–Muy bien. ¿Qué tenemos aquí?
Trata de hacer memoria. Repasa mentalmente los últimos movimientos de las piezas. La situación en la que dejó el tablero. Han pasado más de ocho años desde la última información veraz sobre él o sus propósitos inmediatos. Más de tres desde su último movimiento registrado. Uno desde que pudo dedicarle su atención en condiciones. La partida lleva ya mucho tiempo en punto muerto.
Para alguien con Rogani el transcurrir de un año, una década o un siglo carece de significado. No es suficiente como para hacer mella en su memoria. Menos aún en aquellos escasos asuntos que son capaces de despertar su interés sincero. En esas raras ocasiones su mente es capaz de mostrarle toda la información de manera diáfana. La posición de cada pieza y las posibles jugadas posteriores. La previsión de sus movimientos.
Sonríe para sí ante lo absurdo e infantil de esta situación. Ante lo irracional de la ilusión que le despierta esta noticia. Ante lo relativo de su percepción del paso del tiempo. Ante la manera en la que esto le humanizaría ante los ojos de otros. Desea alargar este momento tanto como esté en su mano. Retrasar la más que probable decepción tanto como sea capaz soportar. Pero sabe que ese periodo de tiempo será breve. Hay asuntos por los que puede pasar milenios sin preocuparse pero, en casos como el de Arcanus, cualquiera mínima espera le resulta eterna.
–Enhorabuena, señorita Ipsilaya –la noticia no atañe directamente a Arcanus, pero sí a la última persona que sabe a ciencia cierta que tuvo contacto directo con él. Se encuentra sinceramente sorprendido, y esto no es algo frecuente. Este era un caso cerrado. Un activo con el que ya no contaba. Un perfil que mueve a la sección de “disponibles”–, espero que su despertar haya sido placentero –siente renacer el hormigueo en su estómago. Una sensación que echaba de menos–. Veamos qué me puede contar.
El hormigueo se mitiga mientras los datos comienzan a pasar por sus ojos. El informe es escueto. Poco más que una nota magnificada. Insuficiente como para que pueda albergar esperanzas. Sin embargo…
La relación establecida por Daina con Arcanus nunca llegó a consolidarse. Reuniones en lugares discretos aunque semipúblicos. Ningún intercambio de información relevante. Encargos carentes de contexto. La posibilidad de dar con el paradero de su contrincante a través de ella es ciertamente remota pero, de nuevo, resta importancia a este hecho. Las probabilidades pueden ser muy bajas, pero son superiores a las que tenía hace unos instantes. Es capaz de nota el pinchazo del autoengaño. Desea ceder a él. Dejarse llevar por sus deseos. No hay nada asociado a esta noticia a lo que aferrarse, pero las promesas vacías también resultan tentadoras.
Los indicios son demasiado escasos. Lo sabe. Su voz racional suena más convincente que el resto. Aun así, Iorum siempre ha sido muy bueno a la hora de camuflar sus movimientos. La lucha interna no parece tener un claro ganador. Se pregunta si puede permitirse esta distracción en el momento actual. Una pregunta obviamente retórica. Es perfectamente consciente de cuál es la respuesta. Se trata de un “no” rotundo. Una lástima. Siguiendo con su mejor tradición, la responsabilidad y los compromisos resultan ser un incordio
–Admítelo –no tiene nada que le permita prolongar la ilusión.
El debate interno ha sido divertido, pero debe ponerle fin. Nuevos indicadores se iluminan en su panel de control. Debe regresar hasta las tareas que sabe que le aguardan. Hasta actividades mucho más aburridas. Tiene llamadas que atender y órdenes que dar. Ha de centrar su atención en formularios, reuniones y cháchara mortecina. Para su desgracia, a día de hoy no es dueño de su tiempo. Las prioridades que mandan no son las suyas. Su vida se ha convertido en algo predecible y aburrido. En una prisión autoimpuesta.
Trata de llevar al día el resto de sus cometidos pero no es capaz de tener éxito en esta misión. El hormigueo no cesa. En cuanto se descuida, sus ojos y sus manos se mueven como si tuviesen vida propia. Cuando su parte consciente vuelve a estar plenamente activa, se encuentra ahondando en la noticia. Procrastinando y alejándose de las tareas y compromisos que tiene planificados para hoy. Liberándose del tedio que le provocan los planes de largo recorrido. Buscando de manera desesperada recompensas inmediatas. Algún pequeño placer a corto plazo.
Apenas le ha conocido, pero echa de menos a Arcanus. No puede evitar el sonreír para sí mismo cada vez que piensa en él. Él, Rogani, el “gran manipulador” debería estar furioso consigo mismo. Enreabietado por sus constantes fracasos con este sujeto. Pero no puede. No logra apartar esa expresión de felicidad casi beatífica de su rostro. En ocasiones cree él es un candidato mejor para el título de “Gran Maquinador”. Otros han podido llegar a engañarle. Le han traicionado o han tratado de usurpar su posición. Pero nadie le ha sorprendido de la misma manera. Nadie le ha ignorado con mayor eficacia. Nadie le ha enfurecido con mayor indiferencia. Nadie le ha asombrado como ese…
–¿Señor? Ya han llegado los invitados –la voz de su asistente suena a través del comunicador trayéndole de vuelta hasta el momento presente.
–Salgo en un momento –sus ensoñaciones y elucubraciones tendrán que esperar.
Toma aire e impide que su entorno de trabajo se vea sometido a nuevas interrupciones. Tiene asuntos más inmediatos en los que sumergirse. Gente a la que presionar. Información que sonsacar. Rivales a los que amedrentar. Proyectos que alimentar. Quizás hasta logre disfrutar de alguna de estas actividades. Confía en que alguna de estas actividades logre aliviar de alguna manera el mortal aburrimiento que siente que le acompaña desde… su mente le dice que desde siempre. Se lo dice mientras el hormigueo continúa haciendo vibrar todo su ser. Mientras abandona su oficina para reunirse con los recién llegados.
–Caballeros –adopta su pose de jugador y nota como la expresión de sus interlocutores cambia–. Espero que lo que me traen merezca mi tiempo –estas palabras sirven para terminar de establecer el terreno de juego. Domina la sala y el resto está a la expectativa. Sonríe y logra que el ambiente se tense aún más. Quizás la mañana no sea un desperdicio total.
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Llega a casa con un regusto amargo. Ha sido un día atípico.
Está agotado pero aún quedan muchas cosas por hacer. Tiene que matar el hormigueo. Ha de poner fin al engaño.
Recupera toda la información que ha ido recopilando y postergando. Tanto la que ha ido apartando a lo largo del día como la que han ido acumulando sus IAs y automatismos desde el último contacto. Cada mención, nota a pie de página, análisis, rumor y leyenda urbana remotamente relacionada con Arcanus, Tayshak, Daina, Inari, Lexa y Sersby. Tras pensarlo durante un momento decide extender la búsqueda. Cruza estos datos con los movimientos que ha detectado de Huatûr o Horst. Con cualquier cosa relacionada con el Kilgar Doreth o los Mayane Undalath. Las relaciones son tenues. Puramente circunstanciales en gran medida. Nunca ha sido capaz de concretarlas pero eso no importa. Sabe que están ahí.
No tarda en verse rodeado por millones de datos. Por agrupaciones arbitrarias y contrastadas que comienzan a ordenarse a su alrededor. Su mente se particiona y comienza a establecer de nuevo los vínculos. A unir los puntos obvios y los difusos. A establecer causas y consecuencias. Alfas y omegas. A cuestionar las decisiones de sus IAs y reanalizarlas personalmente.
–No –la voz en su interior suena apática–. No, no, no y… no. Nada. Enohorabuena.
No hay decepción o sorpresa. Lo que se muestra ante sus sentidos es el resultado que esperaba encontrar. A pesar de disponer de nuevos datos, nada ha cambiado en los últimos años. El esquema global continúa inalterado. Salvo por pequeños imprevistos y correcciones, sus movimientos van desarrollándose de acuerdo a lo previsto. En los datos que ha acumulado hoy solo encuentra frases inconexas. Banalidades e ideas recocinadas que no son capaces de cumplir las expectaciones que su estómago había querido poner en ellas.
–Admítelo. No tienes nada. La situación no ha cambiado en los últimos tres años –no por ser algo esperado la constatación de la realidad resulta ser algo menos amargo–. Sin embargo… –aun así, se resiste a aceptar esta derrota– Sin embargo la señorita Ipsilaya ha despertado –la decepción se fusiona con una repentina sensación de calma–. Algo ha cambiado.
Ha despertado. Esto no es un rumor, sino un hecho. Todas las fuentes que se han hecho eco de la noticia coinciden. No se trata de un asunto que se haya convertido en material sensacionalista. Tanto Tayshak como Daina dejaron de ser noticia hace mucho. Las ondas generadas por aquel evento ya se encuentran en calma. En términos informativos, esa historia hace ya no son algo relevante. Las muertes y desapariciones ya se han desvanecido de la memoria a corto plazo del mundo.
–¿Qué es peor, la falta de memoria, la estupidez o la ceguera de las nuevas generaciones? –el súbito arranque de indignación le pilla desprevenido–. Mírate, hablando solo y fingiendo que te importa. Actuando sin público –esta reflexión no es digna de él. Quizás esa es la razón por la que le resulta tan divertida–. Rogani, necesitas relacionarte con más gente. A este paso vas a acabar muy mal. Aunque quizás este consejo llega un poco tarde.
Decide cambiar el curso de sus pensamientos. La indignación impostada es para otros momentos. Una herramienta de trabajo. La pérdida de vidas no le importa. No puede permitir que le importe. A lo largo de su vida ha visto mucha muerte. Más de la que han contemplado los ojos cualquier otro humano de cuantos permanecen en este mundo. Esto no le afecta. Es una de las cualidades que le han permitido llegar hasta donde se encuentra hoy. Lo que hace de él un gran jugador. Alguien peligroso para sus rivales.
No, ciertamente la tragedia nunca le ha interesado. Lo que le interesa de Tayshak es otra cosa. Una presencia y una desaparición en concreto. La respuesta a cualquiera del millar de preguntas que aún le quedan por resolver. La búsqueda de cualquier pista que le pueda llevar hasta la resolución de ese gran enigma que siempre ha sido Iorum Arcanus.
–¿Qué buscabas allí? –adora el misterio–. ¿Sabías lo que iba a pasar? –el reto que supone desentrañarlo–. ¿Ha terminado ya todo?
No le cabe duda de que, de alguna manera, la presencia de Iorum en la ciudad estaba relacionada con la llegada de aquel suceso. Su presencia allí solo sirve para que el respeto que siempre le ha inspirado adquiera tintes de admiración. Ante los ojos de Rogani, la posibilidad de que perdiese la vida allí es lo que convierte a aquel evento en una tragedia.
–¿Qué fue de ti? –esa es la gran pregunta que le ha acompañado desde entonces– ¿Qué sabías? –una duda que acostumbra a ser el inicio de otra serie de cuestiones menores– ¿Fracasaste o tuviste éxito? ¿Has obtenido finalmente la respuesta para la gran pregunta? –una serie de preguntas a las que ahora se le añade una más– ¿Has regresado para salvar a esa pobre desgraciada?
Los datos que ha logrado recopilar no sirven para responder a estas preguntas. Nada de cuanto ha podido descubrir es capaz de confirmar o refutar sus teorías. Lo único que tiene son dudas. Mera especulación. Carece de información. La partida permanece suspendida. No hay ganador ni perdedor. No hay tablas. Quizás nunca hubo una partida real pero, sin embargo… se niega a dar el juego por finalizado.
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Los indicios son concluyentes. No importa cuánto busque, no es capaz de encontrar otra interpretación plausible de los datos que tiene ante él. Lo único que no es capaz de saber es cuándo comenzó el cambio,su causa y cuánto tardará en consolidarse.
Han pasado tres meses desde que se produjo la pérdida de contacto con Combria. Desde entonces se ha ido perdiendo paulatinamente las comunicaciones con otros quince planetas. Pero esto no marca el inicio. Antes de ese momento él ya había sido capaz de identificar otros indicios claramente significativos. Los fallos aleatorios en los sistemas tendrían que haber sido un aviso. Algo a tener en cuenta. Pero prefirió ignorarlos. Huía y lo sabe. Aún continúa haciéndolo. A pesar de los cambios que ha ido detectando. A pesar de las alteraciones que ha sufrido. A pesar del dolor. A pesar de su aparente estoicismo. A pesar de todo esto, se niega a aceptar la conclusión más obvia. Busca algo con lo que mantener alejado al temor. Huye como lleva haciendo desde hace tanto, pero no sabe durante cuánto tiempo continuará siendo capaz de hacerlo. Sus ojos y su mente vagan entre los datos sin encontrar nada a lo que aferrarse. Lo hacen sumidos en los paradigmas cambiantes. Evitando aquella información que confirmaría sus temores. Recorren infinidad de sistemas hasta que, una vez más, estos colapsan de nuevo. Hasta que los datos que le devuelven una vez que se han recuperado dejan de tener sentido.
Han pasado más de tres millones de años desde la primera y última vez que experimentó algo similar, pero el recuerdo permanece igual de fresco. Los síntomas son claros. El único interrogante que le queda por despejar resulta trivial. Una incógnita cuya resolución no podría ser más simple. Pero prefiere mantenerse en la ignorancia. Saber el alcance de estos cambios no supondrá ninguna diferencia. Nada de lo que pueda hacer importa. El conocimiento no hará su situación más sencilla. En estos momentos su máscara de indiferencia es todo cuanto queda del ser que expone ante los demás. No hay lógica en sus actos. No hay racionalidad y lo sabe. Puede mantener su pose estoica, pero la calma no deja de ser una capa más del personaje que ha ido construyendo. No hay aceptación en su actitud, solo una negación diluida. Sigue buscando una ruta de escape. Una manera en la que demostrar que está equivocado. Pero sabe que el tiempo se le acaba. El miedo no tardará en apoderarse de él.
–¿Dónde estás ahora, Iorum?
La pregunta es repentina. No sabe muy bien de dónde ha surgido, pero la agradece. Le permite desviar sus pensamientos hasta otro lugar. Obtener un inesperado respiro. Algo a lo que aferrarse antes de que sus temores se consoliden.
Ha pasado mucho tiempo desde que su nombre ocupó un lugar prioritario dentro del primer nivel de sus procesos mentales. Probablemente más de un milenio. Aun así, su imagen ha ido resurgiendo esporádicamente en en su segundo plano de pensamientos y planificaciones. Tras cada suceso relacionado con el campo de la axiofísica no ha podido evitar preguntarse acerca de su posible participación. Si ha sido causa o consecuencia de alguno de sus estudios. Si estaba “ahí” para observarlos.
–Tendrías que haber estado aquí. Tendrías que… Esto es absurdo –decide mantener la máscara un poco más–. Mírate, viejo fósil –no va a ganar nada dejándose llevar por la irracionalidad–. Mírate hablando solo. ¿Tan bajo has caído?
Arcanus no podría haber hecho nada para cambiar esto. Nadie puede hace nada para evitar lo que está sucediendo. Eso es algo que también sabe. Quizás Iorum pudiese haberle hecho un recorrido guiado a través de los movimientos que han desencadenado la situación actual, pero eso no cambiaría nada. No necesita que otros vengan a decirle que tanto Daegon como el universo en el que existen no dejan de ser casualidades cósmicas. Que el mismo concepto de “vida” que albergan es algo cambiante. La consecuencia de eventos fortuitos que tuvieron lugar hace miles de millones de años más allá de sus fronteras. Que las explicaciones que se han encontrado a su funcionamiento son tan válidas como la capacidad de observar de los estudiosos, pero que estos mecanismos se encuentra mucho más allá de entendimiento y, mucho más lejos aún de su control.
Él estaba ahí cuando Ailán, Ilioshka o Nítselen hipotetizaron por primera vez acerca de los conceptos subyacentes. Él convivió con Neyesha, Mayina o Nimur cuando estas trataron de concretar estas ideas difusas. Él estaba ahí. Los vio desaparecer junto al noventa por ciento de esa abstracción a la que un día llamó “humanidad”. Los vio desaparecer junto al concepto de vida que había conocido hasta aquel día. Desaparecieron dejando huérfanas a sus semillas. A los conceptos de los cuales habían sido germen. La realidad demostró a quienes, como él, se decían “inmortales”, la ilusorio de tal afirmación.
–“Inmortales” –la misma palabra suena vacía en su pensamiento–. “Dadores de nombres”. “Progenitores de la humanidad” –no puede evitar ruborizarse al recordar aquellas expresiones pomposas y altisonantes que tantas veces surgieron de sus labios–. Valientes y arrogantes imbéciles –al recordar las bravatas, la inocencia y la sensación de impunidad que les otorgaba la juventud eterna.
Pero nada de esto importa ya. No importa cuánto los eche de menos. Cuánto añore relacionarse con seres capaces de contemplar el universo con sus mismos ojos. No importa cuánto desee olvidarles. Incontables milenios no han sido suficientes para que lo logre. Para que la lección de humildad que recibieron sea menos dolorosa. Para que haya desaparecido de su mente una realidad que ya no existe ante sus sentidos. Lo que fue y no volverá a ser permanecerá por siempre fresco en su memoria.
–“Inmortales” –se pregunta si sobrevivirá de nuevo. Cómo impactará todo esto a los proyectos que tiene en curso. De qué manera afectará a su papel.
Se pregunta si sobrevivirán Huatûr o Shn’Grayal. Si lo harán Ulmar o Gahur. Si lo harán Avsala o Horst. Si lo harán Yeshnela o Midonu. Si los aliados se convertirán en rivales. Si los adversarios se transformarán en cómplices.
Porque no solo el universo cambia. Porque no solo la metafísica y la materia son regidas por sus propios influjos, ritmos y mecanismos. Porque los engranajes que accionan y definen la mente humana nunca han dejado de ser grandes incógnitas.
Pero sus preguntas no terminan ahí. La otra gran incógnita es si la humanidad sobrevivirá. En qué se transformará de lograrlo. Si triunfará donde no fue capaz de hacerlo la de antaño ni ha podido la actual. Si, en esta ocasión, los movimientos arbitrarios del cosmos tendrán piedad de quienes existen en su interior. Si alguna parte del conocimiento obtenido a lo largo de eones continuará siendo válido. Si las condiciones sobre las que se sustenta el saber no se encontrarán entre los axiomas que muten. Si, en esta ocasión, no tendrán que volver a empezar desde cero.
Una parte de su interior lucha por mantener alejadas estas preguntas. Lucha por mantener su mente ocupada. Por no llenar los huecos. Por no completar el dibujo completo. Incluso en momentos como este trata de mantener su máscara de indiferencia. La soberbia de antaño aún perdura. Quizás no olvide la lección, pero nunca ha querido aprenderla. Se niega a aceptar su irrelevancia. Él es Rogani. Uno de los seres vivos más antiguos de este mundo. Un superviviente.
Esta breve explosión de orgullo se solapa con el regreso de las sensaciones contra la que ha estado luchando. Con la propagación de estos cambios globales hasta contextos en los que habitan ciertos aspectos de su ser. Sus sentidos no saben a qué atenerse mientras su mente lentamente va perdiendo la batalla. La máscara amenaza con desprenderse arrastrada por las olas del pánico. Sabe que no podrá mantener el engaño durante mucho tiempo. Se ve incapaz de escapar de la aceptación y el terror. Sus sentidos activos apenas son capaces de comprender lo que le rodea mientras se ven saturados por nuevos impulsos. Las voces de sorpresa, alarma, pánico y dolor que suenan en la lejanía llegan hasta él deformadas. Deja caer su cuerpo contra el respaldo de la silla y cierra los ojos. Incluso la gravedad parece haber cambiado. Activa y expande el resto de sus sentidos para permitir finalmente que lo obvio tome forma en su totalidad ante ellos. La tonalidad de la luz ha cambiado. Las frecuencias subarmónicas han sido alteradas. Su modulación ha sido sutilmente reajustada. Algunas han desaparecido por completo sin dejar rastro alguno de su existencia. Ni siquiera un hueco. Ahora es capaz de percibir otras nuevas. No sustituyen ni complementan a las que ya no están. Tampoco se solapan con las longitudes de las desaparecidas. El cambio parece mínimo. Mucho menor que antaño. Pero esto no garantiza nada. Acepta lo que ya sabía. Las máquinas no volverán a funcionar. Pero eso no importa. En su gran mayoría, el conocimiento que almacenaban ya no será válido. A buen seguro, tampoco servirá el que se encuentra plasmado en soportes más resistentes al cambio. La humanidad que sobreviva lo hará desde la casilla de salida.
Tanto su mente como su cuerpo son dolorosamente conscientes de estas verdades. Ninguno de los aspectos que componen su ser ha terminado de adaptarse a los cambios que tuvieron lugar durante la primera debacle. Continúa recordando las sensaciones. La fragilidad, la pérdida y la impotencia. La constatación de su total irrelevancia dentro del gran esquema de las cosas. Sigue sin saber la razón por la que él y unos pocos más sobrevivieron a aquello. Una vez más se pregunta si quiere repetir todo aquello. Si quiere encontrarse entre los supervivientes. Una duda que en estos momentos se ve reforzada.
Casi desea que todo esto termine de una vez. Que llegue su final. No verse forzado de nuevo a convertirse en un espectador de primera fila de… cualquier cosa que venga a continuación. Presenciar el final de la primera humanidad resultó ser algo más de lo que deseaba ser capaz de soportar. Una experiencia que no desea repetir. Pero cualquiera de estas decisiones escapan a su control. No tiene capacidad de acción o reacción sobre ninguna de ellas.
Porque nada de esto importa.
Lo que él desee no tendrá ningún efecto sobre lo que está sucediendo. Si su mente fragmentada logra recomponerse, agradecerá la ignorancia que le acompañe.
–Supongo que ya está –se sorprende al ser capaz de mantener la calma–. Muy bien –la máscara prevalece–. ¿Y ahora, qué? –la curiosidad despierta una vez más.
–––––––––––––––––––
Repasa mentalmente los distintos tableros de juego y ve que todo sigue igual. Hace siglos que no tiene noticias de algunos de los jugadores y esto le hace preguntase cuántos seguirán aún con vida. Por otro lado, en su gran mayoría, las personas que elige como rivales tienden a ser ajenos de su participación en “el juego”. Esa es una de las características principales del reto. Parte de lo que lo hace interesante y divertido. No importa su esperanza de vida, lo que importa es que sean capaces de sacarle del tedio. De la sensación de hartazgo y aburrimiento.
–¿Es que nadie va a hacer nada interesante? –no. Quizás la palabra que busca no es “interesante”. El mundo está lleno de cosas interesantes. De elementos que ni conocieron ni concibieron las humanidades previas. Ese no es el problema. Lo es el darse cuenta de que echa de menos las reuniones y la frustración de su anterior vida. Tratar con incompetentes. Las responsabilidades que abandonó cuatro milenios atrás junto a la segunda humanidad. La interacción directa con otros–. Vamos, ha pasado mucho tiempo. Alguno de vosotros debe haber movido ficha –todo era mucho más divertido y emocionante mientras iba descubriendo esta nueva realidad. Mientras se adaptaba a ella. Mientras los grandes misterios permanecían inescrutables. Ahora lo único que puede hacer es esperar. Tener paciencia y confiar en que los descubrimientos que ha llevado a cabo durante estos milenios puedan ser explotados. Encontrar individuos excepcionales. Mentes capaces de aceptar las semillas de ese conocimiento. Intelectos preparados para hacer algo con él.
Desde el colapso de la segunda humanidad ha tenido pocas oportunidades de encontrar individuos que le resulten interesantes. Los viejos conocidos que sobrevivieron se han ido transformando en seres cada vez más esquivos. Seguir con “el juego” se ha convirtiendo en algo que le consume demasiado tiempo para lo que le aporta.
–Vamos, Iorum, sé que sigues por ahí –el nombre resurge una vez más sin previo aviso. Su mente ha ido mucho más atrás de lo previsto en su lista de asuntos pendientes. Hasta alguien de quien lleva más de cinco milenios que sin tener noticias. Pero eso resulta irrelevante–. ¿En qué andas metido? –no importa que puedan haber nacido y muerto naciones desde que supo de él por última vez. No importa que haya conocido culturas que ya han sido olvidados desde entonces. No importa que haya aprendido dialectos que ya nadie recuerda– ¿No me estarás evitando? –está convencido de que su ausencia es algo temporal. Sabe que antes o después volverá al tablero de juego– Mírame hablando solo como un lunático. Siempre has tenido efecto en mí, Iorum.
Ríe para sí mismo tras este pequeño soliloquio. Recordar a Arcanus suele causar ese efecto en él. Seguir sus pasos siempre le ha llevado hasta alguna sorpresa. Hasta algún descubrimiento. Eso es lo que le ha convertido en alguien tan especial. Quizás no sea la mente más brillante de cuantas ha conocido, pero sin duda se trata de una de las más audaces. Una de las más inconformistas. Alguien que nunca ha tenido problemas a la hora de cuestionar los dogmas y axiomas. Que no deja de preguntarse por la razón detrás de lo que los demás dan por sentado. Una fuente constante de preguntas incómodas y movimientos inesperados. Movimientos que acostumbran a llevar hasta conceptos y lugares sobre los que pocos se han atrevido a pensar.
–¿Qué respuesta es la que llevas tanto tiempo buscando? ¿Qué es lo que te está manteniendo alejado del mundo terrenal?
Cinco milenios no es demasiado tiempo para alguien como Rogani, pero sabe que para Arcanus es una eternidad. Más del tiempo que llevaba sobre sobre mundo cuando supo de él. También sabe que aquellos que no han nacido inmortales tiene problemas adaptarse a esta condición. Se pregunta si el tiempo habrá servido para atemperar su carácter. Para convertirle en alguien más reflexivo. Si le habrá servido para interiorizar la máscara con la que siempre se ha presentado ante los demás. Si habrá abandonado esa pose de soberbia impostada con la que nunca ha logrado engañarle.
Espera que no. Eso le convertiría en alguien más aburrido, y la gente aburrida es lo que más detesta en este mundo.
–Espero que cuando regreses al tablero no me decepciones –quedan aún demasiados temas pendientes entre ellos–. Porque esto no puede quedar así –demasiadas preguntas sin respuesta–. ¿Dónde estás?