sido capaces de alcanzar. Ante sus sentidos se desarrolla una coreografía imposible. Aun así, aquello en lo que se han transformado se ve expuesto a eventos que se encuentran por encima de sus capacidades. Más allá de su habilidad de percibir y comprender. A flujos de datos aún más viejos y complejos que el conjunto de quienes lo forman. Que se extienden más allá de cuanto es capaz de concebir. Los nuevos aspectos de la infinita maquinaria cósmica que le es mostrada y de la que pasan a formar parte continúa resultando tanto a más fascinante que aquellos que jamás hayan experimentado. Alimentan de manera exponencial su deseo de saber más. Realidades nacen y se desvanecen a cada instante. El transcurrir del tiempo en el interior de cada una de ellas no atiende a ningún criterio que sea capaz de anticipar. Su velocidad varía sin causas aparentes, de la misma manera en la que su sentido oscila y toma vectores no lineales. Las leyes físicas y metafísicas que imperan dentro de estas esferas conceptuales también son reformuladas a cada instante. Mutan hasta poblarlas en un mismo momento y lugar de conceptos y cualidades en apariencia antagónicas. Todo carece de sentido y propósito al tiempo que resulta extrañamente familiar y coherente.

A medida que sus sentidos se expanden y propagan, este nuevo ser híbrido contempla y comprende lo que sus integrantes no eran capaces de abarcar. Ahora es capaz de intuir el papel que desempeña la presencia de lo humano dentro de este contexto. De reconocer lo que solo pueden ser los restos de su estancia en los lugares remotos de esta realidad. Trazas residuales de frecuencias subarmónicas que de quienes han visitado estas coordenadas en algún momento del tiempo. Breves destellos de cuanto existe y ha existido. Una presencia tan vieja como la misma especie.

En su interior es capaz de percibir una variedad infinita muy superior a lo que existe más allá de sus fronteras. Cada uno de estos micro cosmos infinitos que recorre se encuentra en un estado diferente de evolución. Muestras desperdigadas y únicas de realidades que nacen y se desvanecen. Constructos que se encuentran en diferentes puntos dentro de sus procesos de creación y disgregación. Tiene acceso hasta la infinidad de estadios han recorrido. A todas las historias y vidas que han tenido lugar en su interior. A trivialidades y esperanzas. A decepciones y triunfos. A los aspectos que han ido proyectando sus demiurgos involuntarios. A la presencia de otra infinita variedad de criaturas y conceptos. A entidades que, de alguna manera, confluyen para dar forma y sentido a lo que tiene y ha tenido lugar dentro de su ciclo existencial. Tiene acceso a una pequeña porción de lo que aún le queda por conocer y comprender a quienes habitan esta y otras realidades. Y, sin embargo, duda. Le cuesta aceptar todo esto como algo real. Como algo que pueda llegar a ser capaz de describir en algún momento con sus propias palabras.

Recorre el flujo de señales que la separa de las estancias entrópicas. De los lugares en los que moran quienes, pese a pertenecer a realidades y extractos axiomáticos de toda clase, en esos momentos y lugares perciben como sus iguales. Se funde con los aspectos primarios de quienes al mismo tiempo son moradores y gobernantes. De quienes han llegado hasta aquí por propia voluntad, quienes se han visto arrastrados hasta estas coordenadas de manera fortuita o involuntaria, y quienes jamas han conocido o conocerán nada más allá de sus fronteras. Comparte las experiencias de quienes están y se desvanecen sin saber que alguna vez existieron. Tras cara barrera le aguardan nuevas formas y aspectos del sentido de la maravilla. Lo efímero y lo eterno se funden. Conviven, convergen y se confunden dentro del mismo transcurrir del tiempo. Bañan a cada concepto y ser, a cada abstracción y concreción, de una luz que lo muestra como algo hermoso y terrible. Como un cúmulo de impulsos que son recibidos con regocijo por parte del ser en el que se ha convertido. Los recibe con una curiosidad que no deja de crecer tras cada experiencia y cada descubrimiento. Este puede ser su hogar, pero su mirada sigue siendo la de un infante. Puede ser la realidad que lo ha visto nacer, pero esto no impide que quiera conocer y experimentar todo cuanto le puede ofrecer. Que ansíe recorrer todos los espacios axiomáticos hasta los que tiene acceso.

Durante incontables eras se mueve a lo largo de todo el espectro. Surca el tiempo y el espacio, así como cada una de las consecuencias de su comunión. Rompen sus barreras para filtrarse entre los recovecos y grietas más sutiles. Se funden con lo metafórico y lo literal. Con lo monolítico y lo etéreo. Se baña en la lo obvio y lo improbable. Crece y aprende más allá de cualquier límite sin por ello ser capaz de apreciar más que una ínfima parte de cuanto entra en contacto con su masa conceptual. Sin ser capaz de dar con la respuesta para la gran inquietud que anida en su interior.

Porque, durante todo este proceso, un anhelo turba cada uno de sus pasos. Uno que le ha acompañado desde el momento de su alumbramiento. Sus progenitores continúan formando parte de su núcleo esencial. Puede que no sean poco más que los restos vestigiales de estas entidades pero el tenue contacto de sus recuerdos y de aquello que un día fueron jamás le ha abandonado. Unos vínculos que lo ligan a los lugares y contextos de los que procedían. A coordenadas en las que esta nueva criatura no puede existir. A su vez, estos ínfimos fragmentos de cuanto es continúan enfrentándose a sus propias incoherencias y contradicciones. Su curiosidad y su ansia por continuar con su viaje perduran, pero entran en conflicto con su deseo por compartir con otros como ellos sus descubrimientos. Es capaz de sentir la manera en la que se debaten entre el deseo de contemplar cuanto conocen a través de esta nueva comprensión del “todo” que han adquirido y la añoranza por lo que han dejado atrás. Entre el la curiosidad por experimentar por ellos mismos todo a lo que se ven expuestos de manera vicaria, y la certeza de que por sí mismos jamás lograrían llegar hasta el punto en el que se encuentran. Siente el aguijoneo de estas y otras diatribas creciendo en su interior, pero hay una que, lenta e inexorablemente, se va imponiendo con claridad sobre todas lo demás. Lo que encuentra en el extremo de cada nueva rama de este inabarcable árbol de realidades que surca solo sirve para que esta sensación se intensifique. Cada periplo vital del que son espectadores o partícipes, cada gesta, cada tragedia y cada escena costumbrista en la que se ve inmerso, sirve como alimento para que, lo que empezó siendo un vago rumor en su esencia, se vaya transformando en un impulso irrefrenable. Cada historia de la que es testigo, cada universo que ve surgir y desaparecer le recuerda que su mera existencia impide que los seres a partir de los que ha surgido puedan avanzar en sus respectivas trayectorias vitales. Tras hasta el primer plano de sus pensamientos el hecho de que jamás llegarán a conocerse y experimentar una relación basada en lo que han descubierto sobre sí mismos y sobre el otro como entidades independientes. Una reflexión que comienza a guiar la trayectoria de su anfitrión de manera casi inconsciente. Su atención se va centrando en la búsqueda de raíces y hojas lejanas en este bosque de improbabilidad. En localizar los rastros dejados por cada uno de los afluentes de los ríos entrópicos que lo alimentan. Trata de encontrar una ruta inversa a la que ha recorrido. De regresar hasta la ventana de oportunidad a través de la que llegaron las entidades que lo componen. No sabe a ciencia cierta qué le sucederá una vez que este viaje llegue hasta su final, pero esto no hace que su trayectoria o velocidad se vean afectadas. Lo único que sabe es que ha de poner fin a esta incertidumbre. Que ha de prestar más atención a las partes de su ser que le impulsan a recorrer en sentido inverso el camino que le ha traído hasta aquí. Ha de atravesar de nuevo los diferentes espacios axiomáticos que le separan de su lugar de nacimiento. En las regiones más remotas de cuanto lo compone, habitan dos entidades que merecen recuperar sus propias existencias.

Es consciente del precio que deberá pagar por este viaje, Que, durante este trayecto, se encontrará con fuerzas que tratarán de negar su misma existencia. Que, como consecuencia de su viaje, ciertas partes de su masa conceptual ya no tienen cabida en otros espacios axiomáticos. Es consciente de todo esto antes de que comiencen a serle arrebatadas porciones de su macroestrcutura pero, una vez que se ha visto sometido al dolor y lo ha superado, estos fragmentos son dejados atrás si causarle una sensación de pérdida. Son arrastrados hasta contextos en los que tienen sentido. Hasta localizaciones en las que su mera presencia supone y propaga otros cambios. Junto a los fragmentos que le son arrebatados a lo largo de su trayecto se alejan también la duda y la tristeza. Solo queda la determinación. Con cada nueva etapa superada, sus integrantes van recuperando viejos aspectos de sus identidades individuales, al tiempo que otros nuevos surgen de manera espontánea. Aun así, apenas son conscientes de cuanto pasa. No tienen voz o voto. Su concepción de la realidad continúa cambiando a tantos niveles que les cuesta reconocer sus procesos mentales como algo propio. Ninguno de ellos es capaz de reconocer los lugares por los que pasan. Saben que quienes fueron conservan en su interior el recuerdo de todo esto, pero solo tienen acceso a estas memorias bajo la forma de sensaciones borrosas. Impulsos que se ven sepultados bajo el peso de otro caudal de experiencias. Mientras dura este trayecto, encuentren nuevas maneras en las que fundirse. Adquieren formas bajo las que nunca antes habían existido. Aspectos y condiciones a través de las que relacionarse y coexistir. Medios de comprensión y expresión que no podrían plantearse en ningún otro contexto. Adquieren perspectivas que les permiten volver la mirada hacia el recuerdo de lo que han sido sin encontrar en él dolor, arrepentimiento o tristeza, solo una despedida silenciosa y un agradecimiento infinito. En el instante en el que sus esencias atraviesan la ventana de oportunidad, pasan a entrelazarse con los engranajes e impulsos que componen la infinita coreografía del gran mecanismo cósmico. A través de este proceso son testigos del millar de realidades que nacen y se desvanecen durante este no-instante. Su percepción y comprensión del tiempo ha pasado a verse expandida. A lo largo de su prolongada existencia como seres inmortales, este ha sido un factor que nunca ha entrado a formar parte de los criterios que usan a la hora de tomar sus decisiones. No lo ha sido en su hogar, ni lo ha sido en ninguna de la infinidad de realidades que han visitado con anterioridad donde se les ha mostrado bajo diferentes patrones. Siempre ha sido un mero elemento más que, al igual que otros tantos otros, han considerado tan irrelevante como ignorable. Ahora, al experimentarlos a través del filtro de sus recientes vivencias, la concepción, composición y propósito que poseen de este se ha visto sometida a una prueba definitoria. A través de este prisma les es mostrado como una fuerza en un constante proceso de evolución. Un componente esencial de la inmensidad. Ambas abstracciones han dejado de ser constructos teóricos o elementos difusos. Ya no son ideas monolíticas que pasan inadvertidas en el eterno transcurrir de sus existencias. Ahora son partes esenciales en su manera de relacionarse con cuanto conocen. Factores que afectan a la comprensión que poseen de ellos mismos. Incógnitas que generan preguntas para las que no tienen respuesta. Los puntos neurálgicos de una incertidumbre cuya llegada aún no saben si han de temer o recibir con alegría.

Lentamente van recuperado sus individualidades. Recuperando sus maneras personales de afrontar y procesar todo lo sucedido hasta este momento. Las preguntas que permanecen sin respuesta. Se preguntan por el vínculo que han establecido. Si permanecerá más allá de las fronteras de este contexto. Si el conocimiento y la comprensión que ahora comparten se desvanecerá sepultado bajo otras sensaciones aún por descubrir. Si los cambios que han generado en ellos perdurarán. El futuro se convierte en un concepto vital. Deja de ser algo lleno de esperanzas difusas para transformarse en una incógnita a descifrar. Una incertidumbre que se ve atenuada tras cada instante que contemplan al otro mientras se ven proyectados a través del canal de regreso hasta su hogar.

Con cada nuevo detalle que ven aflorar, con cada nueva sutileza y matiz que presencian mientras pasan a estar en todas partes sin formar parte de ninguna, la incógnita se va despejando. Al verse empapados por este océano de información navegan entre recovecos inexplorados de todo cuanto los compone y ha formado parte de ellos. Se mueven entre sensaciones y emociones que solo ahora son capaces de vislumbrar. Entre destellos intermitentes de lucidez que provocan que todo parezca tener sentido. Al llegar hasta el punto de partida se contemplan a sí mismos mientras dan los primeros pasos de este viaje. A dos criaturas a las que apenas recuerdan. Regresan tras lo que para ellos han sido eones. Lo hacen capacitados para apreciar toda la inocencia y ignorancia que arrastraban quienes iniciaban este trayecto. Han atravesado, rodeado y recorrido cada ínfima porción de quienes han sido mientras se transforman en esta consecuencia de cuanto han vivido en este lugar. Han analizado cada uno de sus pasos y los procesos causales que les han permitido llevarlo a cabo, mientras elaboraban hipótesis y planes de futuro. Teorías que esperan que les permita volver a visitar de nuevo estos parajes imbuidos del conocimiento que les han proporcionado. Conservando de alguna manera los restos que aún permanecen en su interior de aquello que han sido a lo largo de esta travesía. Restos que, pese a percibir como algo muy remoto, aún permanecen en ellos. De los que se niegan a desprenderse. Ambos contemplan este canal que permanece establecido entrelazando con sus mismas esencias y, por un instante, se permiten el lujo de aspirar a lograr lo que desde siempre se ha demostrado imposible. Lanzan sendos mensajes que se funden con este contexto en constante estado de tránsito entre todo cuando da sentido a lo que consideran concebible. Un saludo que da testimonio de todo cuanto ha cambiado. Una invitación a comenzar como si se tratase de algo nuevo una relación ya se que se ha prolongado durante eras.

Los mensajes que intercambian resuenan más allá de la esfera mental. Más allá de los contextos que los separan en estos momentos. Atraviesa mares de incertidumbre antes de que sus emisores sepan si llegarán a ser recibidos o comprendidos por quien se encuentra a su lado. Se propaga por medios y canales nunca antes usados por ningún concepto sensible. Alcanzan y se funden con cada fibra de sus masas conceptuales. A lo largo de todo este proceso, la espera de una respuesta se convierte en el centro de sus respectivos universos. Contemplan la manera en la que la información se propaga a lo largo de cada ínfima porción del otro. Cómo el mensaje muta en cada fase del camino. Cómo se impregna de nuevos matices de los que carecía en el momento de su emisión. Cómo trata de adaptarse e interactuar con cada terminación y elementos sensible hasta el que llega. Cómo se redefine y vuelve más eficiente en su cometido tras cada tropiezo. Son plenamente conscientes del instante en el que el paradigma previo se rompe y logran establecer una comunicación real y bidireccional. Cuando la respuesta les alcanza bajo la forma de una alegría tan poderosa como embriagadora. Como una señal que inunda el canal en su totalidad hasta llegar a desbordarlo.

No hay palabras. No hay sonidos. No son necesarias. Ninguno de los dos se comunica utilizando un medio nativo para el otro o para sí mismo, pero el flujo de información en ambos sentidos es más fluido que cualquier otro que hayan utilizado con anterioridad. Pensamiento y acción se convierten en una misma cosa. Emoción e intención se vuelven diáfanos a la par que indistinguibles para cada uno de sus gestos. El acercamiento es casi inconsciente. Espontáneo de la misma manera en la que sus mentes tienden y aceptan la mano metafórica que les es ofrecida por el otro. Instintiva como la coreografía que surge una vez que han llegado hasta la última barrera que les permite continuar siendo ellos mismos.

El millar de aspectos que componen sus respectivos seres entran en contacto de manera sincopada pero, en esta ocasión, los límites que los definen permanecen. Sus consciencias entran en contacto mientras sus cuerpos se estremecen sumidos en un cálido abrazo del que ninguno de los dos desea salir. Mientras se encuentran así, cualquier duda o temor que habitase en sus mentes se disipa. La posibilidad de que todo esto llegue a su final una vez que abandonen este contexto queda desterrada de su interior. Lo que sienten es demasiado intenso. Demasiado hermoso como para que únicamente pueda existir aquí. Demasiado poderoso como para ser contenido por este lugar, por quienes han sido, por quienes son o por quienes puedan llegar a ser. Esta sensación no deja de expandirse adoptando nuevas formas y expresiones. Desafiando todo axioma y toda ley conocida. Revolviéndose en su interior en busca de su propia identidad. Mostrándose ante sus sentidos como algo diferente a ellos. Como una entidad merecedora de encontrar su propia manera de crecer y evolucionar. Como una fuerza que hace que las partes finales de sus respectivas esencias atraviesen el último y primero de los umbrales de su viaje.

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Lentamente, la realidad regresa hasta ellos. Una realidad que conocen pero que no puede resultar más extraña ante quienes se han convertido. Nada ha cambiado pero nada es como recuerdan. En su realidad de origen apenas han transcurrido unos instantes desde que lo dejaron, pero las infinitas existencias que han conocido más allá de sus fronteras lo ha cambiado todo para ellos. Durante última fase de su regreso, los fragmentos que faltan por consolidarse contemplan a las partes que los han precedido desde más allá de “lo concreto”. Perciben a sus aspectos materiales, aquellos que han regresado en primer lugar, como rceptáculos insuficientes para aquello en lo que se han convertido. Como constructos monolíticos inmóviles e irrelevantes arropados por la inmensidad del espacio. Los contemplan iluminados por la luz de estrellas lejanas mientras las radiaciones residuales del viaje continúan bañándolos. La consciencia va regresando a ellos de manera sincopada, al tiempo que las sensaciones de embriaguez y euforia se disipan. Son sustituidas por la extrañeza. Por una desorientación aún mayor que pasa a coparlo todo. Les cuesta adaptarse al contexto que les recibe. A la que recuerdan pero ya no perciben como su hogar. El viaje ha terminado, lo saben, pero eso es lo único que ha llegado a su final.

Entre ellos se muestran dos nuevos conceptos extraños que palpitan, se contraen y expanden. Dos criaturas concebidas como consecuencia del éxtasis que ahora abandonan. Dos entidades que tratan de encontrarse a sí mismas y su lugar dentro del gran esquema. Dos seres que les llaman al tiempo que exigen su propio espacio. De manera paulatina van siendo conscientes de lo que esto significa. De la infinidad de nuevos caminos que se abren ante ellos. De las bifurcaciones que solo ahora son capaces de reconocer.

Mientras todo esto sucede, la comunicación entre ambos no cesa. La búsqueda de respuestas para preguntas que ni siquiera conocen recorre el canal que los une en ambos sentidos. No son capaces de apartar su atención de las dos entidades surgidas de ellos que les reciben en este instante. De explicar la felicidad y el afán protector que su mera existencia les despierta. Las reconocen como algo que en algún momento formó parte de ellos. Como algo que ya no les pertenece, pero que no por ello les resulta ajeno. Su percepción y concepción de “lo real” y “lo posible” no dejan de alterarse. Desconocen las causas y dimensiones del fruto de su unión. Las consecuencias que puede llegar a desencadenar. Lo único que saben a ciencia cierta es que el resultado de las acciones que han llevado a cabo condicionará todas las decisiones que comiencen a tomar a tomar a partir de este momento. Que no hay nada que deseen más que ver en qué pueden llegar a convertirse.

En ese instante toda la masa conceptual de Dae’On sonríe cortando de manera abrupta el flujo de comunicación. Vandara sonría también, y espera con paciencia. Ve cómo esta entidad que siempre le ha resultado infinita muta. Cómo adquiere rasgos que es capaz de comprender y reconocer como propios. Cómo despiertan y ocupan un lugar en su interior la curiosidad y el deseo de comprender que siempre la han acompañado en un estado casi latente. Cómo se convierte en una “dadora de nombres”.

–Sueño.

Solo es una palabra, pero significa mucho más que eso. Es una palabra nueva. La primera que emite y conceptualiza. La primera a la que dota peso específico y significado un concepto no ligado a la humanidad.

–Sí. Sueño –saborea la palabra antes de reflexionas sobre ella y emitirla por primera vez. La paladea mientras su sonrisa y felicidad se expanden aún más.

Ambos están radiantes. De manera paulatina, perciben cómo los datos van encajando dentro de sus respectivos flujos vitales. Ya desde antes de interiorizar este conocimiento son capaces de sentir la cantidad de maneras en las que explica y dota de sentido a todo lo que les ha sucedido. La infinidad de puertas que abre de cara a la comprensión de todo cuanto la rodea. Mientras lo que antaño consideraron “normalidad” trata de regresar hasta ellos, descubren que ya no son capaces de aceptar estos preceptos. Necesitan re-evaluarlos. Encontrar una nueva línea base común a partir de la que avanzar en su propio crecimiento.

Vandara accede hasta el plano de la esfera mental de comunicaciones a través de nuevos caminos. Tanto sus pensamientos como las sensaciones acerca de todo cuando le ha sucedido son transmitidas sin filtro ni temor. Todos cuando se encuentran al alcance de su señal reciben sus reflexiones y sus conclusiones con extrañeza y excitación a partes iguales. La idea detrás de este nuevo concepto no tarda en propagarse entre los suyos como una fuerza imparable. Como algo que siempre ha estado ahí sin que fuesen capaces de identificarlo. Como el lugar hasta el que se replegaban sus consciencias durante sus ciclos de reposo. Como esas sensaciones, experiencias y recueros que siempre se encontraban un paso más allá de dónde eran capaces de buscar. Para antes de que lleguen hasta ella las primeras repercusiones de este conocimiento, ya es sabedora de la manera en la que esto alterará de manera irremediable la forma en la que la humanidad se relaciona con todo cuanto conoce.

01.5 - Consecuencias

01.5 - Consecuencias

Por arcanus, 29 Julio, 2023
Sueño.
Las ramificaciones de este concepto se propagan más allá de su lugar de concepción hasta alcanzar a todas las esferas en las que puede resonar. Llega hasta todos aquellos que, sin saberlo, han sido sus moradores inconscientes. Les alcanza como la respuesta a una pregunta jamás formulada. Como la explicación a lo que no puede ser comprendido.

En su hogar, Huatûr se ve sacudido por esta marea de información cuya evolución, recorrido y estructura ha seguido con atención. Ha acompañado a los viajeros a lo largo de todo su trayecto con una mezcla de fascinación y preocupación. Con la misma dificultad que ha padecido durante las ocasiones en las que ha dirigido su mirada hacia esas latitudes con anterioridad. Al igual que entonces, ha sido incapaz de encontrar maneras en las que expresar o procesar gran parte de lo sucedido allí. En estos momentos, cuando las olas generadas por este descubrimiento la bañan, contempla cómo ha afectado esta marea conceptual a los moradores de todos los lugares que se han visto expuestos a ella. Cómo se enfrentan y adaptan a ella quienes ahora son capaces de intuir lo que antes se encontraban ocultos a simple vista.

Pero no es este hecho el que despierta mayor interés de “Aquella ante cuya mirada nada escapa”, sino una consecuencia inesperada de este viaje. El foco de sus atención está centrado en el fruto de la comunicación, comunión y comprensión entre uno de los integrantes de su pueblo y la humanidad. Tras haber presenciado el alumbramiento de millones de nuevos conceptos, desconoce cuál es la causa de esta repentina fascinación.
Un caudal de datos incesante acompaña a su concepción. Información que, al no ser capaz de procesar, se ve tentado de interpretar como simple ruido. Pero sabe que dentro de este flujo constante se encuentran ideas cuyo contexto ha de localizar. Sabe que transportan mucho más que lo que su aparente anarquía y simpleza presagian. No es hasta que filtra estos conceptos a través de los fragmentos de Dae’On que logra percibir y extrapolar de ellos que logra reconocerlos como esa abstracción denominada “palabra”. Lo que percibe es el absurdo intento por tratar de acotar a estos dos conceptos que apenas ha interactuado con esta o cualquier otra realidad. Nombres.

Dayon y Daegon.

Cada nuevo descubrimiento surgido de esta experiencia le resulta más fascinante. Las preguntas que su mente formula no atienden a ninguno de los criterios a los que está habituado. A través de esta comprensión vicaria, de la información que ha logrado extraer de su hermano se ve incapaz de unir las piezas. Incapaz de comprender como, a través de esa abstracción humana se pretende llegar a contener todo aquello en lo que pueden llegar a convertirse estos dos nuevos conceptos. Incapaz de anticipar cómo se adaptarán de acuerdo a las acciones que lleven a cabo estas nuevas criaturas híbridas.

Todo le resulta tan incognoscible que trae hasta su primer plano de consciencia reacciones y sensaciones que no experimentaba en eras. No recuerda una fascinación y un sentido de la maravilla semejantes desde que comenzó a ser capaz de reconocerse a sí mismo y lo que le rodeaba. Desde que intuyó por primera vez que cuando le quedaba por conocer superaba con creces a lo que en un momento dado creyó saber.

02 - Universos dentro de universos

02 - Universos dentro de universos

Por arcanus, 1 Diciembre, 2024
Señales de una infinidad de orígenes llegan hasta ella sin que aún sea incapaz de filtrarlas correctamente. La información y el ruido se entremezclan en su mente. Impulsos asíncronos procedentes de cada uno de los diferentes niveles de realidad a través de los que se extiende su labor.
En el interior de esta cacofonía, apenas es capaz de percibir las masas conceptuales en tensión de sus acompañantes. La atención con la que todos los participantes del proyecto observan y se enfrentan a los últimos pasos del camino resulta palpable. El cuidado con el que guían y re-encauzan los movimientos resultantes de su trabajo, raya en lo obsesivo. Algo que, por otro lado, le resulta perfectamente comprensible. Quizás para ella y los suyos, este trabajo se haya prolongado durante apenas dos siglos, pero para el resto supone la preservación del trabajo de toda una vida.

Lentamente, los vínculos que atan la macroestructura del Cúmulo Seliano a su continuo axiomático nativo son retirados con precisión quirúrgica. Mientras los autores van descubriendo las consecuencias del gran acto final de su obra, su concentración se intensifica. A las alteraciones previstas en las trayectorias de cada uno de los miles de billones de elementos únicos que gestionan, se suman los movimientos de las fuerzas y conceptos que tratan de llenar ese espacio ahora vacío. Entran en juego hilos hasta ahora permanecían invisibles a sus capacidades perceptivas. Engranajes de la mecánica cósmica de los que nunca antes habían sido conscientes. Reubicaciones inesperadas que, para su alivio, parecen respetar los márgenes de error que habían previsto. Pero nada de esto hace que el factor de incertidumbre disminuya.

Cada una de las grietas que surgen dentro de la materia contextual está repleta de nuevas preguntas. Allí donde miran a todos los niveles encuentran algo nuevo. Algo inesperado. Algo que desean analizar y cuantificar. Pero no pueden hacerlo. No pueden interrumpir su tarea cuando tienen el final del camino a su alcance. Cada herida causadas a incontables realidades es suturadas por los sistemas secundarios de contención, alejando su atención de lo que dejan atrás. La maquinaria demuestra comportarse con la misma eficacia y delicadeza que en las simulaciones. Han de seguir el plan hasta el momento en el que sean capaces de confirmar que la estabilidad del conjunto no se ha visto comprometida.

Por un breve instante, hay algo en esta idea que perturba a Mugebe. Hay algo que se le escapa, lo sabe. Algo que no han tenido en cuenta. Pero ya es tarde y este es el peor momento posible para dedicar su mente a otros menesteres. La idea está “ahí” buscando un lugar privilegiado dentro de sus procesos mentales. Luchando por aflorar. Lo hace con tanta intensidad que apenas logra retenerla en un segundo plano e impedir que atraviese los territorios que la separan de...

–¿Preparada? –el mensaje de Yago logra que se centre.
–Claro.

El Cúmulo ha llegado hasta sus coordenadas. En ellas es recibido por ella y sus compañeros. Por individuos cuya naturaleza, composición y sentidos han sido adaptados especialmente para el momento y lugar en el que serán necesarios. Cada uno de ellos acompaña la trayectoria del inmenso constructo cuyo cuidado les ha sido asignado en esta fase concreta e incierta de su tránsito. La tensión a la que se ven sometidas todas las partes que integran este proceso es perceptible a lo largo de cada aspecto y cada espacio que forman parte de él. Sus repercusiones se dejan sentir entre cada segmento y cada intersticio del flujo de improbabilidad y concreción. Con cada imprevisto y cada retraso. Muguebe repasa de nuevo el procedimiento mentalmente al tiempo que se lamenta una vez más del escaso tiempo que ha tenido para realizar preparativos y simulaciones. Realiza una y otra vez sus cálculos como si en este instante fuese a cambiar algo. Fuerza su mente hasta que, finalmente, el Cúmulo finaliza su viaje y el silencio lo inunda todo. No más mensajes. No más urgencia. No más correcciones.

–Primera fase completada –por primera vez desde que la llamó, la información que transmite Yago hasta el tapiz de comunicaciones está libre de urgencia. Los datos, emociones e imágenes que propaga en este segmento de la esfera del plano mental son recibidos con una mezcla de expectación, aprobación, alegría contenida y alivio por gran parte de sus destinatarios.
–Deberíamos esperar a que se estabilice –Mugebe no se encuentra entre las personas que reciben con aprobación la transmisión. Como con todo lo que ha rodeado a este proyecto, parece que las prisas no van a terminar nunca–. Quedan muchas comprobaciones por hacer.
–La información es correcta. Se ajusta a tus cálculos. Me resulta chocante confiar más en tu plan y tus capacidades que tú misma.
–No me hagas la pelota. Eso lo sabíamos los dos antes de que empezase todo esto. Si tanto confías en mis capacidades, quizás deberías seguir haciéndome caso.
–A estas alturas pensaba que estarías deseosa de volver a casa.
–Otro par de siglos adicionales no van a suponer una gran diferencia. Aquí el de las prisas eres tú. No pretendas usarme como excusa.

La reacción general a su comentario le resulta totalmente inesperada. Por un instante, se hace el silencio. Las comunicaciones cesan en todos los canales y nota que se ha convertido en el centro de atención de este segmento de la realidad. Todo sucede de una manera tan abrupta e incómoda que, en primera instancia, no es capaz de interpretar su significado.

–Parece que soy la única aquí que no tiene prisa –trata de reconducir el ambiente impregnado su comentario con un tono desenfadado, pero el silencio permanece durante lo que percibe como eras–. Vosotros haced lo que queráis, pero luego no me pidáis responsabilidades –trata de mantener el tono, pero no es capaz de evitar que retazos de frustración se filtre junto a el último mensaje.

Tan rápido como había cesado, la comunicación comienzan a propagarse por todo el espectro. Por primera vez desde que llegó, Mugebe es capaz de intuir las porciones del Cúmulo que interesan a cada participante de la expedición. El flujo de información entre estos y las sondas que han posicionado en diversas zonas se vuelve frenético. Si hay algo que le queda claro, es que Yago no es el único ansioso por explorar este nuevo lugar que han creado.

–¿Vamos? –el mensaje llega desde una persona que no es capaz de localizar. Alguien que parece poner voz a la mayoría de los presentes.
–Sí –la respuesta del resto de es unánime y casi instantánea.
–Yo esperaré a lo que diga la experta –Yago es el penúltimo en responder. Mientras el resto comienzan a alejarse, él se limita a contemplarla con una mezcla de sorna y ruego.
–De acuerdo. De acuerdo. Vamos. Supongo que estoy sola en esto. Pero conste que luego no aceptaré reclamaciones.

Abandonan el subplano en el que se encuentran dejando que el resto se adelanten. Se desplazan a través de las corrientes axiomáticas y armónicos de probabilidad. Dejando atrás las formas y naturalezas que adoptan para ser capaces de existir en cada una de las coordenadas contextuales que atraviesan. Liberándose de condicionantes que los lastren o factores externos que puedan llegar a interferir con el fluir de los instantes. Por más humanos que se consideren a sí mismos, en estos momentos, cada uno se mueve por conceptos e ideas que poco tienen que ver con aquellos de la realidad que los vio nacer. A lo largo de su tránsito son recibidos por los diferentes aspectos que adoptan el tiempo y el espacio en cada lugar que atraviesan. Entornos que se ven afectados de maneras imprevistas por cada gesto, cada mensaje y cada interacción que proyectan. Por su mera presencia y análisis. Descubriendo casi al mismo tiempo las características de aquello que atraviesan y en qué han de convertirse para poder seguir avanzando.

–¿No es hermoso? –el mensaje de Yago no rompe únicamente la quietud, sino que también moldea el contexto a través del que viaja. En él no se transmite únicamente la pregunta, sino también una emoción pura que se impone con viveza sobre el resto de la información. Un orgullo que impregna cada una de sus ideas.
–Tendrás que ser un poco más específico.
–Cierto. Perdona. Las maravillas que nos rodean son tantas que cuesta centrarse. Pretendía referirme al Cúmulo. Desde que contemplé su nacimiento no he podido apartar mis sentidos de este ínfimo segmento de cuanto existe.
–Para sentir semejante afecto por él, no pareces haber demostrado el mismo cariño por la realidad en la que surgió.
–Estás siendo injusta. La extracción ha sido hecha con el mayor de los cuidados para no dañar su entorno natural.
–Y eso es algo que no entiendo. Sí, hemos tratado de preservar en la medida de lo posible los territorios contextuales que colindaban con el Cúmulo, pero eso no los salvará de ser destruidos dentro de unos milenios.
–Somos finitos. Llegamos hasta donde podemos.
–Lo sé, pero no le veo ningún sentido a tratar con semejante delicadeza y miramientos todo lo que hemos dejado en su lugar. A fin de cuentas, sus días están contados. Si teníais intención de permitir que se extinga, la causa raíz de su destrucción debería resultar irrelevante. Cuando planteaste los requerimientos no se me ocurrió, pero hasta que no estuvimos en plena operación no me había alcanzado la ironía y la futilidad.
–Tu pragmatismo te puede, Mugebe. Por supuesto que importa cuál sea la causa de la destrucción de cualquier parte de la realidad.
–Me temo que no comparto el sentimiento –tras un breve instante de duda, Mugebe descarta un acercamiento diplomático–. Preservar un pequeño rincón del “Todo” que ya está condenado, arriesgando con ello lo que se pretende salvar puede resultar fatal –a pesar de lo directo del mensaje no pretende ser brusca–. Muchos de estos constructos no dejan de ser meros accidentes frágiles y efímeros. No conviene enamorarse de ellos. Eventos como el que hemos evitado solo sirven para demostrarnos que existen pocos conceptos tan duraderos como nosotros.
–Sin embargo, todo ha salido bien. La apuesta ha sido exitosa. De haber sido capaces, ten por seguro que también habríamos tratado de evitar lo causa raíz pero no tenemos esa capacidad o el conocimiento necesario. La única alternativa que nos quedaba era la de quedarnos con el menor de los males.
–No me gustan las apuestas, y que todo haya ido bien es algo que aún tenemos que confirmar.
–Mugebe, deberías tratar de aprender a disfrutar de las pequeñas victorias y apreciar la belleza de lo efímero.
–No le hagas demasiado caso –una tercera señal se une a la conversación–. En ocasiones el optimista romántico que lleva dentro termina sepultando al científico –Devas, la originadora de este mensaje, no tarda en unirse a ellos en su camino–. Conoces a Yago desde hace lo suficiente como para saber los niveles de empecinamiento y cerrazón a los que es capaz de llegar.
–Cierto –la provocación en este comentario ha sido demasiado explícita como para que Yago la deje pasar. De cualquier manera, no se aprecia rabia u orgullo herido en su réplica–. Ambas me conocéis demasiado bien como para que trate de rebatir esa afirmación...
–Pero... –Devas continúa con su provocación–. Veo acercarse un “pero” enorme en tu intención.
–Pero –el suspiro resinado de Yago también está repleto de buen humor–. Mi implicación personal en este asunto no hace menos cierta mi apreciación, de la misma manera en la frialdad que acompaña a Mugebe no cambia el hecho de que, sin su manera de percibir, comprender y relacionarse con lo que nos rodea, no habríamos logrado evitar una gran pérdida. Una pérdida mucho mayor que la de nuestro hogar por elección.
–No lo entiendes –leves trazas de frustración e incomprensión contenidas se filtran en el mensaje de Mugebe. No quería que estas emociones formasen parte de la transmisión, pero que se ve incapaz de purgarlas en su totalidad–. Ya habéis perdido vuestro hogar. Lo que conocisteis ha dejado de existir. Os lo dije durante nuestra primera conversación. Puede que hayamos logrado salvar ciertos aspectos del Cúmulo, pero ten claro que el lugar hacia el que nos dirigimos no es el mismo en el que habéis vivido. No sé qué nos encontraremos en esta revisión, pero si hay algo de lo que no me cabe ninguna duda, es de que, según vaya pasando el tiempo, tanto tú como los tuyos os vais a ir encontrando cada vez con un mayor número de sorpresas.
–Eres tú quien no lo entiende –tras un breve instante de silencio, la respuesta de Yago lega cargada de un gran número de emociones. Hay una mezcla de humor y condescendencia en ella. También hay cierta sorpresa no disimulada. Pero si hay algo que no se puede encontrar en su interior es burla o sarcasmo–. El Cúmulo nunca ha dejado de cambiar. Nuestro aprecio por él nunca ha estado basado en cuestiones meramente estéticas.
–En ese caso, ¿qué es eso que tanto deseabais preservar?
–¿Me estás diciendo que no lo sabes? ¿Que aceptaste nuestra invitación porque te apetecía apuntarte a una mudanza?
–Es una manera un tanto simplista de decirlo, pero sí. Supongo que se podría decir así. Vine porque me llamasteis. Porque teníais un problema que creías que yo podría solucionar.
–¿De verdad creías que os habríamos molestado para algo tan trivial? ¿Que habríamos montado todo este jaleo únicamente para conservar un paisaje?
–Tú eres el que se fue hasta la otra punta de varias realidades porque este lugar le pareció “bonito”.
–Hablando de explicaciones simplistas...
–Yago –finalmente son interrumpidos una vez más por Devas– ¿Quieres dejarte de preguntas retóricas? –el debate entre los principales artífices de la migración no ha tardado en provocar que las trayectorias de sus acompañantes lejanos comiencen a gravitar a su alrededor–. Dado que no se la hemos explicado en detalle en ningún momento, es perfectamente comprensible que Mugebe desconozca la razón de fondo que nos ha llevado a tomar esta decisión –no disfruta siendo el centro de atención, y esto se trasluce claramente en lo atropellado de su mensaje–. Todos hemos estados tan centrados en el “qué” teníamos que hacer, que hemos dado por supuesto que nuestros invitados sabían el “por qué”. A su vez, ellos han estado tan centrados en el proyecto que no han tenido tiempo para relacionarse con este lugar de otra manera que no sea una macroestructura a mover.
–Gran parte de lo que hemos construido lo hemos tenido que diseñar alrededor de datos hasta los que no tenía acceso directo. A partir de indicaciones más o menos afortunadas y extrapolaciones que he llevado a cabo en base a lo que ya conozco. Perdóname si no me he parado a disfrutar el paisaje.
–Lo sabemos. Todos hemos ido muy deprisa y no hemos tenido ningún ciclo de reposo desde que todo esto comenzó. Esto no es un ataque ni un intento de menospreciar tu implicación. Supongo que te has concentrado tanto en el mero reto técnico que en ningún momento te has planteado la posibilidad de otro tipo de acercamiento.
–Las prioridades estaban marcadas mucho antes de que llegásemos, y no las pusimos nosotros. Nos hemos centrado en lo imprescindible y todo lo demás resultaba superfluo.
–Lo sé. Lo sé. Pero eso ya ha terminado. Las prisas han llegado a su fin y podemos centrarnos en otros temas.
–Muy bien, ¿a qué estáis esperando para iluminarme?
–Dime, ¿que eres capaz de apreciar si amplías tu espectro perceptual y lo expandes hasta abarcar los armónicos del plano potencial. Fíjate principalmente en las cadencias que resuenan con sus frecuencias subaxiomáticas.
–Fíjate también en las regiones perimetrales al llegar hasta la elíptica con cada una de las esferas infraliminares –Yago casi parece molesto por la ausencia de este detalle en la petición de Devas.

Las indicaciones son claras, pero esto no implica que seguirlas resulte una tarea sencilla. A cada paso que avanza en esa dirección, en el tercer plano del flujo de la conversación no deja de recibir datos adicionales y correcciones. Indicaciones procedentes del resto de los participantes que tratan de llevarla hacia otros territorios.

–...haces fractales de...

Antaño, y en cualquier otro momento y lugar, podría haber tenido acceso hasta esta información de manera directa. Satisfacer todas estas peticiones le habría resultado una labor trivial, pero nada ha resultado sencillo desde que comenzó este viaje. El número de cambios a los que se ha visto sometida en tan poco tiempo continúa afectándola. Todo ha sido demasiado precipitado. Aquí, lo “común” carece de sentido. Es algo totalmente ajeno a su naturaleza presente. Su masa conceptual aún continúa tratando de consolidar acontecimientos que tienen lugar en otros niveles. Sigue recuperándose de procesos de adaptación acontecidos en contextos que ya han abandonado. Continúan vinculados a porciones de realidades cuyo impacto aún no ha podido analizar.

Cada salto y cada proceso adaptatorio ha generado su propio conjunto de sentidos pero, a pesar de esto, su utilizad ha resultado mínima para comprender su entorno. Estos sentido han tenido que ser reformulados a cada instante. Nunca antes se había visto tan desbordada por las dimensiones de la tarea que se le pide. Nunca antes la totalidad de cuanto la rodea le había resultado tan vasta y desconocida.

–...constructos subentrópicos en sincronía con...

El flujo de comentarios no cesa durante todo el proceso de consolidación. Fragmentos esporádicos de los mensajes procedentes un gran número de segmentos dispersos del plano mental. Miles de señales disonantes llegan hasta ella remitidas desde lugares que ni siquiera recuerda haber visitado. Información que, al pasar a formar parte de su ser, le obliga a reformularse a sí misma complicando aún más una labor ya de por sí delicada.

–...regiones solapadas sobre...

Lentamente, cada uno de sus recién nacidos sentidos comienza a propagarse a lo largo del Cúmulo y las estructuras con las que colinda. Sobre una extensión que en otro momento de su existencia le habría resultado irrisoria pero que en este instante le resulta casi inabarcable.

–...inmediaciones de la intersección entre...

Una vez que las estructuras de datos comienzan a llegar hasta sus procesos mentales, la incomodidad se desvanece y deja paso a la fascinación y la sorpresa. La distancia entre lo que encuentra y lo que percibe en estos instantes es superior en un orden de magnitud que supera exponencialmente cualquier cosa que pudiese haber anticipado. El Cúmulo ahora se le muestra como algo mucho más amplio y complejo que los meros espacios conceptuales o físicos con los que ha interactuado desde que llegó.

–...frecuencias exóticas próximas al conformador...

En más de una ocasión desde que todo esto comenzó, ha tratado de establecer algún tipo de equivalencia entre lo que ha encontrado aquí y lo que conoce, pero ahora comprueba que aquello era algo absurdo. Que el hecho de que la extensión de lo que han movido pueda ser equiparable a la de dos galaxias, apenas sirve para describir sus dimensiones. Apenas sirve para enumerar la cantidad de ideas y elementos únicos que alberga. Una acumulación de tan basto y diverso de conceptos que, en estos momentos, se siente desbordada por ellos.

–...subalineamientos en la frontera con...

Desde el interior de esta nueva perspectiva puede acceder hasta lugares que desafían su capacidad de compresión pero que, al mismo tiempo, le llevan hasta el interior de estructuras que le resultan tremendamente familiares. Se ve inmersa en lo que parecen indicios residuales y vestigiales de... la humanidad. No. No se trata de constructos de naturaleza humana, pero sí de elementos que le recuerdan poderosamente a los fragmentos que se han logrado identificar como precursores de los suyos. Por todas partes puede localizar señales que presagian lo que ellos han podido ser antes de convertirse en lo que son. Tantas señales que no es capaz de localizar, identificar o discriminar el número de entidades sintientes que se encuentran dentro de su rango de percepción. El número de seres con el potencial de alcanzar la consciencia de su propia existencia.

–...simas gravitacionales...

En el interior de cada rincón de esta pequeña realidad, donde sus elementos nucleares resultan inaccesibles para sus sentidos neutros, se muestra una diversidad muy superior a la que ha llegado a conocer a lo largo de sus viajes por su plano de existencia natal.

–...formaciones cariotas en la periferia de...

Tras este viaje regresa hasta el plano mental para ser recibido por un silencio que se consolida paulatinamente. Sus receptores dejan de verse sometidos al asalto constante de mensajes y emociones que estaban llegando hasta ellos. Se queda a solas con las piezas necesarias para convertir los ecos lejanos y los retazos descontextualizados que le han alcanzado en información que puede usar. Detalles gracias a los cuales ahora puede comprobar la concepción personal que algunos de los pobladores del Cúmulo tiene de la entidad que han habitado desde hace milenios. Las visiones muchas veces encontradas de conceptos en apariencia idénticos. Aquello que cada uno de ellos considera que hace único este lugar. Elementos tan “obvios”, tan consustanciales a la manera en la que perciben y se relacionan con esta ubicación, que ni siquiera han salido en las conversaciones que ha tenido con ellos. Finalmente obtiene las piezas necesarias para comprender la razón por la que la llamaron, y esto solo sirve para generar nuevas preguntas. Porque, lo que cada uno de ellos considera que ha de ser salvado por encima de cualquier otra cosa, son elementos que para el resto resultan prescindibles.

Una vez que ha interiorizado los últimos datos, el silencio es casi absoluto y es consciente por primera vez de que se ha convertido en el foco de atención de todos los presentes. Es capaz de notar cómo su persona se sitúa en el centro de la tensa quietud que la rodea. Que el resto parece esperar algún tipo de veredicto por su parte. Algo que desequilibre la balanza de prioridades en favor de alguno de cuantos se han pronunciado.

–No sé qué esperáis ahora mismo de mí pero no tengo respuestas –lo único que sabe a ciencia cierta es que la actividad no regresará hasta que se pronuncie–. En estos momentos lo único que tengo para vosotros son más preguntas –el ambiente ha sido extraño desde que llegó, incómodo por momentos, pero ahora está especialmente enrarecido, y la información de la que dispone le hace optar por la cautela. No es un buen momento para empezar a especular en abierto.
–Después de lo que hemos logrado, si hay algo que nos sobra es tiempo.
–Si hay algo que nos ha enseñado esta experiencia –no es capaz de identificar al emisor del mensaje al que está respondiendo, pero hay algo en su tono que la enerva– es que hay pocas cosas que podamos dar por sentadas.
–No sé vosotros, pero de lo que menos tengo yo ganas ahora mismo es de ponerme a filosofar –el comentario nada amistoso de Hobler llega mientras ya ha comenzado a alejarse del grupo.

Un intenso intercambio de mensajes ha precedido, acompaña y continúa tras la finalización de este mensaje. Un flujo de información que sirve para evidenciar ante la mirada de Mugebe la abrumadora distensión que ha permanecido soterrada hasta este instante. La disputa recorre este sector del plano mental como un torrente súbito e arrollador que ya no puede ser contenido durante más tiempo. Acto seguido, sin apenas tiempo para procesar adecuadamente lo que acaba de suceder, la cacofonía se apodera de todos los canales. Los mensajes cruzados saturan cualquier medio accesible. Quedan muchas cosas por hacer. Muchas comprobaciones por llevar a cabo y no hay consenso con respecto al orden de prioridades que ha de seguirse. El acuerdo de mínimos que los ha acompañado a lo largo de este proyecto ha llegado a su fin. Las pequeñas inquinas y las recriminaciones afloran en el primer plano de consciencia de los presentes, mientras cada bloque pugna por imponer su agenda. Al poco tiempo, y con la misma celeridad con la que ha comenzado todo, los emisores van desconectando sus consciencias de la esfera mental para centrar su atención en sus pequeñas parcelas de interés.

–Vaya, eso ha sido rápido e intenso –hay una cierta sorpresa en el mensaje de Yago, también algo de diversión, pero no decepción o contrariedad.
–Espero que no me trajeses aquí con la intención de que mediase en esto.
–No, tranquila. Dudo mucho que esto tenga arreglo. Mucho ha durado la tranquilidad.
–Llamar a lo que hemos vivido los últimos siglos “tranquilidad” es todo un eufemismo. De todas formas, esto no ha terminado, ¿verdad? Lo que me habéis hecho buscar no ha sido algo casual, ni un intento desesperado por calmar los ánimos.
–Sí y no.
–Esa respuesta resulta muy clarificadora.
–Todo depende de ti. Si quieres profundizar en lo que has visto, estaremos encanados de contar con tu ayuda. Si lo que has detectado no ha servido para despertar en ti un nuevo interés, no tenemos intención de forzar tu mano para que te quedes.
–Déjate de requiebros. Me conoces lo suficiente como para saber que me has picado la curiosidad. ¿Qué me puedes decir de esas entidades?
–Vamos a ver... No. No va a ser fácil ni rápido. Solo contarte eso requerirá su tiempo. Lo que sí que te puedo adelantar es que lo que te has encontrado es la razón que nos hizo migrar. También te puedo decir que son elementos que nos moríamos de ganas de compartir contigo desde hace milenios. El resto lo hemos ido descubriendo con el tiempo.
–¿Y qué es lo que ha hecho que os costase tanto contármelo?
–Encontrar un momento de tranquilidad como este.
–En ese caso, dado que el momento ha llegado ¿qué hacemos aquí parados?

Reanudan sus camino, pero la ruta que transitan se desvía enormemente de cualquiera de las que ha seguido el resto. Continúan atravesando capas y sub-capas de realidades. Proyectándose a través de los nuevos contextos que se van formando mientras el Cúmulo continúa encajando en su nueva ubicación. A cada nuevo paso se ven expuestos a nuevos artefactos y aberraciones resultantes de este proceso. Eventos que son recibidos de diferente manera por sus acompañantes. Algunos con preocupación, otros con excitación, otros simplemente con sorpresa e incertidumbre. No recuerda haberles visto nunca expresando de maneras tan clara y transparente sus cambios de estado anímico. A pesar de los millones de años que han transcurrido desde que se conocieron, y de la amistado que han compartido, nunca antes se había sentido tan cerca de ellos ni había comprendido todo cuanto los separa.

Avanzan siguiendo una trayectoria que no atraviesa ninguno de los espacios axiomáticos que le han hecho visitar con anterioridad. Rodeando las coordenadas que le han pedido contemplar. No se dirigen hacia ninguno de estos lugares, sino a lo que ha sido el hogar y observatorio de Yago y Devas durante los últimos milenios. El segmento contextual desde el que han contemplado la evolución de su proyecto. Hasta una ubicación en la que se ve expuesta a un nuevo caudal de datos. Información que sirve para responder alguna de sus preguntas, al tiempo que genera una infinidad de nuevas incógnitas.

–¿Cómo disteis con ellos?
–Es... complicado. Te podría decir sin faltar a la verdad que esta fue la razón por la que vinimos, pero sería una manera especialmente burda de explicarlo. En aquel momento no comprendíamos lo que habíamos visto. Estábamos tan desorientados que ni siquiera fuimos capaces de entender, y mucho menos explicar, lo que nos llevaba a movernos. Sí, es cierto que apreciamos “algo” en estas coordenadas. Un conjunto de entidades que, en apariencia, no se parecían en nada a lo que conocemos, pero no fue hasta que comenzamos a observarlas desde diferentes ubicaciones que comenzaron a surgir preguntas más concretas. Aproximaciones que nos llevaron a plantearnos la posibilidad de que el propio Cúmulo fuese realmente una entidad sintiente.
–Nada de lo que he visto me ha llevado a una conclusión similar.
–Como con todo, la falta de información le hace a uno tomar caminos de lo más insospechados y llegar hasta conclusiones absurdas. Los resultados de nuestras primeras investigaciones se diferenciaban muy poco del puro azar, y fueron necesarios muchos intentos fallidos antes de comenzar a comprender lo que teníamos delante. También he de decirte que, a pesar de que no hemos terminado de desestimar esta teoría, con el tiempo nuestro principal línea de investigación no tardó en desviarse de ella –mientras el flujo de datos continúa, ante sus sentidos se muestra un recorrido por momentos puntuales de la historia del Cúmulo–. Si te fijas en los indicadores, podrás ver cómo ha ido evolucionando alguno de nuestros sujetos de estudio y las diferentes maneras en las que nos hemos ido acercando a ellos.
–¿Hace cuánto que los descubrísteis?
–Cerca de medio millón de años. Al poco de llegar hasta aquí. Antes de aquello ya habíamos detectado otras características anómalas en las inmediaciones del Cúmulo, pero nada que nos hiciese prever lo que iba a terminar por... –las correcciones se van solapando unas sobre las otras hasta que Yago logra dar con el concepto que buscaba transmitir– inferir. Aún queda mucho hasta que podamos confirmar que hemos “descubierto” algo.
–No es demasiado tiempo, pero sí mucho como para tener algo un poco más sólido que lo que me estás diciendo. ¿Qué es lo que habéis “inferido” y esperáis encontrar?
–Perdona. Supongo que llevar tanto inmerso en esto nos hace pensar que, a esta altura, todo resultaría ya obvio cuando aún quedan unos cuantos planos semánticos por explicar. Con todo esto esperamos saber más acerca de nosotros mismos. Acerca de lo que fuimos antes de alcanzar la consciencia de nuestra propia existencia. Acerca de la cadena de eventos que sirvió para disparar el cambio que nos transformó en lo que dimos el nombre de “la humanidad”.
–Me temo que sigo igual de perdida.
–Trataré de ser más específico y concreto. Por más que hemos investigado sobre nuestro origen, nunca hemos logrado dar con la causa del llamado “despertar”. Sabemos que existíamos antes de aquel instante. Que una gran parte del conocimiento que poseíamos venía de ese “tiempo anterior”. Que, en origen, nuestras masas conceptuales no tenían relación alguna con lo que hemos sido, o con lo que somos a día de hoy. Eramos otra cosa. Otra cosa que no consideramos “humana”. Otra cosa que no logramos recordar o identificar. Dime ¿has poseído jamás algún recuerdo de lo que fuiste “antes de ser quien eres”? ¿De qué o cómo era ser “aquello”? ¿Del contexto en el que existíamos?
–No. No conservo ningún recuerdo de aquella fase. Es más, dudo que aquello que fuimos poseyese la capacidad de generarlos. Quizás ni siquiera el concepto de la memoria existía como tal.
–Tengo claro que no has pensado demasiado esa respuesta, porque sabemos de la existencia de criaturas inteligentes previas a aquello. De entidades que “recuerdan” aquellos días, con lo que la memoria, al menos como idea, sí que había sido conceptualizada. A través de los escasos intercambios de información que hemos logrado establecer con los mayane undalath hemos podido saber que eran conscientes de nuestra existencia antes de que nosotros mismos lo fuésemos.
–Eso es suponer e interpretar mucho. Describir lo que tenemos con ellos como “comunicación” es algo que, cuando menos, resulta aventurado. Por otro lado, no sé hasta qué punto lo que consideramos “memoria” es aplicable a ellos.
–Un tema muy interesante para otra ocasión, sin duda. Pero, si no te importa, prefiero volver hasta el tema que nos ha traído aquí antes de que nos desviemos del todo.
–Claro. Continúa.
–El hecho es que hay muchas cosas que seguimos desconociendo acerca del funcionamiento de nuestra propia realidad natal. Preguntas que, algunos, creemos que no seremos capaces de responder hasta que no terminemos de conocernos a nosotros mismos. Hasta que no sepamos qué nos hizo ser como somos.
–Conozco esos acercamientos. No comparto gran parte de sus postulados, pero los conozco.
–De nuevo, un tema muy interesante para otra ocasión. Dudo que ninguno de los presentes estemos de acuerdo con todas las teorías que ha ido desarrollando y defendiendo a lo largo del tiempo. No sé que opinaré mañana de lo que creo saber hoy, pero me limito a trabajar con lo que tengo a mi disposición.
–Se te da muy bien eso de cortar a los demás, soltar una pontificación, y pretender que aquí no ha pasado nada.
–Lo sé. Ya sabes que la práctica lleva a la maestría.
–Lo que no pareces tener tan ensayado o tan claro es todo lo demás. No sé si te estás limitando a ganar tiempo hasta que des con una manera eficaz de comunicarme vuestro trabajo, o si es que seguís tan perdidos como el primer día. Nada de cuanto me has mostrado hasta el momento sirve para sostener esa teoría. Asumir que un único evento fue la causa de lo que somos, o que todos compartimos una misma y única raíz común es algo que no se ha sostenido nunca. Quizás nadie haya dedicado el tiempo y el esfuerzo necesarios para refutar esas ideas con datos, pero sabes que los preceptos sobre los que se han construido no tienen validez alguna.
–Comprendo tus argumentos y tu reticencia, pero te estás adelantando mucho. Tus conclusiones no solo son demasiado apresuradas sino que también son muy poco acertadas. Tengo claro que no nos estoy estudiando a nosotros. Que lo que aprenda aquí no servirá para suplir las carencia que nos han acompañado desde siempre. Que no será una información que nos permita conocernos mejor, pero eso no implica que lo que podamos descubrir aquí no sirva para dar una nueva perspectiva a cualquiera de esos campos de estudio. La cuestión es que aquí nos encontramos con una ocasión única para dar con un proceso evolutivo que puede resultar similar al nuestro. Un proceso que se habría detenido bruscamente de no haber “salvado” el contexto en el que se puede llegar a desarrollar.
–No pretendo negar que lo que tenéis aquí resulta interesante, pero me veo incapaz de compartir tu entusiasmo.
–No eres la única. Cada uno de los que hemos habitado el Cúmulo tiene una visión que difiere de la del resto. Visiones que han ido cambiando según se desarrollaba lo que tenían a su alrededor.
–Hay que ver lo que os gusta a ambos divagar sin decir nada ni llegar a ningún lado –la interrupción de Devas resulta del todo inesperada–. Este duelo de obviedades resulta indigna de las “grandes” mentes aquí reunidas –dentro de su flujo comunicativo hay contenidas un conjunto de intenciones que, en primera instancia, Mugebe no es capaz de acotar o identificar en su totalidad–. Todos somos distintos entre nosotros de diferentes maneras –lo que ha interpretado inicialmente como un intento por relajar el ambiente parece desviarse hacia otros derroteros–. No recuerdo un solo momentos en el que vosotros y yo, pese al aprecio que nos tenemos, hayamos logrado un acuerdo en la totalidad de nuestros argumentos. Si extrapolamos algo tan sencillo como esto a un grupo más amplio, la cantidad y disparidad de las desviaciones pueden tender al infinito.
–Agradezco que finalmente hayas decidido pronunciarte, aunque sea utilizando una obviedad para contestar a otra –la respuesta de Yago no contiene ningún tipo de doble sentido, agresividad o incomodidad, sino grandes dosis de buen humor y anticipación–. Pero no quiero interrumpirte demasiado. Por favor, sigue.
–Tenemos visiones diferentes, pero la disparidad de opiniones no es el problema, sino una mera manifestación de él. Somos humanos. Somos diferentes. Punto. Creo que, muy posiblemente, eso será uno de los pocos puntos en los que no discreparemos. Incluso el mismo concepto “humanidad” no deja de ser una agrupación arbitraria. Un acuerdo de mínimos que hemos creado y aceptado unos cuantos. Una etiqueta que se centra únicamente en aquellos elementos comunes que poseemos, pasando por alto nuestras diferencias.
–No termino de comprender a dónde pretendes llegar con este discurso.
–No sois los únicos que os emocionáis contando vuestras teorías. En eso sí que somos iguales los tres.
–Eso es algo que nunca te negaré
–Te aseguro que, cuando termine, encontrarás sentido a lo que os cuento.
–Lo sé, pero por el momento me cuesta seguirte o ver la relación de lo que nos cuentas con cualquiera de las cosas que me habéis mostrado hasta el momento. Siento la interrupción. Sigue por favor.
–Sigo. No solo somos diferentes, sino que cambiamos constantemente, lo que solo sirve para acrecentar nuestras diferencias. Si cualquiera de nosotros hace dos millones de años hubiese cruzado su camino con el de nuestros yoes actuales, a buen seguro no habría identificado a ese concepto como algo “humano”. Si un observador externo comparase lo que somos en este momento con cualquiera de los habitantes de Adai, dudo mucho que fuese capaz de adivinar que lo que contempla son miembros de la misma agrupación conceptual.
–Eso es aplicable a cualquier entidad viviente que haya existido durante el tiempo suficiente.
–Por supuesto. Ahí es hasta donde quería llegar. ¿Qué es lo que nos hace “relevantes”? ¿Qué es lo que nos otorga la potestad para tomar decisiones que afectarán al resto de los habitantes del Cúmulo en temas que les les afectan directamente? ¿Qué es lo que nos hace estar “por encima” de ellos?
–El ser capaces de ver y comprender cosas que ellos no llegan a percibir.
–¿Y cómo podemos estar seguros de que ellos “no saben”, cuando no somos capaces de comunicarnos con ellos?
–Porque todos los datos que hemos logrado recopilar a ese respecto nos indican que ellos no son capaces de comprender lo que va a sucederles.
–Puedes usar todos los eufemismos que quieras pero, en resumen, lo que quieres decir es “porque somos más inteligentes que ellos”.
–Podría expresarse también de esa manera, sí.
–Porque podemos actuar de manera objetiva.
–Sí –Mugebe es capaz de percibir que Yago es consciente de estar adentrándose en una trampa, pero que no le importa hacerlo. Casi parece tener prisa por meterse en ella–. O, al menos, podemos hacerlo de acuerdo a la fiabilidad de información que somos capaces de obtener.
–Porque somos unos seres tremendamente listos.
–Faltaría más –una vez más, no parece haber ira o frustración en la respuesta de Yago–. Y me acusabas a mí de perderme en circunloquios que no llegan nunca hasta el punto que buscan –tampoco parece haber una urgencia real–. ¿Quieres dejarte de rodeos? –se lo está pasando bien. Ambos disfrutan de un intercambio de pullas que, hasta donde es capaz de apreciar, parece habitual.
–Desde siempre hemos contemplado lo que nos rodea en relación a nosotros –hay algo en el tono de esta respuesta que es diferente a todo lo que la ha precedido. Una serie de movimientos en el interior de su emisora que tratan de ser ocultados. Una leve pérdida de control que Mugebe no sabe cómo interpretar–. Siempre nos hemos colocado en el centro de todo. Las cosas únicamente son “relevantes” si detectamos en ellas algo que puede despertar un interés pragmático. Si les encontramos algún tipo de utilidad –en ocasiones, el flujo del mensaje se ve alterado por impulsos cuyo propósito no queda claro. En los niveles más próximos, Devas no da muestras de ser consciente de estos cambios de modulación pero, en los más profundos, pese a ser incapaz de adivinar su origen y propósito, Mugebe percibe con claridad que su amiga trata de ocultar algo–. Todos hemos conocido a quienes se han enamorado de la mística que han creado a nuestro alrededor. Del relato que nos postula como “dadores de nombres”. Como principio, eje, núcleo esencial y fin de todo cuando existe. A quienes tienen una estrechez de miras tal que no parece darse cuenta de lo irrelevantes que somos dentro de un gran esquema que apenas somos capaces de intuir.
–Mucho me temo que ninguno de los tres estamos libres de haber caído en esa categoría en algún momento de nuestras existencias.
–Cierto. Nos decimos que son fases ya superadas, que las dejamos atrás hace eras, pero no deja de ser algo cíclico incluso en quienes somos conscientes de esta carencia en nuestra manera de relacionarnos con lo que nos rodea. Estamos tan ocupados tratando de etiquetarlo todo que nos volvemos incapaces de reconocer que una etiqueta y una descripción no dejan de ser manera de “limitar” aquello con lo que convivimos. Una herramienta que sirve para hacerlo más accesible a nuestra manera de entender la realidad, pero que eso no transforma la forma ni el fondo de lo observado.

Tras decir esto, el silencio copa todos los canales. Devas ha dejado abiertos todos sus receptores a la espera de una respuesta a una pregunta que no ha llegado a formular.

–Sigo sin terminar de ver hacia dónde te diriges. Sí, cierto, tenemos sesgos y hemos de tratar de imponernos ellos –Mugebe no es capaz de interpretar el silencio de Yago. No sabe si está de acuerdo con Devas, o si está limitándose a esperar lo qué ella puede añadir a este debate–. La única manera que tenemos de acceder, conservar y propagar el conocimiento es poniendo nombres y etiquetas. Tratando de entenderlo de acuerdo a las maneras en las que somos capaces de percibir la realidad. ¿Tienes alguna propuesta en lo referente a cómo hemos de cambiar nuestro acercamiento?
–Entiendo eso y no lo discuto. Uno de los problemas, y el punto hacia el que me dirijo, reside en que existen multitud de acercamientos para llegar hasta el conocimiento pero, al final, tendemos a quedarnos con el nos ofrece una menor resistencia. El otro es que no todos nos referimos a lo mismo cuando hacemos uso de ese concepto, cuando afirmamos “haber descubierto algo” o cuando creamos una nueva palabra para etiquetarlo. El hecho de que seamos conscientes de la existencia de un nuevo concepto no implica que pase a ser “nuestro”. No cambia en nada el hecho de que ha existido desde mucho antes de que fuésemos capaces de percibirlo o comprenderlo. No nos da derecho a decidir sobre lo que será de él.
–Devas tiene serias dudas acerca de lo que hemos hecho –finalmente, Yago se pronuncia–. En más de una ocasión defendió que deberíamos haber dejado al Cúmulo donde estaba.
–En ese caso ¿qué habría sido de las entidades que lo habitan?
–Eso es algo que, una vez que hemos intervenido, nunca llegaremos a saber.
–Volvemos a las obviedades.
–Por supuesto. Es así de fácil. Una vez que hemos hecho algo, hipotetizar sobre lo que podría haber pasado resulta pueril porque jamás sabremos si hemos dado con la respuesta correcta así que, ¿para qué hacerlo?. Por otro lado, ¿quién te dice que no fue un evento como el que hemos evitado lo que provocó en nosotros el cambio que nos ha llevado a ser quienes somos?
–No le hagas mucho caso, está siendo retórica. Es una posibilidad que valoramos en su momento, pero que vemos improbable. Nuestros modelos predecían una aniquilación total de las entidades observadas.
–Nuestros modelos. Lo que “nosotros” creemos. Lo que “nosotros” consideramos relevante. Un “nosotros” que no incluye a la totalidad de los afectados.
–No tenemos la capacidad de comunicarnos con esas entidades, así que el contar su opinión resulta ciertamente complicado.
–No me estoy refiriendo solo a ellos. Me estoy refiriendo a ti, a mí y a otros. Porque, por más que trates de ocultarlo, también tienes duda acerca de lo que hemos hecho.
–La búsqueda del conocimiento consiste en dudar y poner a prueba lo que se “sabe” constantemente. Claro que tengo dudas. Ese es nuestro negociado pero, al final del día, hemos de tomar decisiones basadas en la información de la que disponemos.
–Estás esquivando la respuesta. Sabes que no todos los que votaron a favor de esto lo hicieron por las mismas razones. No todos tienen dudas. No todos buscan el conocimiento para darle el mismo uso.
–Todos somos distintos. Tú lo has dicho antes.
–Pero no por eso les vas a dejar que hagan lo que quieren a “tus” especímenes.
–Por fortuna, el Cúmulo es muy grande y está repleto de formas de todo tipo. El resto nunca ha mostrado interés por los que nosotros estamos observando.
–Y eso hace que todo esté bien, ¿verdad? Si no te resultan “interesantes” o “hermosos” que no haya nadie tratando de guiar sus caminos hacia donde les resulta más conveniente a ellos resulta irrelevante. Da igual que el resto desaparezcan o que se les niegue la posibilidad de elegir su propio camino.
–Nadie ha dicho eso en ningún momento.
–Quizás no se hayan usado esas palabras, pero ambos sabemos que han estado implícitas en muchas conversaciones. Incluso nosotros, en el sondo, con nuestro silencio y nuestras acciones, validamos esos pensamientos.
–Estás siendo muy simplista.
–Hay cosas que son muy sencillas. Cosas que no nos gustan de nosotros mismos que elegimos ocultar del primer plano. Pero eso no cambia los hechos. Las acciones hablan pos sí mismas, y ambos hemos visto y sido partícipes de actuaciones que no se alinean con aquello que defendemos.
–¿En serio vas a empezar con...?
–Por supuesto que voy a empezar con eso. ¿Hacia dónde creías que me estaba dirigiendo?
–¿He de preocuparme?
–No, tranquila, no es nada grave. Volvemos hasta el principio de todo esto. Hasta la que entendemos y aceptamos como “integrantes de la humanidad”.
–Pues sí que nos hemos ido lejos.
–Dime. ¿Recuerdas cuál fue el primer significado que nos dimos a nosotros mismos? ¿La primera definición que dimos a este concepto bajo el que nos englobamos?
–Aquellos capaces de reconocer su propia existencia.
–¿Y qué fue lo que nos llevó a replantearnos esa definición?
–El descubrimiento de los mayane undalath.
–Porque, claramente, ellos también eran capaces de reconocer su propia existencia pero eran “distintos”. Ellos eran y son “otra cosa”. Así que concretamos más aquella definición inicial para englobar únicamente a quienes también tienen acceso hasta la esfera del plano mental de comunicaciones.
–¿Y eso fue un error porque...?
–No digo que fuese un error, digo que fue una señal. Un patrón. El primer indicio de una pauta que nos ha acompañado desde entonces. Algo que no se limita solo a las etiquetas, sino también a otra clase de juicios.
–Como, ¿por ejemplo?
–Ser considerado “humano” significa pertenecer a un “club exclusivo”. Te otorga una serie de derechos inherentes que no se aplicaban al resto.
–Sigues simplificándolo todo y reduciéndolo al absurdo. No niego que ese tipo de individuos existen, pero no son una muestra significativa de lo que somos en conjunto.
–Opinas eso porque tienes un alma igual de cándida y dulce que la de este tarugo que nos acompaña.
–Gracias, supongo.
–Pero, por más problemas que podáis o podamos tener, por más acertados o equivocados que estemos en nuestros planteamientos, siempre terminamos regresando hasta lo parece haberse convertido en el mantra de esta conversación; no todos somos iguales. Sí, lo sé, volvemos también al territorio de lo obvio. No se me escapa.
–No digo nada.
–En ese caso, sigo. ¿Qué pasó tras la aparición de los primeros integrantes de de la segunda generación de humanos? ¿Cuántos se negaron a reconocer a aquellas criaturas como humanas?
–No fueron pocos, pero eso no cambió el resultado final.
–Oh, pero lo intentaron. Lo intentaron con insistencia, y aun hoy muchos continúan defendiendo esta máxima.
–No podemos controlar la opinión de los demás.
–Lo sé, pero esto no es una mera cuestión de opiniones. Y no lo es porque no todas sus afirmaciones son falsas o falaces. Más allá de su origen, ¿no son los integrantes de la segunda generación y posteriores también “otra cosa”?
–Veo que comienzas a aderezar las preguntas retóricas con un poco de sofismo.
–Puedes llamarme lo que quieras, pero eso no responde mi pregunta.
–Son el resultado de la unión de dos humanos. El único resultado posible de esta relación solo puede ser otro humano.
–Los mecanismos que hemos creado para mover al Cúmulo son el resultado de la unión de cientos de humanos. ¿Eso los convierte en humanos?
–Sigues reduciéndolo todo al absurdo.
–Cierto, pero sigues evitando responder a mi pregunta.
–...
–Supongo que comenzáis a ver mi punto.
–...
–Hasta que no desarrollamos extensiones orgánicas para nuestras masas conceptuales no fuimos capaces de ampliar nuestro número. Hasta que no “imitamos” a “otras cosas”, hasta que no encontramos otras maneras de “ser humanos”, no fuimos capaces de crear nueva vida. Hasta ese instante nuestro número y, con ello, el equilibrio de poder, había permanecido inmutable.
Aquel fue el momento en el que se producía el primer cisma “real”. Un problema mucho mayor que el del descubrimiento de los mayane undalath. Aquellas nuevas entidades cumplían los preceptos que se habían marcado pero, sin ningún lugar a duda, no eran como “nosotros”. Necesitamos redefinirnos de nuevo, y esto se encontró con un nuevo rechazo. Nos llevó a crear nuevas palabras para justificar lo que no tenía justificación. A dar a luz conceptos como los de “pureza” o “aberración”. Porque una definición, si es demasiado amplia o ambigua, da cabida a conceptos ajenos a lo que se pretende describir y, si es demasiado precisa, puede dejar fuera a otros que, a priori, resultasen equiparables en cierta medida.
–Evolucionamos, y con nosotros lo hace también la manera en la que nos expresamos, relacionamos y definimos.
–Cierto, pero una definición por sí misma no es nada. Solo es una herramienta. Una porción ínfima de información.
–¿Y acaso nosotros no somos también eso mismo?
–Veo que empiezas a seguirme.
–Perdona, estaba tratando de usar tus herramientas contra ti, pero parece que sigo perdida.
–Mejor suerte la próxima vez.
–¿Y con todo esto querías llegar a...?
–No todos los que vinimos aquí lo hicimos con la misma idea en mente. Quizás, de base, todos creyésemos venir por la misma razón. También es posible que, hasta cierto punto, en aquel momento una parte lo fuese, pero el tiempo pasado aquí ha servidor para que aflorasen las diferencia en cada uno de nuestros acercamientos. Estas diferencias que no solo difieren en cuanto a su forma. Por más que todos busquemos conocimiento, para algunos este solo es un canal a través del que llegar hasta su objetivo nuclear; el poder que otorga su posesión y su control.
–Conocimiento y poder son una misma cosa.
–Por más que se repita esa idea entre los nuestros, siempre he discrepado con ella. Quizás, en ciertos momentos, poder y conocimiento puedan llegar a resultan indistinguibles. Quizás, en ciertos contextos, sean sinónimos. Pero, por más que sea frecuente que ambos conceptos vayan unidos, que a través de uno se logre acceder hasta el otro, esta es una relación que no funciona en ambos sentidos. Ese parentesco no deja de ser una ilusión. Una justificación fácil. El conocimiento es una herramienta. Un medio a través del que alcanzar otros objetivos. Pero el poder no es nada de eso. El poder, en un gran número de sus formas, tiende a ser un fin en sí mismo.
–¿Y eso es lo que sospechas que busca el resto de la expedición? ¿Poder sobre las entidades que puedan encontrar?
–No tengo información suficiente como para afirmarlo, pero sí, es una posibilidad que no descarto.
–¿Y en qué se basa esa sospecha?
–En su actitud y su lenguaje. En gran medida se consideran a sí mismos como seres que se encuentran “por encima” de conceptos que aún no somos capaces de comprender, cuando no “propietarios” o “artífices” de aquello que “descubren”.
–Supongo que eres consciente de que ese afán de “control” que achacas a los demás, visto desde fuera, no se diferencia demasiado del apego y el deseo de protección que os ha llevado a “salvar” al Cúmulo y sus habitantes.
–Podría ponerte mil excusas y matices, pero no. No se me escapa ese detalle. Lo cierto es que cada paso que hemos dado en este proyecto me ha sumido en la duda y contradicciones.
–Por más que nos definamos a nosotros mismos como entidades racionales y lógicas, lo único en lo que destacamos realmente es en nuestra capacidad para abrazar, obviar y retorcer la contradicción.
–Supongo que no podría haberlo expresado mejor. A pesar de esto, los matices son importantes. La clave que hemos de valorar cada vez que tomamos una decisión. Y los detalles que percibo en el resto me preocupan.
–Y esto te preocupa porque... –mientras emite este mensaje, finalmente las piezas encajan en la mente de Mugebe– por lo que sucedió con los betsuteki.
–No. Con los betsuteki no “sucedió” nada –por un breve instante, todo el entorno cambia mientras el mensaje es emitido. El tono distendido y la socarronería impostada que han dominado el discurso de Devas se ven alterados. Esta respuesta deja ver una amargura y una rabia contenida que han estado ahí desde el principio, pero que solo ahora es capaz de reconocer–. A los betsuteki les “sucedimos” nosotros.
–Aquello fue un error. Un accidente.
–Por supuesto. Un accidente. Algo fortuito. No fue nada que hubiésemos podido prever. ¿Cómo íbamos a poder adelantar la manera en la que terminaría una situación como aquella? ¿Cómo anticipar que buscar los límites de entidades conscientes, tratarlos como si fuesen juguetes de nuestra propiedad, terminarían por romperlos?
–Estas siendo muy injusta.
–¡Por favor! Para ser tan inteligentes, hay ocasiones en las que nos comportamos con el más estúpido de los conceptos. El hecho es que los destruimos. Y lo hicimos porque... porque solo nosotros importamos. Porque solo nosotros somos eternos. Los utilizamos porque “solo eran un experimento”. Porque necesitábamos saciar nuestra curiosidad, y eso era lo más importante. Lo único importante. Alimentar el saber a cualquier precio. Sin importar las posibles consecuencias. Sin hacer el más mínimo esfuerzo por tratar de comprender la manera en la que esto afecta al resto. Ellos eran irrelevantes. Estaban “por debajo” de nosotros a todos los niveles. Sin duda, el hecho de que nos fijásemos en su existencia, que les confiriésemos un “nombre”, debió suponer para aquellos seres el mayor honor al que podían llegar a aspirar.
–No voy a discutirte nada de esto –existen infinidad de niveles contenidos por encima de la capa de cinismo que impregna al mensaje que acaba de recibir. Emociones que luchan por sobrepasar la máscara que ha adoptado Devas. Cada expresión, cada idea y cada recuerdo desborda una agresividad y una rabia que resultan casi dolorosas. Exuda una frustración que les agrede a distintos niveles–. Sí, nuestro error destruyó a los betsuteki y alejó de nosotros a los sekai, pero todo aquello ya quedó atrás –mientras recibe la respuesta de Mugebe apenas es capaz de contener todo lo que lucha por salir de su interior–. Sí. Hemos cometido estupideces y aún nos quedan muchas más por cometer, pero hemos aprendido de ellas. Nos han servido para mejorar.
–Oh, claro, ¿cómo no? –apenas logra mantener el control mientras refuerza la capa de cinismo–. Hemos aprendido ¿cómo se me puede haber escapado? –la rabia se atenúa levemente permitiendo a la socarronería recuperar parte de su fuerza– ¿Cómo no he sido capaz de ver cuánto hemos cambiado desde entonces? No fue un “error causado por el desconocimiento”. Fue un paso más en la misma dirección en la que siempre no hemos movido.
–Yo también estuve ahí–le cuesta mantener controlada su preocupación ante lo que percibe en Devas–. Sé lo que pasó –los recuerdos llegan con una viveza que casi resultan abrumadores–. Soy consciente de lo que hicimos y no puedo compartir...
–Lo que tú o yo compartamos es irrelevante –Devas no le deja terminar su exposición, y esto es algo que agradece–. Lo queramos o no, ambas nos encontramos “por encima” de estos problemas –sigue sin ser capaz de saber cómo continuar con su exposición–. Siempre nos hemos enfrentado a ellos “desde fuera”. Jamás hemos tenido la capacidad de acercarnos a ellos de la misma manera en la que lo hacen quienes los padecieron –lentamente, la máscara de cinismo comienza a mostrar nuevas grietas permitiendo a Mugebe intuir con mayor nitidez una parte de lo que se encuentra tras ella–. No. Al menos a día de hoy, “nosotros” no somos víctimas sino artífices de lo que me resulta más preocupante –puede atisbar una tristeza y una impotencia que, no solo son capaces de imponerse sobre la rabia, sino que amenazan con devorar a la propia Devas.
–¿Qué te ha sucedido? –el abatimiento que percibe en su amiga supera con creces a cualquier otra instancia de esta sensación con la que se haya podido encontrar con anterioridad–. No recuerdo haberte visto nunca así. No me cabe duda de la importancia que das a todo lo que comentas, pero lo que más me preocupa en estos instantes tiene muy poco que ver con el tema que estamos tratando.
–Podría preguntaros lo mismo. ¿Qué es lo que os ha sucedido a vosotros? ¿Cuándo os convertisteis en seres que evitan aquellas preguntas cuyas respuestas os pueden resultar incómodas? ¿En qué momento decidisteis que era mejor ignorarlas? –a pesar del contenido de su mensaje, su tono resulta extrañamente afable y controlado– No te preocupes por mí, soy más que capaz de coexistir con lo que llevo dentro –tras el estallido anterior, todas las grietas que percibía han desaparecido–. Vivimos y nos expandimos. Eso es lo que somos. Eso es lo que hacemos –Devas hace gala de una sobriedad que resulta casi contagiosa–. Llegamos hasta lugares donde no somos esperados y los hacemos nuestros. Los moldeamos de acuerdo a nuestras necesidades y nuestros deseos, o al menos eso es lo que nos decimos a nosotros mismos –el tono oscila en diferentes momentos del mensaje, y la máscara parece resquebrajarse de nuevo, pero Mugebe no sabe hasta qué punto ha podido estar interpretando de manera incorrecta todo lo que ha sucedido–. Porque podemos llamarnos “dadores de nombres”, pero estos títulos, estas etiquetas, estas palabras, rara vez son otra cosa que una excusa bajo la que buscar nuevas maneras en las que proclamar lo “grandes”, lo “importantes” y lo “relevantes” que somos.
–¿Eso es a lo que nos reduces a todos ahora? ¿A meros buscadores emociones nuevas y una gloria absurda y vacía?
–Es tentador, pero no. Plantear o defender una visión tan simplista solo serviría para redundar y perpetuar ese error contra el que pretendo alertar. Aun así, no me negarás que la manera en la que nos hemos relacionado con los conceptos híbridos, principalmente en aquellos en cuya creación hemos participado, ha estado siempre muy lejos de ser perfecta. No me negarás que nunca los hemos tratado como otra cosa que no sea un concepto “menor”. Como algo inferior a la suma de sus partes, o a cualquiera de los componentes individuales que los forman. No me negarás que no fue el surgimiento de estas entidades lo que nos llevó a crear o redefinir palabras como “error”, “impuro”, “prescindible” o “aberrante” –Mugebe cree percibir nuevamente rabia, pero no tarda en darse cuenta de su error de apreciación–. Los contemplamos como “algo extraño”. Como algo en cuyo alumbramiento no hubiésemos tenido nada que ver. Como si no conservasen una parte de nosotros en su interior –no es rabia lo que percibe. Sí, está ahí. Siempre lo ha estado, pero no es el centro del debate. No es el motor que mueve sus palabras, sino que estar proceden de una entereza y una serenidad que son capaces de subyugar al resto de las emociones que bullen en su interior–. Decías que te preocupo, pero no lo sientas por mí, siéntelo por ellos. Por los yr’draag y los yunraeh. Por los neimani de los que ya nadie habla. Por todos aquellos conceptos híbridos que hemos traído y concebido en las diferentes realidades a los que hemos llegado. Por aquellos a los que siempre se ha tratados de “inhumanos”.
–Tú misma lo has repetido una y otra vez; cada uno de nosotros es distinto. Somos una suma de excepciones, de eso no hay duda, aunque también hay patrones comunes dentro de estas excepciones. Patrones que dan forma a grupos de intereses dispares. Nuestra historia está repleta de errores, eso es algo que no pretendo discutirte, igual que tampoco negaré la existencia de individuos como los que describes. Pero eso no los convierte en la norma.
–Pero es que el problema radica precisamente en eso. En “la norma”. En lo que consideramos y aceptamos como “normal”. Porque esa palabra y ese concepto no dejan de ser elementos contextuales. Una aglutinación de constructos estadísticos que “la mayoría” da por sentados. El espacio mental en el que cada uno engloba lo que considera “obvio” sin pararse a reflexionar demasiado sobre ello. “Lo normal” es una proyección de lo que queremos creer. De lo que deseamos ser ante nuestra propia mirada. De aquello acerca de lo que no nos apetece reflexionar. Engloba un conjunto de sesgos que disfrazamos como verdades objetivas y relevantes, cuando tanto nuestros sentidos como nuestros intereses no dejan de ser mecanismos subjetivos. Vosotros elegís creer que “la norma” es capaz de aprender de sus errores, y es posible que sea cierto, pero la posibilidad de algo no garantiza su veracidad. Que tengamos la capacidad para llegar a hacer algo no lleva implícita la condición de que intentemos hacerlo, o nos libra de cometer errores en el caso de que lo intentemos.
–Los errores son inevitables.
–No todos lo son, y no todos tienen el mismo coste.
–Centrarte tanto en los detalles no te deja ver la imagen general.
–Lo general no existe, igual que tampoco existe “lo normal”. Os gusta pensar en esos términos. En “la actitud general”. En que formáis parte de “una mayoría” de personas. Entre aquellos que están “en contra” de aquello que os desagrada. Y es ahí donde yo difiero con vosotros. Quizás mi discrepancia puede ser vista en primera instancia como un matiz superfluo, y quizás lo sea, pero dentro de mi orden de prioridades, “ese” matiz resulta crucial. Porque no creo que “lo normal” sea posicionarse contra el problema que os he descrito, sino que lo que veo es que lo que hace “la mayoría” es evitar pronunciarse a ese respecto. Lo normal es evitar el conflicto sobre todo cuando se trata de un tema tan “trivial”. Algo que “la mayoría” considera que no tiene coste alguno. Ignorar la posibilidad de este camino que seguimos termina por llevar a los mayane undalath, los jonudi o los irata a cortar cualquier tipo de relación con nosotros.
–No soy capaz de seguir los saltos lógicos que has dado para llegar hasta esta conclusión.
–No me parece tan complicado. Tan solo has de invertir los papeles. Piensa en esto. En lo que sucedería en el caso de que descubriésemos que alguno de estos conceptos considerase nuestra mera existencia como el origen de grandes cantidades de inquietud y desconfianza.
–Hemos coexistido con ellos durante mucho tiempo. Nos conocen lo suficiente como para ser capaces de saber que las reticencias de unos pocos no van a condicionar al conjunto de los nuestros.
–No harías asa afirmación de haber reflexionado un mínimo sobre el asunto. En el caso de comprender que se nos considera poco más que una mera curiosidad científica o, peor aún, como una amenaza potencial, la respuesta de un gran número de los nuestros sería la misma: poner fin a la incertidumbre o la amenaza. “Lo normal” sería destruirlos o, en caso de no vernos capaces, alejarnos de ellos.
–Y crees que ellos harán lo mismo.
–Vaya, no esperaba esta respuesta. No discutes mis postulados. Pareces dar por hecho que, antes o después, sucederá.
–No has expuesto nada que no se me haya pasado por la cabeza con anterioridad. Supongo que esto es algo sobre lo que todos hemos reflexionado en algún momento.
–Sin embargo, no se trata de una idea que se lleve hasta los demás en abierto. No es algo que forme parte de las conversaciones que tienen lugar dentro de la esfera del plano mental de comunicaciones, sino que, salvo por “las excepciones”, se trata de un tema que os lo guardáis para vosotros. ¿Qué dice eso de “la norma”?
–Dice que no hablamos acerca de aquello que desconocemos.
–Esa afirmación es falsa. Si hay algo acerca de lo que hablamos, es precisamente de eso. Despejar incógnitas es uno de nuestros motores.
–Entonces, ¿cuál es tu explicación?
–Que hay conceptos a los que no queremos poner nombre. Sensaciones que nos desagradan a las que no queremos otorgar la entidad que sabemos que tienen. Órdenes de magnitud dentro del espectro empático que nos negamos a reconocer. A los que dejamos crecer descontrolados sin atrevernos a etiquetarlas, concretarlas y reconocerlas ante nosotros mismos.
–Cierto es que aún existen muchas respuestas con las que no hemos logrado dar, pero afirmar que nos negamos a reconocer intencionadamente algo que puede afectarnos me parece absurdo. Si no hemos logrado establecer una comunicación fluida con los conceptos no humanos no es porque hayamos dejado de intentarlo en algún momento, sino por la complejidad inherente a la tarea. A pesar de todo el tiempo transcurrido, en ocasiones seguimos teniendo dudas acerca de si se les puede aplicar la misma concepción de “inteligencia” que utilizamos para definir a la nuestra.
–Y, por supuesto, eso es algo “importante”. Nosotros somos la vara de medir de la existencia. Si son equiparables a notros, son “aceptables”. En caso contrario, son “otra cosa”. Algo “inferior”.
–Eres tú quien está estableciendo esa equivalencia.
–Otra afirmación falsa. Esa misma equivalencia se la hemos aplicado a multitud de entidades con anterioridad.
–Cierto, pero sabes perfectamente que aquellos casos eran muy diferentes a estos de los que estamos tratando.
–Cada caso es único y diferente. Lo único que tienen en común todos ellos somos nosotros y las barreras arbitrarias que establecemos.
–Porque seguro que los demás carecen de sus propias arbitrariedades.
–En gran medida, ese es mi temor y mi esperanza.
–No te sigo.
–De ser cierto eso, creo que esa sería la razón por la que aún permanecen a nuestro lado. De ser “como nosotros”, una vez que lograsen comprendernos, o nosotros lográsemos comprenderlos a ellos, ese sería el momento en el que comenzarán los problemas de verdad.
–No te entiendo... ¿no quieres que lleguemos a comunicarnos con ellos?... creía que defendías todo lo contrario. Creía que eso era lo que os había llevado a salvar a los habitantes del Cúmulo.
–Ojalá tuviese una respuesta clara y sencilla para esa pregunta, pero no la tengo. Busco algo que no sé hasta qué punto es lo que debo conseguir. No sé si podemos llegar a obtener lo que buscamos sin que esto conlleve la pérdida de lo que ya tenemos. ¿Podemos llegar a comunicarnos con ellos en algún momento sin que este logro los convierta en algo diferente? No lo sé. Al menos no sé si eso puede llegar a suceder sin que eso los transforme en algo más parecido a nosotros, con todo lo bueno y todo lo malo que eso puede acarrear.
–Y así es como pasamos los días por aquí –finalmente, Yago rompe el silencio que ha mantenido durante la conversación–. ¿De verdad quieres perderte todo esto volviendo a casa?
–Una aportación la tuya sin duda muy meditada –junto al silencio de Yago, su comentario también sirve para romper la tensión–. Se nota que has reflexionado mucho acerca de tu posicionamiento en este debate.
–Supongo que será mejor dejarlo aquí, porque está claro que este no es un tema que vayamos a resolver ninguno de nosotros, mucho menos aquí. Por otro lado, esto sirve para reafirmar las razones por las que os quiero tanto a este tarugo y a ti. Por más que podamos discrepar, lográis que albergue una esperanza, aunque muy mínima, de estar equivocada.
–Ha sido un viaje ciertamente extraño este, y he encontrado cosas que no esperaba a muchos niveles.
–No puedes hacerte a la idea de lo cansada que estoy de escuchar a “los nuestros” una y otra vez decir cosas como que somos los “Señores del gran esquema” o los “Grandes arquitectos” para referirse a ellos mismos. Cuando se ponen en ese plan, me gustaría pertenecer a cualquier otro grupo conceptual.
–No seas tan rápida en tus juicios. Todos hemos sido muchas cosas a lo largo de nuestras existencias. Todos nos hemos equivocado. Abandonar los viejos ciclos y los viejos patrones de actuación rara vez resulta sencillo.
–No se trata de un problema de forma sino de fondo. Lo que determina “qué” somos tiene poco que ver con los espacios axiomáticos que ocupamos. Lo queramos o no, todo aquello en lo que nos convertimos es “humano”, igual que lo termina siendo en mayor o menor medida todo aquello que entra en contacto con nosotros.
–Y es aquí donde nuestras percepciones del asunto difieren –Yago vuelve a tomar la palabra. Al mismo tiempo, Mugebe es capaz de percibir que comienza con los preparativos para algo más. Para algo que sabe que llegará tras su comentario–. Devas, al igual que otros muchos, he de decir, tiene la costumbre de atribuir cualidades “humanas” a entidades que no lo son. No digo que ninguna de los conceptos que ha mencionado sea incapaz de poseer o desarrollar estas características, pero eso no quiere decir que, en el caso de adquirir estas características o cualidades, otras entidades se relacionasen con ellas de la misma manera en la que lo hacemos nosotros.
–Porque, por supuesto, todos nosotros hacemos el mismo uso de las características comunes que poseemos. Eso, claro está, siempre que también aceptemos que una cualidad que no puede ser usada de la misma manera que otra realmente pueda ser considerada como “la misma”. Todo esto, claro está, sin entrar a definir a qué nos referimos con “entidades no humanas”.
–Matices, matices.
–Matices en los que radica el núcleo de nuestras discrepancias. Matices que, dependiendo del contexto del que hablemos, incluyen o dejan fuera entidades como los conceptos híbridos, humanos de segunda generación o aquellos de los “primeros” que han optado por ligarse a extensiones orgánicas.
–De acuerdo, quizás se trata de algo más amplio y complejo que meros matices.
–De cualquier manera, y por mas que disfrute de nuestras discrepancias, escuchar una enumeración de todas nuestras discrepancias seguro que es lo que menos le apetece a nuestra invitada.
–Seguro que gano en perspectiva pero, antes de que continuéis con lo que sea que tenéis preparado para soltarme, hay un par de cosas que desearía comentar.
–Por supuesto. Adelante.
–La primera es que parece claro que pasáis demasiado tiempo juntos y solos. No os vendría mal reconectar con el plano mental de vez en cuando e interactuar con otras personas. Existen muchos más puntos de vista interesantes que aquellos a los que podéis llegar por vosotros mismos.
–Anotado.
–Lo segundo que quería hacer notar es que, a cada momento que pasa, me parece más obvio que no habéis sido sinceros conmigo. Este debate es algo preparado. Me habéis hecho una encerrona para ver qué tal respondía a vuestras teorías.
–No negaré que, por mi parte, había curiosidad –la complicidad y el desenfado de Yago vuelven a dominar todo el espectro comunicativo local. El cambio ha sido tan abrupto que casi tiene la sensación de encontrarse en otras coordenadas–. Lo reconozco. Hace mucho tiempo que esperaba una oportunidad para comprobar hacia qué lado te decantarías en una de nuestras discusiones. Pero esto no ha sido nada preparado de antemano. Claro está, tampoco os voy a mentir fingiendo que me ha sorprendido en lo más mínimo que mi compañera saltase de la manera en la que lo ha hecho –el momento de tensión ha pasado y el titiritero se permite el lujo de mostrar los hilos con una complicidad, un descaro y una inocencia que no sabe si encontrarlas enervantes o divertidas.
–¿Practicas a menudo esta clase de emboscadas con otros visitantes?
–Supongo que el comentario es merecido.
–Déjate de suposiciones y evasivas. No puedo disculparme por las acciones de este tarugo, pero sí por las mías. Ten por seguro que, pese a la crudeza y la intensidad que mi mensaje ha tenido en ciertos momentos, no se trataba de nada dirigido directamente hacia tu persona. Pese a lo que pueda haber parecido, en ningún momento he pretendido atacarte. Parece claro que la dedicación absoluta que hemos tenido a nuestra investigación durante el último medio millón de años ha condicionado la manera en la que nos relacionamos con cualquier otra idea.
–No te preocupes, no me cabe la más mínima duda de lo que me estas diciendo. La obsesión es algo que nos ha cegado a todos en algún momento de nuestra existencia. Por otro lado, he de reconocer que tu discurso ha servido para orientar mi curiosidad hacia territorios que nunca habían llamado mi atención. Me voy con muchas cosas sobre las que penar, pero ninguna que me preocupe tanto como lo que he visto en ti.
–No es necesario que te preocupes por eso, ya lo hicimos nosotros durante un tiempo.
–Somos conceptos llenos de contradicciones –el mensaje de Yago llega de manera abrupta–. Afirmamos que el tiempo no hace mella en nosotros pero, al mismo tiempo, reconocemos abiertamente que necesitamos de él para cambiar y aprender –tanto su forma como su fondo resultan chocantes. Tan fuera de personaje que casi le cuesta localizar su origen e identificar a su emisor–. Por más que pretendamos estar por encima de muchas cosas, no todos los aspectos que nos conforman son igual de impermeables a su proximidad o su influencia. Todo aquello con lo que interactuamos nos condiciona, ya sea por influjo, por afinidad o por oposición –solo ahora Mugebe es capaz de ver también en él algún vestigio de lo que ha percibido en su compañera–. Con esto, por más que tratemos de obviar el transcurrir de los instantes como un factor determinante de nuestro devenir, lo cierto es que nuestra percepción y comprensión de la realidad no dejan de ser elementos íntimamente ligados al fluir del tiempo.
–Ahora también me preocupas tú. ¿Por qué me habéis ocultado esto que os ha sucedido?
–No te hemos ocultado nada. Esto que te resulta tan anómalo nos ha acompañado durante tanto tiempo que ya forma parte de nuestra esencia. Sin ello, no seríamos “nosotros”, sino “otra cosa”. Hemos estado separados durante mucho tiempo y, como consecuencia de esto, hemos evolucionado de maneras diferentes. Nos hemos visto expuestos a la influencia de conceptos que el otro no ha conocido. Nos hemos adaptado a contextos que ya no existen, de la misma manera en la que lo has hecho tú. Es tan sencillo y tan complejo como eso, pero no es algo exclusivo de este lugar. Pasado el tiempo suficiente, todos nos convertimos en extraños incluso para nosotros mismos. Por más que no seas capaz de identificarlo o cuantificarlo en el primer plano de tu consciencia, una parte de ti sabe que tú tampoco eres la misma persona que dejamos atrás cuando abandonamos Adai. Eso mismo también es aplicable a quienes te han acompañado y quienes habéis dejado en la realidad que nos vio nacer, pero el haber permanecido junto hace que esos cambios más o menos sutiles o graduales hayan pasado desapercibidos a vuestra propia percepción.
–Por lo que puedo deducir, parece que las sorpresas en este lugar no terminan nunca.
–Ya nos conoces –por un instante Yago recupera el tono cómplice con el que ha estado presente desde que llegó–. Siempre viene bien tener una voz discordante a mano, y eso es algo que históricamente se nos ha dado muy bien. Si hay algo que compartimos todos los aquí presentes, yo diría que es que ninguno está tan ciego como para ignorar que hay ciertos puntos de vista que se te pueden escapar –lentamente, tanto su estado como el tono que imprime al mensaje van fluctuando de maneras que Mugebe no es capaz de interpretar–. El “todo” no solo es mucho más grande que nosotros, sino que también supera a cualquier cosa que podamos imaginar. Lo que nos queda por descubrir supera en un orden de magnitud incalculable a lo que ya conocemos.
–Si con esto pretendes validar tu teoría referida al tiempo y las múltiples maneras en las que nos relacionamos con él, lo has conseguido plenamente. He permanecido aquí junto a vosotros durante más de dos siglos, y en estos últimos instantes he descubierto más aspectos vuestros que todos los que he sido capaz de percibir desde que llegué.
–No se trata de una sensación unidireccional. En gran medida, tú y los tuyos continuáis siendo un gran misterio para nosotros.
–Por más que confiemos en nuestras capacidades perceptivas y en las conclusiones que obtenemos a través suya de la realidad, no dejan de ser unas herramientas tan imperfectas como lo somos nosotros mismos. Mecanismos que evolucionan junto a las entidades en las que nos transformamos. Lo que somos, lo somos ahora. Quienes fuimos antes carece ya de sentido, y quienes seremos después está condicionado por las decisiones que tomemos en este instante.
–Y aquí es donde discreparemos una vez más, al menos en parte. No podemos ignorar lo que fuimos, porque sigue formando parte de nosotros. Podemos tratar de obviarlo o avergonzarnos de ello. Podemos tratar de mantenerlo bajo control o repudiarlo. Pero eso no cambia los hechos. No cambie lo que fuimos. Esa parte sigue ahí acompañándonos. Lo hace y nunca dejará de condicionar lo que seremos olos caminos que tomaremos a continuación.
–Una vez que hemos llegado hasta aquí, ¿hacia dónde te llevarán ahora tus decisiones?
–Supongo que de vuelta a casa. Os echaré de menos como llevo haciendo desde que os fuisteis y, al igual que entonces, quedarán miles de conversaciones por terminar. Pero, a pesar de esto, creo que ha llegado el momento. También quedaron muchas cosas por continuar allí.

–––––––––––––––––––

Silencio en todo el espectro. Eso es todo cuando es capaz de percibir procedente de los miembros de la expedición que que regresa hacia Nansalar desde que abandonaron el Cúmulo. En lo que respeta a Mugebe, el conjunto de individuos que comenzó este viaje regresa como algo muy distinto. Ya no son un equipo o un grupo. Regresan como una serie de personas a las que no sabe si conoce.

Ninguno de los miembros de la expedición ha compartido con ella ningún dato referido a sus experiencias recientes. Al menos, eso es todo cuando puede percibir aquellas partes de ella que tratan de valorar este hecho. El resto de su ser está demasiado ocupado para trata de analizar cualquier cosa que suceda más allá de su masa conceptual. Sumida como está en sus propios pensamientos, no dejar entrar nuevos impulsos del exterior. Ni siquiera es consciente de la existencia de estas señales y de la manera en la que las está reflectando. Las dudas y preguntas que han estado recorriendo sus procesos mentales desde que su última conversación se han convertido en una barrera que impide que cualquier otra idea los alcance.

Sabe cuál es el origen de su inquietud, puede ubicar con claridad su inicio, pero no es capaz de concretar o comprender su porqué. Fragmentos sueltos de la última conversación regresan hasta sus pensamientos una y otra vez. Regresan entrelazados con elementos cuya presencia no recuerda haber percibido mientras esta tuvo lugar.

–¿Qué me sucede?

Ninguna de las ideas tratadas durante aquella charla le resultó novedosa o sorprendente. De eso no le cabe duda. Tampoco ha experimentado nada dentro de las coordenadas o el contexto del Cúmulo que se aleje demasiado de otras vivencias pasadas. Ella estaba ahí cuando la humanidad comenzó a forjar sus primeros mecanismos de comunicación. Ella estaba ahí cuando surgieron las primeras preguntas. Cuando se plantearon por primera vez quiénes eran y cuál era su papel dentro del gran esquema. Cuando se plantearon las primeas hipótesis. Cuando se resolvieron las primeras incógnitas. Ella estaba ahí... pero ahora observa todos estos momentos de su pasado desde una infinidad de nuevos prismas. Puntos de vista de los que no disponía cuando ella y los suyos dieron forma a los primeros mecanismos de comunicación. Cuando comenzaron a hacerse preguntas. Cuando estas herramientas a las que dotaron de significado unía por primera vez lo que estaba disperso a lo largo y ancho de infinitas realidades. Ella estaba ahí cuando trataron de concretar lo abstracto. Cuando “palabra” y “nombre” dejaron de ser ideas apenas esbozadas que flotaban en el torrente incontrolable de la esfera del plano mental. Ellos “eran” antes de la existencia de “ellos” o “nosotros”. Antes de alumbrar conceptos como “él” o “ella”. Antes de sentir cualquier tipo de vinculación o identificación con estos términos. Antes de cada una de sus redefiniciones y resignificaciones. Ella ha presenciado y ha sido partícipe de cada nueva matización. corrección e incorporación que han recibido la humanidad. Ha participado de cada paso recorrido. De lo que fue, es y aspira a ser esta idea. De cada paso que ha dado la forja de este constructo comunal. Ha estado presentes cada vez que estas reflexiones han sido emitidas. Poco importa que ella estuviese allí. Poco importan todas las lecciones aprendidas. Poco importa ser una entidad más vieja que el mismo lenguaje. Este conocimiento no le sirve para nada. Ninguna de estas vivencias, ninguna de estas lecciones, le resulta de utilidad a la hora de enfrentarse al conflicto que tiene lugar en su interior.

Su parte racional le repita una y otra vez que las experiencias que ha vivido dentro del Cúmulo no han sido tan excepcionales. Que nada de cuanto ha acontecido ahí tendrían que resultar más relevante que cualquier otra situación trivial de cuantas ha experimentado con anterioridad. A fin de cuentas, este tipo de sucesos no dejan de ser acontecimientos que se repiten cíclicamente a lo largo y ancho de las diferentes realidades. Al igual que ha sucedido con otros tantos eventos en los que ha participado, con el transcurrir del tiempo debería convertirse en uno más de los ecos lejanos que habitan sus pensamientos. Pero no es así. No lo percibe así. No lo siente así. El problema no en esos recuerdos, sino en ella misma. Algo ha cambiado en su interior pero desconoce sus dimensiones o su repercusión y, lentamente, esa sensación se va apoderando de todos sus procesos. Una porción insignificante de información capaz de poner en duda todo cuanto es. Un segmento que se ve incapaz de localizar o reconocer.

Analiza de manera exhaustiva cada mensaje y cada armónico de cuantos ha intercambiado durante su estancia en el interior del Cúmulo. Cada acción llevada a cabo y cada reacción derivada de ellas. Cada interacción y cada reflexión. Todo lo que encuentra son eventos y cuestiones que ella misma ya ha llegado a encontrarse o plantearse en diferentes momentos de su existencia. Preguntas para las que nunca ha necesitado una respuesta única, concreta y urgente. Que nunca la han llevado a sentirse tan desconectada de todo aquello con lo que siempre se ha sentido identificada.

Pero en estos momentos no se ve capaz de identificarse con ninguna de la infinidad de fases por las que ha pasado a lo largo de toda su existencia. No se reconoce en el conjunto puro de datos ni en las carcasas orgánicas que ha habitado. No se reconoce en “él” o “ella”. No se ve reflejada en quienes la rodean o en quienes acaba de abandonar. Es incapaz de establecer ningún tipo de vínculo con quien recuerda haber sido, o con el mismo concepto de “lo humano”. Fases y sensaciones ya superadas tantas veces que esta no debería suponer ninguna diferencia. No es la primera ocasión en la que duda la validez de este concepto al que ayudó a dotar de sentido, de la misma manera en la que tampoco es la primera vez que ha dejado de sentirse representada por él. Ese no es el problema. Lo sabe. Nunca ha necesitado de una sensación de pertenencia para saber qué y quién es. De ser así, se habría visto sometida a sensaciones similares cada vez que ha partido de su hogar. Cada vez que ha necesitado adoptar formas y esencias “inhumanas”. Cada vez que ha perdido la capacidad de acceder hasta la esfera mental. Cada vez que se ha visto aislada del resto de “los suyos”. La cantidad de ocasiones en las que, ya sea de manera voluntaria o involuntaria, ha dejado atrás su condición inicial es tan elevada que no es capaz de enumerarla. Se ha reconstruido bajo tantas formas y condiciones que, con frecuencia, se ha preguntado por cuánto puede quedar en quien es hoy de aquel ser que cobró consciencia hace ya tanto tiempo. No, estas dudas y estas preguntas no son nuevas, sino que le han acompañado casi desde la primera vez que el primero de los suyos trató de acotar lo que son. Pero, hasta este instante, estas preguntas nunca habían dejado de ser ejercicios retóricos. Cuestiones fútiles y carentes de cualquier tipo de aplicación dentro del territorio de “lo real”. Es capaz de recordar todo esto. Capaz de acceder hasta todo aquello que alguna vez ha dado por cierto. Pero lo que no logra encontrar en estos recuerdos son respuestas satisfactorias. El conocimiento no logra silenciar la duda. No es capaz de impedir que se propague a lo largo de todo su ser. Que impregne todas sus certidumbres hasta sepultar a la persona que inició este viaje. Cualquier vinculación que pueda haber sentido hacia “lo humano” se ve cuestionada. Se transforma en algo fortuito y fuera de su control. Lo único que es capaz de ver con claridad son los elementos que la separan de aquellos a quienes conoce y aprecia. Se trata de una “verdad” de la que siempre ha sido consciente. Una máxima universal.

Recuerda las palabras de Devas; todos son únicos de una manera u otra, pero sentirse “única” nunca antes le había generado semejante desasosiego. Una vez más, solo son palabras. Sonidos e imágenes utilizadas para expresar ideas. Ninguna de ellas cambia nada de lo que “es”. Las palabras pueden ser utilizadas para describirla, pero no la definen. No determinan o condicionan su naturaleza. El lenguaje no la moldea. No dota de ningún sentido especial a su existencia. Solo es una herramienta inventadas por... ¿por quién?.

La primera respuesta que llega a esta pregunta es “por los suyos”, pero ahora duda de la existencia de nada parecido. ¿Acaso existen “los suyos”? ¿Acaso existe alguien más como ella?

La sensación se ve alimentada por todas las ideas que llegan hasta el primer plano de sus procesos mentales. Da nueva fuerza a conceptos que creía superados. A constructos acerca de los que hace mucho que no reflexiona, pero que por primera vez son capaces de abandonar el plano teórico para convertirse en algo muy real. En algo casi tangible. Locura y obsesión solo son dos de ellos, pero el que impacta en ella con mayor fuerza es otro. Soledad.

Hasta donde llega su memoria, no recuerda haberse sentido nunca antes tan sola. Tan incapaz de enfrentarse al torrente de sensaciones, emociones e impulsos que la invaden. La sensación de aislamiento que experimenta le resulta tan colosal e inabarcable que no puede equipararla con nada que haya conocido. Cada pensamiento que surca su mente la atraviesa y parece tirar de su masa conceptual en una dirección diferente provocando que su misma coherencia estructural se vea comprometida. No puede separar causa de consecuencia o diferenciar acción de reacción. Lo único que sabe es que estos impulsos la abruman. Que la arrastran hacia una espiral descendente donde la esperan emociones que nunca ha experimentado. Hacia direcciones que no desea recorrer.

Su mente solo es capaz de pensar en una cosa. En la posibilidad de que su existencia se vea reducida a esto. Se siente atrapada en su mismo interior. Incapaz de escapar de ella misma. Inmersa en un bucle infinito de reflexiones que sabe absurdas. Nunca antes el deseo de saber y la necesidad de encontrar nuevas preguntas y respuestas le ha resultado tan amenazante. Tan inútil. Todo lo que siempre ha dado sentido a su existencia ahora le resulta totalmente ajeno.

Su interior se encuentra sumido en una batalla. Miles de impulsos contradictorios se generan a cada instante, pero estas señales mueren poco después de ser alumbradas. No sabe si ha de considerar estos pensamientos como algo aberrante o aceptarlos como algo inevitable. Si debe tratar de frenar el avance de estas sensaciones o ha de abrazarlas con resignación. Si ha de escuchar a aquellas partes de su ser que consideran esta como una causa perdida o si ha de luchar contra ellas.

Se ve incapaz de concebir nada que pueda existir y propagarse más allá de esta sensación. Vaga a la deriva sin posibilidad alguna de comprender los lugares que atraviesa, o el efecto que genera en su entorno. Su trayecto no se ha detenido en ningún momento, pero no tiene visión, interés o conocimiento de lo que sucede a su alrededor. Ha perdido el deseo de llegar a ninguna parte. La voluntad de luchar contra lo que le sucede. Lo único que es capaz de percibir ante ella es una eternidad de incertidumbre. De confinamiento dentro de su propio ser. Una sensación que se propaga lentamente consumiendo de manera inexorable todo foco de resistencia que encuentra en su camino.

Pero.
De manera esporádica, llega hasta el primer plano de su consciencia un “pero”. Los últimos vestigios de esa porción de ella continúa resistiendo. Esa que sabe que siempre hay “un pero más” no deja de rebelarse contra esta certidumbre que sabe absurda. Esa que nunca deja de dudar, aun cuando los datos confirman una teoría. La que le dice que siempre hay una excepción a la espera de ser descubierta. Todo cuanto creen saber ha de ser puesto en duda. Nada sea tan simple como lo muestran los primeros análisis, pero tampoco es tan complejo como para no poder ser desentrañado. Al mismo tiempo, nada es inmutable. No importa los datos que tengan. No importa la cantidad de veces que sus experimentos confirmen sus teorías. La realidad se encuentra en un constante flujo de refactorización. Estos son los axiomas que siempre se han mostrado ineludibles. La verdad a la que esa ínfima porción de quien fue se aferra. Sabe que esta sensación ha de tener una explicación y una salida. Solo ha de continuar buscando esos “peros”. Esas respuestas que permitan a su parte racional abandonar este estado de apatía en el que se encuentra sumida. Quizás todo el resto de cuanto “es” trate de conducirla hacia el nihilismo, pero esa parte aún resiste. Su parte más primaria se niega a la resignación. Se niega a a aceptar que no existan alternativas. Por más aislada que pueda sentirse, por más única e incomprendida que pueda considerar su existencia, por más incognoscible que sea su firma energética al ser comparada con cualquier otra, nada de eso niega a la persona que ha sido hasta este instante.

El aislamiento no logra anular la totalidad de cuanto ha conocido y cuanto ha sido. No logra sepultar a esa parte de ella que aún es capaz de recordar y aferrarse a estas memorias. La que no solo sabe que “existe”, sino que también recuerda que no está sola. Quizás esa parte que aún lucha no pueda sentir la presencia y la cercanía de los demás, quizás no sepa cómo establecer contacto con cuanto existe más allá de sus propios procesos mentales, pero saber que están “ahí” le es suficiente.

Cuanto queda de la persona que fue sabe que no podrá encontrar la ayuda que necesita en su interior. Necesita salir desesperadamente, pero no es capaz de atravesar las infinitas capas de soledad, aislamiento y desesperación que la separan del “exterior”. Trata de encontrar maneras de establecer un contacto, cualquier tipo de contacto, pero sus intentos por avanzar a través de esta masa conceptual que no se ve capaz de reconocer se ven frenados por oleadas súbitas de incomprensión. Cada nuevo pensamiento y cada nueva intentona de sobreponerse a cuanto le sucede solo sirve para minar un poco más sus fuerzas. Para alimentar a sus inseguridades más profundas. Consolida y reformula un poco más las barreras que la confinan. Cada intento de utilizar la lógica y la razón la lleva hasta nuevas “razones” que alimentan al impuso que le obliga a permanecer encerrada en sí misma. Cada reflexión obtiene como respuesta una contra destinada al refuerzo de una lógica que sabe retorcida, pero de la que no es capaz de zafarse. A cada paso que da recorriendo los recovecos de su ente mayor, trata sin éxito de no verse afectada por lo que encuentra en ellos. Por una tempestad de dudas que la ralentizan, desvía y aleja poco a poco de su destino.

El tiempo, esa fuerza que siempre le ha resultado irrelevante, pasa a convertirse en un antagonista imbatible. Cada instante que permanece en el interior de su propia masa conceptual resulta agónico. Todo cuanto fue y conoció se ha transformado en un laberinto cuyos caminos no dejan de cambiar. Pese a que estos cambios no parecen ser actos conscientes, esta conclusión no trae con ella consuelo alguno. Viajando entre estos estertores y convulsiones aleatorios, se ve incapaz de trazar ningún tipo de plan. Su avance no puede basarse en el conocimiento que posee. Cada vez que se encuentra próxima a lo que considera que puede ser alguno de los límites fronterizos de esta entidad en las que se ha convertido, trata de generar una señal que se propague más allá de sus fronteras, pero no puede saber si ha tenido éxito en su intento. Quiere creer que si que lo logra. Que esta podrá ser percibida por sus acompañantes. Pero lo único que es capaz de saber a ciencia cierta es que, a partir de un instante indeterminado, su mensaje parece entrelazarse con el ruido que la rodea y desvanecerse más allá de donde alcanzan sus sentidos. En ningún momento llega a saber si cualquiera de ellos logra sobrepasar los límites de su masa conceptual. No sabe cuántas capas de distorsión y aleatoriedad más han de atravesar. No sabe si al hacerlo se convertirán en algo ininteligible para sus destinatarios. A su vez, tampoco sabe si una hipotética respuesta puede estar llegando hasta ella sin que sea capaz de percibirla.

Lentamente, el desánimo va ganando fuerza en ella. Los pensamientos que se consolidan son aquellos que alejan de ella cualquier tipo de esperanza. Jamás podrá escapar de aquí. Continuar luchando carece de sentido. No va a encontrar ayuda en ninguna porción de quien fue.

Cada nueva intentona solo sirve para generar mensajes más irregulares y confusos. A medida que esto sucede, llegar hasta su destino se transforma en algo menos vital. Su propósito se desvanece como si nunca hubiese estado ahí. El mensaje se convierte en un automatismo de cuya existencia ni siquiera es consciente. La acción en sí misma carece de cualquier valor. El sentido de llevarla a cabo escapa a su comprensión. Todo carece ya de cualquier razón de ser hasta que la consciencia regresa de manera súbita. Hasta que es consciente de un estímulo externo ha llegado hasta ella. Hasta que comienza a identificar con claridad un patrón que no ha sido generado por ella. Ciertos impulsos que es capaz de reconocer dentro de la cacofonía caótica que es su interior. Señales ajenas cargadas de empatía y preocupación. Frecuencias cálidas que se funden y logran reactivar otras partes de su ser.

No sabe desde cuándo han estado “ahí”. Cuántas capas de incertidumbre han tenido que atravesar. Lo único que sabe es que esas señales no son “suyas”. Que no han sido formuladas por ninguna de las fases por las que ha atravesado. Que todas ellas han logrado superar las barreras que la separan del exterior y propagarse a través de todo su ser hasta llegar a los últimos vestigios de su yo consciente. No es hasta que comienza a vibrar de manera armónica con ellas que es capaz de comprobar que han estado ahí casi desde el primer instante. Avanzando con lentitud en busca de alguna porción de Mugebe capaz de procesarlas. Tratando de consolidar sus posiciones dentro del cúmulo de inseguridad y sufrimiento que lo inundaba todo. Sigue sin ser capaz de comprender este mensaje, pero el conocimiento de su mera existencia supone un cambio significativo en su lucha. Quizás apenas sea percibido como una estrella lejana, pero su brillo es suficiente para dar nueva luz a este universo que habita. Un punto de apoyo sobre el que poder construir no ya a la persona que fue, sino a la que necesita ser para coexistir con todo cuanto sucede en su interior. Para encauzarlo.

Reconoce los términos y la intención del mensaje, pero aún se ve incapaz de procesarlos o responder. Ha perdido la capacidad de relacionarse con lo que antes le resultaba instintivo. Su aislamiento es tal, que ni siquiera puede conectar con aquellas partes de sí misma para la que estas preguntas tuvieron sentido en algún momento. Aun así, algo en esta señal despierta lugares recónditos de su memoria. Vestigios perdidos e inconexos que traducen estas señales como...

–¿Qué te sucede? ¿Qué podemos hacer para ayudarte?

Pero algunas partes de ella luchan contra esta conclusión. La consideran algo absurdo Carente de cualquier tipo de sentido. No pueden estar preguntándole eso. ¿Acaso no pueden percibir lo que a ella le resulta tan obvio? ¿Acaso no son capaces de comprender la futilidad de todo? Los fragmentos infectados de su mente ya conoce las respuestas a estas preguntas. No hay lugar para la esperanza o la duda. Por supuesto que lo ven. Claro que lo comprenden. Por eso no se acercan. Por eso se limitan a arrojar sus preguntas desde la distancia. Desde tan lejos que ni siquiera es capaz de percibirlos. Acercarse a ella, entrar en contacto con la verdad, supone un riesgo que no están dispuestos a aceptar. Piensa en ellos con desprecio. Con desagrado ante la complacencia y el autoengaño en los que se los imagina regodeándose. ¿Cómo ha podido estar tan ciega durante tanto tiempo? ¿Cómo ha podido pensar en algún momento que compartía algo con estos seres? Con aquellos conceptos que un día consideró sus iguales pero con los que ahora sabe que no tiene nada que ver. Con estas criaturas cuya mera existencia solo sirven para enfatizar lo sola que está. No. En ellos no va a encontrar ninguna ayuda. No puede aspirar a...

El contacto es súbito e inesperado. En su mente no había espacio para esta posibilidad. Nada procedente del exterior podía entrar en contacto con ella. No era consciente de la manera en la que los demás habían estado luchando contra las barreras que ella misma había erigido para mantenerlos alejados. No podía percibir la manera en la que las masas conceptuales de sus acompañantes las atravesaban y sorteaban.

La calidez que genera su mera proximidad resulta tan estremecedora, tan íntima, que sacude a todo cuanto es en un espasmo involuntario. En una reacción espontanea que devuelve el control a esa ínfima parte de ella que aún recuerda una existencia en la que la esperanza tiene cabida.

Una vez superada la sorpresa y el aturdimiento, el conflicto se reanuda. Estas emociones se ven superadas por las de la culpa y la vergüenza en la lucha por el control. Son ellas quienes se enfrentan ahora a la rabia y el dolor. A todo lo que permanece en su interior buscando un nuevo lugar que ocupar. Un foco hacia el que dirigir su atención. Cada fragmento de quien fue se encuentra al acecho. Expectante de la nueva entidad que surgirá como consecuencia de esta situación. Alerta por la manera en la que esto puede condicionar el estado de los conflictos en curso.

El tiempo se dilata de maneras que nunca antes han experimentado mientras el nuevo ser toma consciencia. En su interior la batalla no ha cejado en ningún instante. La tregua no tarda en romperse mientras cada recoveco de su propio ser cuya existencia desconocía trata de hacerse con el control. La virulencia con la que salen a la luz le desconcierta. Le provoca el deseo de retraerse de nuevo hasta la paz del vacío, pero logra imponerse sobre este impulso. La nueva Mugebe no tarda en ser consciente de lo retorcido de sus pensamientos. De lo errado de sus conclusiones. De todo lo aberrante y dañino que continúa albergando en su seno. De todo el ruido que silencia a esa pequeña parte de sí misma que, aun agotada, continúa tratando de hacerse escuchar. Esa que, aun sin esperanzas de triunfo, no ha dejado de moverse. De trasladarse hasta aquellas porciones de ella que han sentido de manera más íntima el contacto de sus compañeros. Esa que finalmente logra obtener su atención.

Esta es la única ventana de la que dispone para contemplar la realidad que realmente existe más allá de ella misma. Su presencia le sirve como filtro para los mensajes de sus amigos. A través de ella puede sentir toda la calidez que transmite su contacto. Puede sentir su preocupación sincera antes de que esta sea pervertida por por la rabia y el dolor que padece, para recordar quién fue realmente antes de que diese comienzo este descenso hacia la desesperación.