¿Qué es Daegon? IV: Las islas - Shatter

¿Qué es Daegon? IV: Las islas - Shatter
Al contrario de lo que se puede encontrar en Thurgold, la evolución social, política y religiosa de las civilizaciones de la otra gran isla de Daegon, la de Shatter, es mucho más similar a aquellas que se pueden encontrar en el continente.

La relación entre los pueblos que habitan la isla y sus vecinos de la costa continental ha sido fluida, algo que ha supuesto una clara influencia en ambos extremos del mar. Como consecuencia de esto, de entre las culturas existentes en todas las grandes islas, las existentes en Shatter serían las que más se asemejan en su estructura y forma de entender el mundo a las civilizaciones que componen la costa occidental del continente. La relación de las distintas naciones que existen en su interior tanto con Harst como con el Dominio o Shemellom ha sido continua a lo largo de los siglos, aunque esto no quiere decir que esta siempre haya sido una relación sencilla o amistosa.

Dentro de los distintos pueblos que habitan en su interior, el peso específico de tres de ellos tienen una preemencia especial fuera de sus territorios. Se podría afirmar que las naciones de Silvarta, Tálaspor y Sinráesh son las únicas cuya existencia es conocida más allá de sus fronteras. Una presencia que ha hecho que la existencia de las demás se haya visto ignorada en gran medida.

A pesar de que que sus nombres se han mantenido a lo largo del tiempo, la asunción de su edad está basada en una premisa errónea. La inestabilidad pasada de la isla ha hecho que estos apelativos hayan sido adoptados por distintos pueblos. Culturas que, por más que hayan afirmado ser los herederos de quienes les precedieron, carecían de cualquier tipo de vinculación directa con ellos. Son nombres han aparecido y desaparecido a lo largo de la historia. Una suerte de brindis al sol que ha sido realizado por distintos pueblos cuyos sistemas sociales, religiosos y políticos poco o nada tenían que ver con los de aquellos a quienes afirman suceder.

Por más que los límites de sus fronteras hayan cambiado a lo largo del tiempo, cada uno de ellos, en mayor o menor medida, ha sido en el pasado quien ha dominado una mayor porción de los territorios de la isla. A su vez, ha sido de su fragmentación y divisiones donde han tenido su origen un gran número del resto de estados que se pueden encontrar en Shatter. Este hecho es algo que no sólo ha afectado a los territorios contenidos dentro de la isla, sino también ha llegado a afectar a algunas naciones del continente.

Quizás el mayor exponente de este influencia sea el que se puede encontrar en la nación de Shattegar. A pesar del tiempo transcurrido desde su nacimiento, dentro de esta nación fundada por un grupo de exiliados de una de las encarnaciones previas de Silvarta, aún se pueden reconocer algunos rasgos de quienes fueron sus habitantes originales. Pero no es el único vestigio existente en el continente de su legado, porque, por otro lado, y en tiempos aún más remotos, su cultura también se entremezcló con la de los Baleni antes de que estos conquistaran el continente para formar el Gran Imperio Menetiano.

No han sido pocos los intentos de conquista en ambos sentidos. Mientras que los territorios que se encuentran más allá del mar han tratado de hacerse con el control de Shatter en más de una ocasión, por parte de los pueblos que habitado las costas orientales de la isla también han sido los protagonistas de diversas incursiones bélicas en el continente. A través de estos conflictos sus culturas se han ido entrelazando, estableciendo vínculos que han servido para que algunos de los rasgos de unos y otros se propaguen más allá de sus fronteras naturales.

Pero, mientras todos estos eventos tenían lugar en las porciones más oriental de la isla, los pueblos que han existido en el resto de sus territorios no se han visto tan afectados por esta influencia. Si bien es cierto que algunos de estos rasgos han podido llegar hasta allí a través de sus vecinos, tanto el interior con las porciones occidentales podrían ser percibidas como pertenecientes a otro mundo.
Por más que en alguna ocasión estas culturas también se han podido enfrentar con los pueblos del continente, estos han sido sucesos casi anecdóticos. Cuando más se aleja uno de la costa este de la isla, este contacto constante ha supuesto una influencia menos notable.

En el plano general, Shatter nunca han sido un apéndice periférico del continente o de los pueblos con los que conviven, sino un compartimento casi estanco culturalmente hablando. Uno para el que toda influencia llegada desde el exterior se ha visto filtrada a través de su manera de entender el mundo hasta convertirse en algo casi irreconocible.

A todo esto ha ayudado el hecho de que Shatter no es una isla rica en recursos, pero sus habitantes tampoco viven en la precariedad a este nivel. Si bien es cierto que en distintos momentos se han producido intentos de conquista, las naciones que la han poblado generalmente se han encontrado en un raro punto de equilibrio. Un punto que ha oscilado entre que la vida en ella se haya podido desarrollar con normalidad y que el esfuerzo por hacerse con sus recursos sea mayor que la hipotética recompensa. De la misma manera, este ejercicio especulativo también se ha hecho a la inversa en multitud de ocasiones. La ambición no es sólo una característica endémica de los continentales, sino que distintas naciones largo tiempo extintas de cuantas compusieron la estructura de poder de Shatter también han tratado de expandir sus dominios más allá de los océanos. Culturas que en no pocas ocasiones desaparecieron como consecuencia de su ambición y unos riesgos que no habían sido capaces de calcular.

Desde hace ya siglos existe un pacto tácito de no agresión entre Shatter y el continente. Quizás los acuerdos comerciales existentes no lo expliciten, pero la estabilidad y prosperidad que les ha otorgado esta larga paz ha sido tan obvia que pocos han tratado de romperla.
Este es un tratado no basado tanto en la confianza mutua como en las lecciones aprendidas del pasado. La promesa de un riesgo que no ofrece una recompensa lo suficientemente suculenta como para despertar el interés de quienes son conocedores de su pasado.

Si bien es cierto que ninguna de las naciones en las que se divide Shatter en la actualidad existieron durante aquellos tiempos de hostilidad, no es menos cierto que ninguna de las tres grandes naciones que afirman gobernar la isla en el presente podría ser considerada como uno de los pueblo más antiguo de cuantos la habitan.

Por más que alguno de estos pueblos se atribuyan ese mérito a sí mismos o a alguna de sus encarnaciones previas, el título como la nación más antigua de cuantas pueblan la isla recaería sobre el pequeño estado de Bahersy. Aun así, a pesar de que este nombre ha existido en distintas ocasiones a lo la historia, la última de sus encarnaciones no se remonta más allá de los tres siglos.

El pasado de la isla siempre ha sido convulso pero esto no ha impedido que el surgimiento de ideas, estructuras sociales o aciertos que han logrado perdurar más allá de las civilizaciones que les dieron a luz. De la misma manera, también una gran parte de sus errores han sobrevivido como parte fundamental de los pueblos que las siguieron.

No se podría afirmas que en la actualidad ninguna de las grandes naciones que construyen su estructura del poder posea un papel hegemónico en la isla, pero esta no por ello esta es una lucha que se considere perdida por ninguna de ellas.

Lo que es indudable es que la proximidad ha hecho que sus pueblos se relaciones de una manera muy cercana, y que ciertas tradiciones hayan sido asumidas e interiorizadas como propias de manera independiente a su origen, tanto social como culturalmente hablando. Aun así, cada una de ellas siempre ha seguido evoluciones muy diferenciadas.

El estado de tenso equilibrio en el que se ha mantenido la isla a lo largo de los últimos siglos no ha sido del agrado de ninguno los gobernantes de quienes aspiraban a convertirse en la potencia hegemónica. Por más que durante los últimos tiempos no se haya producido ningún conflicto de gran calado no ha evitado que en su seno hayan tenido lugar un gran número de luchas internas. Si nos ceñimos únicamente a los territorios ocupados por las tres grandes naciones de la actualidad, sus integrantes han sido quienes más se han visto afectados por estas luchas. En su intento por tratar de romper el equilibrio de poder existente en sus naciones antes de lanzar el gran asalto al resto de los territorios, han sido ellos mismos quienes más perjudicados se han visto por ello.

Los cambios sociales que se han ido produciendo en su interior han desembocado en el surgimiento de nuevos modelos de estado que luchaban por mantener el estatus quo o por acabar con él. A la aparición de organizaciones que han revolucionado la manera en la que se relacionan, o a grupos que han luchado por la recuperación de algunos de sus modelos ya superados.

- La Iglesai Treyeliana

Para entender la importancia del que muy probablemente sea el culto organizado más importante de Shatter tendríamos que remontarnos a los días del Gran Imperio Ailanu. Más concretamente a los días en los que Shatter se encontraba ubicada entre Daegon y Nargión.

La desaparición del continente del mayor de los dos continentes supuso una conmoción a escala global como no se recuerda otra. Una catástrofe que, a pesar de tener su efecto más visible en el plano físico, tenía su epicentro mucho más allá de este.
Las fuerzas que causaron esta debacle provocaron que, durante siglos, los territorios afectados se viesen afectados por un gran número de inestabilidades planares de todo tipo. A la confluencia de elementos de distintos orígenes algunos de cuyos fragmentos quedasen temporalmente expuestos hasta este mundo.

Durante los periodos de tiempo en los que aquellas grietas inestables permanecieron abiertas, los viajes hasta sus alrededores fueron frecuentes e incluso se realizaron pequeñas expediciones hasta su interior. Viajes en los que se trató de ampliar el conocimiento de lo que se encuentra más allá de las barreras de este mundo muchos de los cuales partieron desde Shatter.

Quienes sobrevivieron a estos viajes volvieron cambiados de maneras casi imperceptibles, pero con ellos llegaron aspectos de otros mundos que quedaron sin documentar. Rasgos que, cuando no terminaron con la muerte de sus portadores, permanecerían en su mayor medida latentes durante generaciones.

Las particularidades del legado de estos individuos no se hicieron presentes hasta que transcurrieron casi dos milenios de aquellos eventos; durante los últimos estertores de la edad conocida como el “Milenio negro”.
La coincidencia de un gran número de elementos dispares de la mecánica axiomática confluyó en un nuevo periodo de actividad en aquellos territorios. Una serie de sucesos que aquellos portadores de este legado vivieron de una manera especial. La actividad anómala hizo que, de manera inconsciente, fueran capaces de tener acceso hasta los territorios más allá de lo material que habían visitado sus ancestros lejanos. Que viviesen solapados entre distintos lugares y condiciones con cada pulso generados por estos sucesos. Que fuesen capaces de obtener una visión más amplia del gran esquema. Que fuesen capaces de obtener una serie de respuestas ante lo que estaba por llegar hasta las que nadie más había sido capaz de llegar.

Cada uno de estos individuos experimentó el suceso de una manera distinta. La gran mayoría de los integrantes de este reducido grupo perecieron en el proceso, y otros enloquecieron, pero tres de ellos no sólo sobrevivieron a lo incosgnoscible, sino que también lograron encontrar una serie de patrones en todo aquello. Tras cada uno de sus viajes hasta estos territorios plasmaron sus experiencias y percepciones acerca de lo que se hallaba al otro lado. Dotaron de forma y propósito a aquello que no lo tenía, y describieron a una serie de conceptos que no guardaban relación alguna con con nada que se conociese hasta aquel momento.
Bautizaron a aquellos lugares que visitaron como Treyel; como “el origen de todo”, y sus textos no tardaron en convertirse en dogmas. En algo a lo que se aferraron muchos de los habitantes de la isla en sus cuatro extremos. En una serie de doctrinas diseñadas para tratar de poner un contexto y una razón de ser a lo que sucedía a su alrededor y no eran capaces de comprender. Se convirtieron sin pretenderlo en profetas de un nuevo credo. En los artífices de algo que no llegarían a conocer.

La confusión y la necesidad por encontrar un sentido a lo que pasaba hizo que el auge de este credo se volviese imparable. Quizás los conceptos de los que hablaban aquellos textos fuesen incomprensibles, pero lograron unir como no había logrado ninguna otra fuerza a todos los que se vieron afectados por el suceso. Por más que quienes padecieron aquellos sucesos no llegasen a ser jamás totalmente conscientes de la naturaleza y condición de lo que experimentaron, esto no impidió que quienes continuaron con su obra llegasen hasta conclusiones aún más alejadas de la realidad que las presentadas por sus predecesores.

Fue con ellos que conceptos alejados de lo humano o lo material adoptaron forma y propósito., en algo que encajaría con el concepto de una divinidad o una suerte de entes superiores. En los precursores y guías de la humanidad, en quienes, desde Treyel, trataron de impedir que sus descendientes y sus creaciones fuesen destruidas. Ante sus ojos aquel contacto no fue el resultado del azar, sino que de acuerdo a sus textos, la vida en inteligente de Daegon provenía de aquel lugar, y era allí donde regresaba tras terminar su periplo en este mundo.

Así pues, el mito fundacional de este credo no se encuentra íntimamente ligado a ninguna de las abstracciones sino que bebe de los restos de una tragedia.

Durante aquellos días en los que Shatter se encontró sumergida en aquel suceso el culto creció hasta alcanzar toda su extensión. Desde las ruinas costaras de Siburn hasta la bahía de Nalús, desde la ciudad de Nálasen hasta la playa de Rumica, el credo creció y mutó para, una vez finalizado el suceso, ir desvaneciéndose de manera paulatina.

De acuerdo a sus textos, la vida es sólo un estado transitorio que te prepara al individuo para el regreso hasta su verdadero hogar. Este mundo es una prueba, una pálida sombra de lo que se puede encontrar al otro lado. Los caminos que llevan hasta Treyel no transcurren en un único sentido o tienen un único destino, sino que se encuentran entrelazados con todo tipo de realidades. El tránsito a través de Daegon forma parte de este camino, sólo es una parte del todo, un desvío que no todos toman.
Dependiendo del cisma al que se atienda, los Treyelanos son seres que observan y juzgan a la humanidad, o sus ancestros. Quienes les han creado o en quienes se convertirán. Entidades que hablan a través de señales que sólo los dignos son capaces de percibir, o seres que, imbuidos en sus propias preocupaciones, no prestan atención a lo que pasa en este mundo o ni siquiera son conscientes de su existencia. Daegon es el campo de entrenamiento para una gran batalla, o el premio a una existencia mucho compleja.

Debido a la gran fragmentación y las rencillas internas que han afectado a este credo a lo largo del tiempo, sus diferentes iglesias han perdido mucha relevancia desde aquellos tiempos. Aun así, a pesar de este hecho, la presencia de su mitología aún se deja sentir con fuerza no sólo en diversas zonas y culturas de la isla, sino que también se pueden encontrar vestigios de esta fe en distintos lugares del continente.

De esta manera, si bien es cierto que este credo cuenta con una presencia aún significativa en Bahersy, y que también se pueden encontrar algunos de sus cismas en otras naciones habitadas por la etnia mandal como son, Silvarta, Vanyashi o Tálaspor, no se encuentra únicamente presente en la isla, sino que también se ha logrado establecerse más allá de sus costas bajo distintas formas. Ya sea a través de vestigios de ella que han logrado sobrevivir en Shattegar, la nación continental fundada por un grupo de exiliados de la isla, o en ciertas provincias de Harst.

El centro neurológico de la encarnación más antigua de este culto se encuentra en la catedral de Dayata Gerindra. Esta edificación, a pesar de encontrarse ubicada actualmente en los territorios pertenecientes a Bahersy, goza de una autonomía mayor que la de cualquiera de sus provincias. La localización de la sede central de este cisma ha cambiado en más de una ocasión dependiendo de los designios de sus jerarcas o de los acuerdos que han logrado establecer con los gobernantes de cada nación. A pesar de esto, tanto el edificio como el culto se encuentran presentes en esa zona antes de que la nación se estableciese tal y como es conocida en el presente.

Su fuerza no reside únicamente en la devoción, sino que cuenta con sus propias fuerzas de seguridad. Soldados contratados que, si bien por contrato deben procesar esta fe, sustentan mayormente su devoción y apego al credo sobre el sueldo que reciben. Aun así, a pesar de que su poderío militar no es despreciable, es a todas luces insuficiente para enfrentarse a las fuerzas armadas de cualquiera de las naciones de la isla.

Pero no todas las encarnaciones y cismas de este culto gozan de los mismos privilegios. Aquellos que se pueden encontrar en Tálaspor o Vanyashi dependen directamente de los gobiernos de estas naciones, y la encarnación presente en Silvarta, tras el cambio que se produjo recientemente en su modelo de estado ha pasado a depender en exclusiva de sus propios medios.

Al igual que sucede con los cultos continentales, su área de influencia mayoritaria se encuentra desperdigada en las zonas rurales y con algunos pequeños estados que mantienen tratados con ellas, pero la vida en las grandes urbes no acostumbra a tener tiempo para dedicar a plegarias.
Algunos de los dirigentes de estos cismas han tratado de sacar réditos de los eventos que han acompañado al regreso de Nargión, pero al final del día sus vaticinios y lectura de las supuestas señales eran tan eficaces como los de el campesino más iletrado.
No obstante, las capacidades retóricas de algunos de estos líderes sí que han logrado afianzar nuevos acuerdos. Alianzas, algunas de las cuales, amenazan con romper la larga paz que ha conocido la isla a lo largo de las últimas décadas.

Porque las ramas más belicosas de este credo afirman que dentro de su seno se prepara a los soldados del mañana. El bastión que resistirá la embestida del enemigo, la última esperanza de todo cuanto merece ser salvado. Dictaminan que quienes no siguen sus dictámentes son agentes de fuerzas que sólo buscan la destrucción de todo cuanto es puro. Peones inconscientes en una lucha que no son capaces de percibir o entender.

Por fortuna para el equilibrio de poderes, los estados con los que han llegado a acuerdos estos dirigentes carecen de la capacidad para iniciar una cruzada a gran escala. Las alianzas existentes entre las grandes naciones pueden ser débiles, pero aún son capaces de prolongar esta paz duradera. Aun así, las tensiones generadas por estos nuevos agentes no son tomadas a la ligera. Elementos que, de manera paulatina, no sólo han servido para acrecentar el distanciamiento entre ellas, sino que pueden inducir a alguna de estas grandes potencias a actuar drásticamente incumpliendo con ello los términos de la tregua.

Porque quizás los gobernantes no presten especial atención a las palabras de los representantes de la iglesia, pero el clamor de la guerra santa y por la preservación de la “auténtica fe” que propugna cada una de sus líderes es un hecho que ha ido ganando fuerza dentro de sus discursos. Palabras que han acarreado penas severas a quienes las han pronunciado. Castigos que, a pesar de no ser letales, sólo han servido para cambiar su estatus por el de mártires.

- El Sishin Midou

Si hablamos dentro del plano sociológico, uno de los cambios más importantes que se ha producido en Shatter a lo largo de los últimos siglos ha sido el que llevó al nacimiento del Sishin Midou; el “Consejo de los iguales” de SIlvarta.

Su formación vino precedida por un gran número de movimientos sociales, y sus primeras decisiones hicieron que se iniciasen una serie de cambios que, a día de hoy, continúan evolucionando. Aun así, la llegada de esta organización no ha supuesto la solución revolucionaria que prometía, ni mucho menos una mejora en las condiciones de vida para todos los integrantes de cada uno de sus estratos sociales.

La historia de Silvarta no corresponde a la de una única nación sino a la de un nombre utilizado a lo largo de los siglos por parte de distintos grupos de personas sin relación alguna.

A lo largo del tiempo, no sólo los territorios en los que se encuentra ubicada esta nación han sido conocidos bajo este nombre, sino que este ha formado parte del legado de un gran número de localizaciones diferentes. De haber un rasgo común entre quienes han ido adoptando esta palabra como seña de identidad, este sería el que ha hecho que estas naciones siempre se hayan encontrado pobladas mayoritariamente por individuos de una misma etnia; la de los mandal, pero este dato no puede entenderse como algo especialmente relevante.

Los integrantes de la etnia mandal son los pobladores mayoritarios de la porción oriental de la isla e, históricamente, han sido ellos quienes han formado parte de algunas de las naciones más ambiciosas de cuantas la han poblado. De entre todas ellas, las distintas culturas que han ocupado su costa nororiental han acostumbrado a ser las más belicosas y quienes han interactuado de una forma más directa con los pueblos que se extienden más allá de sus costas. La cercanía del continente, del archipiélado del Kúbor Yolasté y de Sembia han llevado a sus líderes a tratar de expandirse más allá de la isla. Ambiciones que, por norma general, han terminado con grandes pérdidas para los suyos.

El de Silvarta es un nombre que lleva ligado a la isla desde hace milenios. Una palabra que ha adoptado un gran número de significados y que ha sido adoptada por distintos grupos sociales a lo largo del tiempo como reivindicación o como modo de rebelión contra lo establecido. Ha sido utilizado de igual manera como una muestra de nostalgia y como muestra de rechazo al pasado. Unas dinámicas de las cuales el Sishin Midou no deja de ser una clara muestra más.

Si bien es cierto que la actual Silvarta existe desde hace más de un siglo, la llegada del actual modelo de nación es mucho más reciente. Hasta hace apenas medio siglo su gobierno había estado basado en un modelo de estado similar al de una monarquía hereditaria, pero no fue sino uno más dentro de su convulsa historia ya que, apenas unas décadas tras su formación, ya había pasado por otros sistemas como el de una república o una tiranía. Una sucesión de gobiernos fallidos que ha terminado desembocando en la actual oligarquía tecnocrática que lo gobierna desde hace poco más de cuatro décadas.

A pesar del propósito inicial con el que llegó hasta el poder el Sishin Midou, el “consejo de iguales” que dirige el destino de esta nación en la actualidad dista mucho de aquello que prometieron sus creadores. Lo que aspiraba a ser una meritocracia real basada en criterios objetivos se ha ido deformando paulatinamente hasta transformarse en un sistema diseñado para perpetuar en el poder a los miembros de siete grandes familias.
Su mandato no ha estado exento de aciertos en algunos campos, pero estos no han sido suficiente para logar ocultar la verdad y las imperfecciones detrás de este modelo. Por el contrario, sus defectos han eclipsado sus indiscutibles bondades dejando al descubierto el hecho de que una lectura totalmente irreal de la situación de sus súbditos ha conducido al surgimiento de nuevas desigualdades. De la aparición de nuevos puntos de fricción que han generado unas condiciones de vida cada vez más precarias para ciertos grupos sociales. Una situación que amenaza no sólo con revueltas internas, sino también con romper el equilibrio del poder de la isla.

Los integrantes de la etnia mandal siempre han tenido una cultura que ha tendido hacia la expansión y la conquista. Una tendencia de la que pocos de ellos han logrado deshacerse, y que, bajo los preceptos de algunos de los cismas del mito Treyeliano sirvió para auspiciar enfrentamientos con quienes no los compartían. Una actitud que no ha entendido de color de piel, rasgos comunes o ancestros compartidos. La llegada del Sishin Modou se basaba en el final de estos instintos. En que, independientemente de su origen, estrato social o credo, ante los ojos de los dirigentes no debía existir distinción alguna.
Se expurgó a la clase sacerdotal de sus privilegios, pero su posición fue sustituida por una nueva casta funcionarial. Un movimiento que no fue bien recibido ni por sus feligreses ni por parte de los cismas rivales presentes en otras ubicaciones.

Con este decreto, una de las primeras decisiones del Sishin Midou, se restringía el acceso de los religiosos en las esferas del poder político. Un movimiento que convertía a Silvarta en el primer estado teóricamente laico de la isla en siglos, pero que puso en su contra a una gran parte de sus habitantes. Las competencias de educación y justicia pasaban por completo a manos del estado con el propósito de que las siguientes generaciones quedasen despojadas de la influencia del misticismo, pero con esto no lograron que las tradiciones que ya tenían interiorizadas sus ciudadanos fuesen erradicadas. Silvarta puede haberse convertido en un estado laico, pero su ciudadanía aún está muy lejos de interiorizar este hecho.

Más allá de estas decisiones también se ha potenciado la utilización del estudio y el método científico, y se han destinado grandes recursos a este fin con la creación de Hiesh Dukol; su “ministerio del conocimiento”. Este es un estamento en el que sus promotores pusieron muchas esperanzas pero, de la misma manera que los recursos destinados a este fin aún no han comenzado a dar sus frutos, esta decisión sólo ha servido para que empeorasen las condiciones de los grupos más desfavorecidos y generar nuevas tensiones.

A pesar de estos intentos, la iglesia Treyeliana ha logrado mantener su poder dentro de Silvarta. Su presencia no sólo no ha ido menguando con el transcurso de las últimas décadas, sino que el descontento ha servido para que recupere una capacidad de presión de la que no gozaba desde hace siglos bajo uno modelos de estado a priori más propicios.

Los recursos dedicados el joven Hiesh Dikol han sido retirados de las partidas presupuestarias destinadas a la Iglesia de Treyel la cual, a su vez, ha hecho que esta disminuya su dotación dedicada a beneficencia. Ahora la Iglesia de Silvarta sólo dota de recursos a quienes realizan labores para ellos. El dinero y el cobijo sólo es destinado para los guerrero de la fe.
La iglesia continúa contando con una gran influencia dentro del pueblo, una influencia que no duda en usar en su provecho con una campaña mediática en contra del nuevo orden, y que ha llevado a sus estrategas a promulgar las loas hacia los integrantes de la anterior dinastía en ciertos círculos.

Al mismo tiempo, la promesa del conocimiento, iluminación e igualdad no ha llegado a todos por igual. El número de personas capacitadas para llevar a cabo estas funciones es muy limitado, y la cantidad de alumnos que pueden formar es igualmente limitado. El número de personas alfabetizadas ha crecido considerablemente con respecto a lo que ya existía, pero aún se encuentra muy por debajo de lo que aspiraban los ideólogos del nuevo orden.

A pesar de la hipotética posibilidad de poder llegar a formar parte de los “iguales” con un conocimiento y preparación adecuado, la sociedad de Silvarta se encuentra totalmente segmentada. El conocimiento está custodiado por los descendientes de sus fundadores. Unas oligarcas de facto que son las que deciden quién tiene acceso a él.
Más allá de aquellos que gozan de una relación directa con los gobernantes, tan sólo quienes logran superar unos mínimos ciertamente arbitrarios son capaces de continuar con su progresión dentro del saber y el poder, una estructura de la que la no sólo la iglesia, sino también el ejército se encuentran excluidas. A pesar de que el segundo de estos estamentos se encuentra teóricamente controladas por el consejo, no han sido pocos los integrantes de entre sus filas que han dado muestras de desaprobación acerca de la manera en la que se gestiona el proceso de meritoriaje.

Al mismo tiempo que la justicia, quien debería ser el garante de la “igualdad de oportunidades” también se encuentra plenamente integrada dentro de las dinámicas del poder. El grado de desafección y indignación que han generado algunas de sus decisiones sobre el pueblo ha ido minando de manera paulatina la confianza de este sobre el sistema en su conjunto. Este aprecio ha pasado por un gran número de fases en un periodo de tiempo tan corto y, las carencias a la hora de comunicar las razones detrás de sus decisiones no han ayudado a este respecto.
Cambiar los rostros de quienes se encuentran al frente del gobierno, y hacer nuevas promesas han servido para limitar los daños, pero cada fracaso supone un escollo cada vez más difícil de solventar únicamente con palabras.

A su vez, aún quedan vivos quienes recuerdan a los dos anteriores regímenes que gobernaron Silvarta. Individuos que conocieron tanto sus aspectos buenos como los malos. Nostálgicos y temerosos de su regreso. Pero no sólo en estos grupos se puede encontrar a quienes reclaman el regreso de otros tiempos. De manera cíclica surgen quienes exigen la instauración de modelos anteriores. El regreso de unos tiempos que jamás conocieron.

En su momento el Sishin Midou utilizó los eventos que estaban teniendo lugar en el continente como justificación de su desconfianza hacia la iglesia, pero esto también corre el riesgo de volverse en su contra. El leve descenso en los feligreses de la Iglesia de Treyel hace ya tiempo que comenzó el camino inverso. Las noticias de los estragos causados por la santa cruzada del actual gobernante del Dominio sirvieron para calmar los ánimos de los más beligerantes, pero este pico causado en gran medida por las noticias que llegaban desde el continente acerca de las consecuencia de la cruzada de Shar Kushen, de no ser tratado correctamente, puede llegar a producir una situación similar en la isla.

Y, a pesar de lo arbitrario y en ocasiones injusto del sistema, de sus múltiples imperfecciones y de los errores de cálculo de sus líderes, el camino hasta los siguientes escalafones del poder no es algo que se encuentre completamente vetado. Más allá de las relaciones sanguíneas o políticas con las siete familias, por más complejo, rebuscado o matizable que pueda ser este sistema, no han faltado quienes han logrado usarlo a su favor. Gente que ha demostrado que el sistema puede llegar a funcionar o que puede ser vencido. Individuos ejemplarizantes que no siempre han sido una herramienta para calmar los ánimos, e arribistas que se han aprovechado de las debilidades de sus procesos para alcanzar sus propios fines.

De la misma manera, por más segmentada que se encuentre la sociedad, apenas hay pobreza extrema en su interior. Las muestras públicas de crítica contra el gobierno no están perseguidas, y existen distintas escuelas de pensamiento sufragadas por este que se dedican a señalar sus errores, las causas de su ineficiencia y las corruptelas que tienen lugar en su seno. Los impuestos sobre agricultores, ganaderos o artesanos no son abusivos, y siempre hay plazas disponibles para quienes se alistan en el ejército aunque sólo lo hagan para poder comer a diario.

En gran medida, estas políticas en ocasiones contradictorias no son sino una muestra de la diferencia de parecer entre las familias de los oligarcas. Mientras que una parte del poder establecido siempre prefiere los estómagos agradecidos a su favor antes que aquellos de los hambrientos en su contra, otra, actualmente en minoría, aboga por una mano más dura ante el temor de que los recursos que se dedican a estos fines terminen por consumir las arcas del estado y volverse contra ellos en tiempos de mayor escasez.

Esto genera una situación de crispación que es trasladada hasta el mismo pueblo por parte de los agentes de cada una de las familias. Mensajes que afirman que los recursos para mantener este estilo de vida son limitados, arengas que proclaman que la única manera de poder continuar con él es la asimilación y conquista de otros territorios y discursos que tratan de promulgar una falsa confianza que para nada se basa en los datos de los que disponen.

Por su parte, los extranjeros no pueden entrar dentro del este sistema. No son ni pueden ser “midou”, no son ni pueden ser “iguales”. El cambio de gobierno no sólo dedicó escasos recursos en tratar de disminuir el enfrentamiento con el resto de naciones, sino que una parte de este fue dedicado al afianzamiento de este en base a criterios supuestamente objetivos. En la teoría no importan la etnia o los ancestros familiares, no importan los recursos de los que dispongan, no importa su preparación. No importan hasta que se encuentra una manera de tergiversar la norma.

Porque si hay un criterio que prima dentro de la actitud de los cabeza de familia, este el del pragmatismo. Los miembros del Sishin Modou, tanto en los matices del su lenguaje como en su propia historia, han demostrado ser unos individuos la suficiente inteligencia y cabeza fría para ser capaces de leer correctamente la situación en la que se encontraban. Quizás las soluciones por las que opte cada uno de ellos sean antagónicas pero, hasta el momento, han sido capaces de llegar a acuerdos de compromiso válidos para ser capaces de salir de ellas.
Su poder les permiten la suficiente holgura como para adaptar el mensaje al momento. Como para poder acusar a quien es crítico con ellos de no haber sido capaz de comprender las sutilezas de la norma. La extensión de estas y otras afirmaciones han variado de acuerdo a un gran número de criterios, y el mismo concepto de la extranjería ha sido sometido a multitud de reescrituras. Interpretaciones que les han levado a afirmar que no todos los habitantes de aquellos territorios no controlados por ellos puedan ser consideradas como extranjeros.
Las relaciones establecidas con alguna de las naciones vecinas se han visto afectadas por un gran número de bandazos oportunistas. En aquellas que, como pueden ser aquellas que, como Maelic y Vanyashi, son una importante fuente de recursos no sólo gozan de una salud de hierro, sino que se ha dotado a sus ciudadanos de un estatus propio. Quizás estos no gocen de los privilegios de los “iguales”, pero no por ello carecen de prebendas propias.

El hecho de que la colaboración entre los gobiernos sea muy estrecha no sólo se ha visto reflejado en el trato a sus habitantes, sino que también en la manera en la que sus respectivas iglesias han comenzado a tratar con ellos. Existe temor tanto por parte de los dirigentes de los distintos cismas Treyelianos como por la de los jerarcas de otros cultos de que la actitud del Sishin Midou se propague más allá de Silvarta.

Dentro del seno de las grandes naciones de componen la estructura de poder de la isla, es muy probable que la de Silvarta haya sido la que ha sufrido un cambio más drástico a lo largo de las últimas décadas, pero puede que el suyo haya sido el comienzo de un cambio mayor, o el ignitor de un nuevo retroceso.

- El Rapán Tohale

Shatter es un entorno heterogéneo. Un lugar en el que conviven diferentes etnias cuyas culturas se encuentran muy fragmentadas. Un cúmulo de influencias tanto de quienes les precedieron como de sus contemporáneos y, a su vez, el germen de un gran número de maneras de concebir la existencia o la misma civilización. Maneras y acercamientos que, de la misma manera, pueden abrazar lo más convencional que diferir de esto de forma desmedida.
Si bien es cierto que su diversidad no es tan grande como la que se puede encontrar en el continente, no es menos cierto que que en su interior también se pueden encontrar grupos de individuos cuyo estado de evolución sería muy complejo de ubicar en una escala objetiva.

Por más que las culturas de los integrantes de la etnia mandal han evolucionado de una manera más pareja, los de la otra gran etnia mayoritaria que se puede encontrar en la isla; la de los nirgedu, ha seguido un gran número de caminos divergentes. Una serie de rutas que, en ocasiones, les ha llevado a no lograr ser capaz de reconocerse entre ellos mismos.

Nirgedu es una palabra que, para los habitantes de las grandes naciones, y de manera casi despectiva, ha pasado a ser sinónimo de barbarie o de algo obsoleto. Algo que se debe en gran medida al gran número de pueblos de esta etnia que se organizan principalmente bajo la estructura de clanes. A pesar de esta apreciación, las culturas que han llegado a surgir con una participación mayoritaria de los nirgedu no se limitan únicamente a aquellas que son referidas con esta palabra, sino que naciones como la de Tálaspor tienen su origen en ella.
A su vez, fue dentro de una de las primeras encarnaciones de las naciones que han ostentado este nombre que tuvo su origen el Rapán Tohale; la iglesia de los “Hijos de Dwanyé”.

De acuerdo a este credo, los mandal y los nirgedu tienen una serie de antecesores comunes; las tribus que precedieron a los clanes, al Imperio Menetiano e incluso al mismo Imperio Ailanu. Un pueblo que, surgiendo de la isla cuando esta aún formaba parte del continente, llegó a conquistar no sólo los territorios que se encontraban más allá de su hogar, sino también los que se encuentran fuera de este mundo. Una hazaña que sólo fue posible gracias al beneplácito de Dwanyé y su cohorte; gracias a la intercesión de los “poseedores de la realidad”.

Este mito aúna un gran número de referencias de todo tipo y así, mientras que la figura de Dwanyé podría equipararse tanto a la de la encarnación primigenia de Avjaal como aglutinador de todas las cosas como a distintos aspectos de Ytahc. Por su parte, los seres que componen su panteón beben de fuentes de lo más diversas. Raíces que se podrían remontar hasta algunas de las madres y los padres de la humanidad, a deidades pertenecientes a otros panteones, o algunos de los gobernantes de las naciones que existieron en la isla durante el milenio negro.

Con el paso del tiempo, tanto el mito como este culto surgidos durante los últimos estertores de la edad surgida con posterioridad a la caída del Imperio Ailanu, se fueron sofisticando y adaptándose a las nuevas maneras de entender la mitología y su lugar dentro de la sociedad. Desde su nacimiento su fe se propagó de forma paulatina por los territorios occidentales de la isla y, durante breves lapsos de tiempo, su sede central se encontró ubicada en distintos territorios habitados por las culturas nirgedu. A pesar de esto, no fue hasta el establecimiento de la ciudad sacra de Vacta Krabi hace cuatro siglos que la expansión de este credo alcanzó unas cotas que le permitiesen alcanzar la autonomía de cualquier otro gobierno.

En la actualidad, a todos los efectos, Vacta Kravi es una nación más dentro del escenario político de la isla. A pesar de su tamaño, su ubicación con respecto a las grandes naciones que la rodean le ha granjeado una cierta posición de ventaja en relación a los estados vecinos. Es un punto de paso casi obligatoria en todas las rutas comerciales de la isla, y esto le ha permitido lucrarse con el tráfico que atraviesa sus dominios, al mismo tiempo que ha hecho que su fe no sólo se consolide en las provincias que tienen frontera con ella, sino que también se propague más allá de estas.

A pesar de que se encuentra gobernada por el alto clero del Rapán Tohale, Vacta Kravi no es una teocracia. La composición de su cúpula de gobierno puede estar liderada por la clase sacerdotal, pero quien gobierna el día a día de la nación son los funcionarios que componen el gobierno civil. Aun así, esto no ha sido óbice para que el misticismo haya pasado a formar parte de la cultura de la ciudad y sus habitantes. Tanto sus expresiones comunes como su arte o su literatura se encuentran imbuidas de un aire místico y una espiritualidad muy particular.

La posición del Rapán Tohale acerca de su lugar ha evolucionado tanto como su credo o la manera en la que la sociedad de Vacta Krabi lo ha entendido. De una encarnación original formada por sacerdotes que urgían a la guerra santa y la conquista, esta ha pasado por un gran número de estadios hasta llegar a ser quienes guían el camino del habitantes de este mundo en su tránsito hacia alguno de los que le seguirán.

De acuerdo al mito reformulado hace más de siglo y medio, los ancestros de la humanidad conquistaron todas las realidades, creando hogares en el más allá que se adaptan a la manera en la que uno plasma su legado en esta vida. Existen tantos estadios posibles como personas han poblado el mundo, y este número se amplía con cada nuevo individuo que traspasa el umbral que separa la vida terrenal de la que le aguarda una vez finalizado este tránsito.
El suyo es uno de los pocos mitos que se ha alejado de la visión fatalista de la realidad. Según este, la existencia no está condenada, no hay un final sino una sucesión de nuevos comienzos en otros lugares. La vida es el tránsito hacia el Hathsanyal; el camino infinito que conduce a mil millones de destinos.
Los dioses contemplan este camino desde sus remotos hogares y juzgan las acciones de fieles y herejes. Son ellos quienes comunican a los miembros del Rapán Tohale las lecciones que deben ser impartidas para recorrer este camino de acuerdo a sus máximas. Quienes dan las indicaciones para llegar a reunirse con ellos, pero no quienes juzgan a quienes las infringen.
Tras la muerte no hay marcha atrás, no creen en la resurrección o la reencarnación bajo otra forma, sino que las acciones y decisiones tomadas en esta vida dictaminan el camino que se seguirá. Un camino que, millones de años después, puede devolver a un ser hasta el punto desde el que partió. De esta manera, no son los dioses quienes castigan a quienes contravienen sus dictámenes, sino que son las propias acciones y decisiones del individuo las que les conducen hasta lugares en los que la vida está llena de penurias.

A pesar de toda la liturgia y la visión del mundo que promulga esta organización, rara vez llegan hasta la posición de dirigentes quienes se mueven por el altruismo o la devoción. Internamente tiene una estructura muy pragmática que, al mismo tiempo que promueve las palabras contenidas en sus escrituras, favorece el ascenso de quienes incumplen sus principios de forma sutil.
Si bien es cierto que algunos de sus componentes, generalmente los que se encuentran en los rangos más bajos de la orden, pueden predicar con convicción sus lecciones, lo normal es que estos individuos sean enviados al exterior para la captación a nuevos adeptos bajo la supervisión de mandos intermedios con una visión más terrenal. Quienes entran a formar parte de su estructura abandonan su etnia, familia o posesiones. Pasan a ser buscadores de caminos, aquellos que guían los pasos de quienes tienen una visión incompleta o errónea de la realidad.

Fuera de la propia organización, si bien sus leyendas forman parte de la cultura popular del pueblo, lo hacen bajo la forma de parábolas aleccionadoras más que como hechos objetivos de un pasados más o menos lejano. El culto les puede proporcionar sustento y protección, pero la laxitud y la falta de presión a la hora de imponer su credo con la que ha actuado, al mismo tiempo que les ha ayudado a cimentar su presencia, les ha hecho un flaco favor a la de cimentar su posición como figura de autoridad en el territorio de lo místico.
Cuando alguno de sus dirigentes ha tratado de invertir estas dinámicas, lo adverso de la reacción del pueblo casi siempre les ha llevado a reconsiderar su curso de acción. Tanto es así que, cuando el equipo de dirección se ha negado a cambiar su política, en más de una ocasión han sido sus propios subalternos quienes les han apartado del poder.

La tradición tiene un papel muy importante tanto en el interior de la vida de Vacta Krabi como en otras ciudades en las que esta organización tiene una presencia consolidada. Esta ha sido una de las herramientas a través de la que los distintos líderes del Rapán Tohale han logrado introducir y afianzar en el imaginario colectivo sus enseñanzas. La estratificación de su sociedad es algo que se encuentra muy marcada dentro de sus enseñanzas y, por más desigualdades y conflictos que esto haya generado, el papel predominante de la iglesia jamás se ha puesto en duda con los apoyos suficientes como para que esta pueda temer por su caída.

La suya acostumbra a ser una actitud en ocasiones llena de ambigüedades. Su historia está poblada por un gran número de actuaciones en las que han abogado por una dualidad en apariencia antagónica y contradictoria a la hora de afrontar los distintos avances de las sociedades que les rodean. Una que les ha llevado a la construcción de unas estructuras sociales en las que, a la par que priman principios profundamente materialistas, también existe una tremendamente presencia de lo espiritual. Dentro de su esquema de las cosas la forma ocupa un papel mucho más predominante que el fondo. La duda no lleva hacia la cuestión sino hacia la indiferencia o sirve como impulsor para la creatividad. Allí donde la pobreza es aceptada por quienes la padecen sin apenas una muestra de rebelión, la verdad se ha convertido un concepto subjetivo.

Pero, al mismo tiempo que sucede esto, el saber también ocupa una posición importante dentro del esquema de prioridades de las clases altas. El férreo control que han ejercido sobre el conocimiento ha llevado al surgimiento de disidencias dentro de sus propias estructuras sociales. El desarrollo de grandes obras colosalistas, impensables en otros lugares cuyos recursos son incluso superiores a los suyos, ha sido el germen de algunas de las escasas luchas sociales que han tenido lugar en los territorios en los que el Rapán Tohale tiene preponderancia. Irónicamente, no han sido los más desfavorecidos quienes han iniciado estas luchas, sino que en su mayoría han venido auspiciadas por integrantes de las clases privilegiadas. Conflictos no tan motivados por los excesos de esta organización como por la amenaza que ha supuesto para quienes ostentan el poder allí donde han llegado.

Porque no sólo el saber es un bien que han tratado de acaparar, sino que ha sido una herramienta más en su lucha por hacerse con el poder allí donde se ha implantado, y su crecimiento siempre ha ido acorde a un plan. A una metodología que, mientras ha tratado de apartar del saber a quienes podrían suponer una amenaza, oculta bajo una máscara de ascetismo y espiritualidad, también ha sido utilizada para controlar a estos mismos individuos para que se enfrenten a sus actuales señores.

- Sinráesh

Las relaciones existentes entre las dos etnias mayoritarias de la isla son complejas y cambiantes. Una serie de interacciones que han dado como resultado conceptos cuya autoría o posesión, en algún momento, ha sido reclamada por integrantes de casi todos estos grupos sociales.

Dentro de este bagaje, quizás la idea de Sinráesh sea el ha resultado ser la más consistente a lo largo del tiempo, aunque esto no implica que su autoría o adopción haya sido algo unilateral o inamovible.

A pesar de la reputación de la que goza en la actualidad entre los pueblos que se autodenominan como civilizados, este concepto no es algo exclusivo de los clanes nirgedu. Tampoco es una religión o un estamento social. No nació como un arma o una herramienta de control, sino como una escuela de pensamiento que precedió a las culturas que existen actualmente en la isla. Como una teoría utópica, como un ideal inalcanzable. Pero su mensaje inicial no tardó en mutar y asentarse bajo distintas formas en cada una de las sociedades con las que entró en contacto.

Así, mientras que los pueblos mandal adaptaron e interiorizaron una parte de su mensaje dentro de sus idearios nacionalistas, dentro de los territorios controlados por los clanes su presencia se propagó de una manera más diluida.

Porque, a pesar del temor que despiertan entre algunos de sus vecinos, no existe nada similar a la cohesión cultura dentro de los clanes. Si bien es cierto que en sus dominios también se pueden encontrar estructuras sociales más complejas que las de un clan o una tribu, estas no dejan de ser la excepción. Organizaciones cuyo origen proviene del exterior y que se integran con su organigrama de distintas maneras. Que se limitan a ocupar un espacio tangencial en su día a día o que tratan de hacerlas cambiar. Que se dedican a aprovecharse de sus carencias o que tratan de suplirlas. Grupos que se dividen mayormente entre aquellos que pujan porque el concepto que estos han desarrollado alrededor de Sinráesh sea una realidad y quienes tratan de evitar la unión de los clanes bajo un único estandarte.
Por su parte, en lugares como Silvarta, Tálaspor o Vanyashi, su presencia se encuentra principalmente relegada a un papel muy secundario. Tanto es así que, en muchos lugares, esta ni siquiera se conserva como una nota en el margen sino que se ve como algo ya superado, como un cuento infantil promulgado por gentes que no eran capaces de comprender las complejidades de la interacción humana.

Porque el de Sinráesh ha sido un concepto difuso y fluido. Uno que, a lo largo del tiempo, ha sido poseedor de un gran número de significados. Una amplia colección de la cual, el último de ellos, aquel que defienden sus valedores en la actualidad, sólo es uno más. Uno que, a pesar de haber logrado sobrevivir durante un prolongado periodo de tiempo, no ha logrado esto sin realizar ciertas concesiones durante el camino.

Así pues, Sinráesh, por más que con frecuencia sea referido de esta manera, no es ni ha sido jamás un concepto equiparable al inexistente constructo social de “la Nación nirgedu”.

Las estructuras sociales desarrolladas a lo largo de los últimos siglos por los nirgedu no se asemejan a los de una nación o una agrupación de pueblos. Para aquellos entre los suyos para los que Sinráesh significa algo, su significado se asemejaría a otras tantas ideologías en su forma más pura. A un ideal primigenio, a una abstracción y una quimera. A un concepto por el que nadie lucha en el terreno de lo político, lo mísitco o lo social, pero al que todos aspiran a llegar en el plano teórico. Para unos significa la paz, el fin de las rencillas entre los clanes, pero para otros representa un nuevo comienzo; el punto de partida hacia una conquista.

Es una herramienta en ocasiones utilizada como amenaza, en ocasiones blandida como una promesa de entendimiento. Un pacto entre quienes, a pesar de sus diferencias, se consideran hermanados de una manera más cercana, al mismo tiempo que una muestra de respeto hacia las tradiciones de los demás. Un propósito a todas luces imposible.

Cada clan es un ente unitario. La suma de una serie de circunstancias únicas, de conflictos y alianzas con el resto de los pueblos nirgedu y mandal, de los sucesos que han acontecido en los territorios que habitan, de las tragedias y éxitos que han vivido. Las relaciones entre los propios clanes, independientemente de la distancia que los separan, no son sencillas. Se ven supeditadas en gran medida a las simpatías de quien se ha encontrado como cabezas de familia en cada momento.

De haber un rasgo común entre una gran parte de ellos, esta es su querencia por crear relatos míticos a partir de los retales más lejanos de su pasado. Su respeto formal hacia el saber y la historia, pero también su gusto por deformar estos valores para que se adecuen a sus intereses o a una narrativa mayor.

Así, por más que gusten de hacer ostentación de las reliquias del pasado, o de textos en los que se plasma su historia, no son pueblos que dediquen una gran cantidad de sus recursos a transformar esta ostentación en algo un saber real. Lo que sienten por la apariencia del saber es devoción, pero el conocimiento es tratado como algo casi mítico. Algo que no se cuestiona. Los grandes caserones acostumbran a tener altares dedicados a los ancestros que pueden ser visitados por cualquier miembro del clan, pero no tienen templos o edificios dedicados en exclusiva a este culto. La voz de ancianos y sacerdotes tiene el mismo peso en su cultura, y ambos acostumbran a vivir en alas habilitadas a este efecto en las grandes mansiones.

Sin importar el el campo de estudio o los resultados que hayan obtenido durante su años hábiles, es raro que la presencia de cualquiera de los más ancianos entre los estudiosos sea cuestionada en los consejos del clan. Su papel dentro de las decisiones diarias en la vida del clan puede verse sometido al dictamen de los señores, pero si pide la palabra en alguna instancia pública la tradición dicta que esta se le tiene que conceder. Este hecho ha llevado a que la percepción que se de a los ancianos tanto dentro como fuera de los clanes sea algo dado a equívoco, un error de apreciación al que ha ayudado su folclore reciente.

Dentro de la tradición moderna, es sobre los hombros de los ancianos sobre los que recae la decisión de proclamar el acuerdo que daría lugar al establecimiento de Sinráesh. Una tradición que ha sido promulgada por algunos de los integrantes más ambiciosos que han formado parte de este colectivo. A su vez, la interpretación que ha realizado del mismo a lo largo del tiempo cada uno de los clanes es diferente enormemente.

Tanto los pasos a dar para llegar hasta Sinráesh como las consecuencias de su llegada son debatidas por estos dentro del plano teórico pero, en la realidad, carecen del poder necesario como para transformar este concepto en algo tangible. Más allá de las posibles luchas y debates internos de los diferentes grupos de estudiosos, existe una lucha que mantienen en paralelo con los señores de los clanes. La utopía que teorizan implicaría la creación de una entidad monolítica, una donde las divisiones entre los clanes desapareciesen y, con ello, el poder que estos ostentan sobre ellos.

Por su parte, este concepto también es considerado como algo peligroso por parte del resto de las naciones de la isla. Como algo que amenazaría al equilibrio que reina en la actualidad. Un nuevo contendiente en la pugna en la que ellos desean ser los vencedores.

El concepto de Sinráesh se encuentra fuertemente ligado a la tradición de los nirgedu, y esto es algo de lo que se han aprovechado místicos, eruditos y arribistas. Su base son los designios de los ancestros. De un concepto que se ha usado de manera indistinta para crear nuevos panteones y para rendir culto a los antecesores de los actuales gobernantes de los clanes. La cultura nirgedu, lejos de ver una contradicción en esto, lo ha abrazado y potenciado. La verdad es un concepto mutable. Un concepto forjado por quien tiene el poder para imponer su agenda. Por quien es capaz de reescribir la historia y mantener su versión hasta que esta se consolida. Ya venga esta verdad de filósofos, científicos, soldados o poetas, su validez la determinará el transcurrir del tiempo.

Así pues, tanto el concepto de Sinráesh como las proyecciones que se han hecho de él están muy lejos de ser algo coherente y aceptado por todos los que lo promulgan. Sólo se trata de una serie de constructos puramente circunstanciales. Ideales teóricos que, al igual que ha sucedido en otros lugares en el continente, como puedan ser Bra’Em’Kyg, Rearem o Trollellom, han mutado para adaptarse a las necesidades del momento.

Una hipotética alianza entre los clanes nirgedu sería más probable como una medida defensiva antes un posible avance de alguno de sus vecinos que como una alianza basada en un propósito más elevado. Como sucede con toda religión o escuela de pensamiento, los cismas que han surgido de su seno han llegado a eclipsar a quien les dio origen. Sus defensores son conscientes de esto, pero aspiran que sean sus iteraciones e interpretaciones de los preceptos que dieron origen a la Sinráesh primaria sean los que prevalezcan.

Puede que, de acuerdo a su mitología, tanto los habitantes de la isla como del continente provengan de una misma fuente, pero no por ellos los consideran como sus iguales o, ni mucho menos, sus aliados. Históricamente han existido alianzas entre los defensores de los distintos cismas con entidades en apariencia antagónica. Alianzas que se han forjado para combatir a quienes comparten su etnia, credo base o línea genealógica.

Las alianzas tradicionales se han subvertido y los principios sobre los que se construyeron se han convertido en anatema. Porque el de Sinráesh es un concepto dual. Uno que, mientras aboga por el entendimiento, fomenta la imposición de las tradiciones sobre las de otras. La verdad o la ambición de unos ideólogos sobre la de la de los demás.

La última vez que se logró consolidarse fue como una llamada a las armas, como una reacción violenta ante una violencia aún mayor. Como algo que sólo ha servido para fomentar en la mente del resto de naciones su imagen como amenaza.

Como tal, la suya fue una alianza frágil. Una que únicamente tenía sentido ante la presencia de un rival del exterior. Una que no tardó en fragmentarse por las rencillas internas cuando esta amenaza se desvaneció. Cuando dejó de ser utilizada como una herramienta para defenderse de un antagonista plausible.

Pero, después de aquello, esto no ha impedido el surgimiento de otros que han abogado por su regreso. Que han tratado de presentar tanto al vecino como al hermano como alguien que requería de una acción desesperada. Como un peligro inminente. Quizás estos cismas sean los menos comunes, pero son los que cuentan con una visibilidad mayor más allá de los territorios de los clanes. Quienes tratan de provocar que su regreso sea una necesidad instigando a quienes viven fuera de sus fronteras.

A pesar de que hace mucho que no existe como tal, el de Sinráesh sigue siendo un nombre que continúa estando en boca de muchos de forma constante, y no sólo en la de los nirgedu.

Este descrédito ha sido históricamente el mayor escoyo a sortear para quienes buscaban de manera sincera el fin de las hostilidades entre los nirgedu. Una mala reputación que, con frecuencia, ha llevado a muchos a creer erróneamente que Sinráesh es un proyecto puramente militar, cuando no directamente una muestra de la escasa evolución de los nirgedu, llevando a todos ellos a categorizar a todos ellos por igual como la menos sofisticada de cuantas culturas se pueden hallar en la isla. Pero esta es una afirmación que, aparte de ser tremendamente simplista, muchas veces también ha sido interesada. Ni todos los clanes se encuentran afiliados a alguna de las iteraciones de Sinráesh, ni aquellos que sí que lo están pertenecen a culturas construidas sobre el afán de conquista.

Por más que sus estructuras sociales puedan ser en apariencia menos sofisticadas que las de los pueblos que se autodenominan como civilizados, esta percepción se encuentra basada principalmente en los prejuicios y la incomprensión. Existe una gran diversidad de culturas dentro de los nirgedu y, por añadidura, dentro de los pueblos que se han pretendido englobar dentro de Sinráesh.

- El Yannkhor Nusung Ileth y el Visenyán

De la misma manera que considerar a la suma de los clanes nirgedu como una nación sería algo impreciso, asumir que el poder que tienen sus cabezas de familia ante el resto de los suyos es algo consolidado e inamovible sería realizar una aproximación muy simplista hacia sus diferentes realidades.

Las disputas entre ellos son tanto o más frecuentes y violentas de las que han tenido con otros pueblos, siendo estas, en un gran número de ocasiones, las razones por las que han surgido nuevas maneras de entender las estructuras sociales. De esta manera, a pesar de que en el terreno de lo formal quien rige el destino del clan es su referente familiar, el poder real del que gozan los ancianos o los eruditos en cada uno de ellos es algo de lo más dispar.

Ha sido esta una situación que, en gran medida, la que ha permitido que se genere el caldo de cultivo necesario para el surgimiento de otros organismos que no terminan de encajar con sus sociedades. Estamentos surgidos fuera de los clanes pero que, a pesar de esto, han logrado asentarse en sus dominios e interactuar con ellos de maneras inesperadas. Que han permitido que se den una serie de sinergias y estructuras únicas como las del Yannkhor Nusung Ileth y el Visenyán. Organismos que han sido combatido y fomentado a partes iguales por quienes forman parte de las estructuras de poder dentro de los clanes. Dos organizaciones que han crecido y evolucionado hasta ocupar espacios contrarios dentro de estas estructuras. Hasta convertirse la una en la cara opuesta de la otra.

A pesar de las diferencias que separan a ambas organizaciones, las funciones que desempeña cada una de ellas han sido confundidas en multitud de ocasiones. Se ha tratado de equiparar el papel del Yannkhor Nusung Ileth con el de una religión al uso, y el Visenyán ha tratado de presentarse a sí mismo como una reinterpretación de La Orden de Cahirn Ansay, pero ambas interpretaciones no dejan de ser nada más que meras traslaciones descontextualizadas de algo que no tiene sentido fuera de la isla. Una muestra más de cómo ciertos elementos sólo tiene sentido en el contexto en el que han surgido, y de como el desconocimiento y la incomprensión, el confundir una parte con el todo, lleva a la formulación de teorías erróneas muy alejadas de la realidad.

Porque, por más que tanto la nación de Silvarta como la de Tálaspor no valoren en demasía todo lo relacionado con las distintas civilizaciones de los nirgedu, esta visión se encuentra tremendamente limitada por sus propios sesgos. No se trata únicamente de que estas civilizaciones poseen cualidades que, en ciertos aspectos, superan a las que ellas valoran, sino que, añadido a esto, al incluir dentro del mismo saco a todo lo que se encuentra ubicado dentro de los territorios dominados por los clanes, este error de apreciación aumenta de forma exponencial.
A pesar de que ambas naciones a un tiempo desprecien y teman a las que consideran como una serie de culturas bárbaras, el valor que estas dan al conocimiento quienes componen estos pueblos supera con creces al de los suyos. A pesar de que ambas naciones posean en su interior organismos que realicen tareas en apariencia homólogos a los del Yannkhor Nusung Ileth o el Visenyán, la manera en la que estas están engarzadas dentro de sus estructuras sociales ha impedido que el saber se convierta en una prioridad. Quizás los organismos que existen dentro de estos pueblos autodenominados como civilizados pueden ser más sofisticadas y poseer unas estructuradas en apariencia más complejas, pero esto no les ha llevado a obtener una comprensión mayor acerca de su entorno en el que habitan.

Contrariamente a lo que se puede encontrar en otras agrupaciones similares, el material del que se nutren los estudiosos de estos organismos no se almacena en sus sedes centrales o remotas. En ellas se pueden encontrar copias parciales y resúmenes de las obras a las que han tenido acceso, pero la fuente de la que beben se encuentran dispersas fuera de su control. Estas se agolpan en los grandes caserones que habitan los cabeza de cada clan bajo la forma de los antiguos textos que narran su linaje, los artefactos que exponen en sus salones o aquellos que forman parte de su misma arquitectura.
Es ahí donde se encuentra su principal fuente de documentación. Donde se pueden encontrar las obras que contienen un conocimiento anterior al que se conserva en las bibliotecas y universidades de sus vecinos. Porque el saber ancestral es uno de los bienes más apreciados por los clanes, siendo su posesión un honor y una muestra de prestigio que en raras ocasiones se ve superado por el de otros artefactos. Quizás sean unos bienes cuya explotación rara vez supere al de la mera ostentación pero, dentro de su limitada comprensión, sus poseedores saben que el valor que se atesora entre sus hojas es superior al de las tierras, las estatuas o el dinero.

La integración de ambas organizaciones dentro de las estructuras sociales de los clanes no se uniforme. Si bien han sabido sacar partido de la estratificicación y fragmentación que existe dentro sus culturas, este es un hecho que sólo les ha servido parcialmente para consolidar su presencia en ellas. Las diferentes capas que componen sus sociedades atienden a criterios que el observador externo ha acostumbrado a percibir como algo difuso. A razones y prioridades cambiantes que, al mismo tiempo que han permitido que el poder de los cabezas de clan sea algo casi absoluto dentro de sus dominios, han relegado ciertos aspectos de su gobierno a designios de lo más impredecible. A elementos culturales que han llegado a verse afectados por los influencias provenientes ded exterior. Por organismos transversales que afectan de distinta manera a cada uno de los señores.

Porque la relación sanguínea tiene una importancia vital dentro de las sociedades compuesta por los distintos clanes de la etnia nirgedu, pero el conocimiento real es respetado por encima del poder físico o económico. A pesar de no existir una estructura de poder común que englobe a todos los clanes, la palabra del erudito llegado desde fuera del núcleo familiar directo puede llegar a tener más poder que la del caudillo militar local.

De esta manera, un gran número de ellos aceptaron el papel del Visenyán como el de un poder central en asuntos de índole metafísica, al igual que otros convirtieron al Yannkhor Nusung Ileth sus guías en el terreno de lo espiritual. A pesar de que aún no ha transcurrido un siglo desde que se formasen ambos estamentos, su influencia no ha dejado de crecer.
Por supuesto, ellos no han sido ni los primeros ni los únicos que han cubierto estos huecos dentro de la estructura de poder. Sustituyen y complementan a una larga lista de organizaciones que ocuparon posiciones similares en el pasado o que han ido perdiendo su relevancia con el transcurrir del tiempo. A otra suerte de individuos que han guiado el camino de los nirgedu hasta que sus designios fueron en contra de los deseos de quienes encontraron alguna manera de acabar con su poder.

Los vestigios de algunas de estas organizaciones ya desaparecidas aún permanecen dentro de los clanes bajo la forma de consejeros y escribas. Gente que ocupa cotas de poder que se ven amenazadas por cada nueva encarnación de quienes tratan de centralizar el conocimiento o por la presencia de quienes tratan de aprovecharse de los fallos o lagunas para convertirse en sus sucesores. El pasado de los nirgedu es rico historias acerca del auge de quienes han afirmado comprender la realidad y su posterior caída. Porque la infinidad de capas que componen el todo es demasiado basta como para poder prever todos su movimientos, y quienes se han negado a reconocer su propia falibiliad, cuando la misma realidad no ha demostrado a sus argumentos como algo falaz, no han tardado en encontrar a alguien que les desenmascarase ante el pueblo.

A pesar de este ciclo de fracasos se han logrado ciertos avances pero, con cada nueva demostración de las carencias en su saber, estas sólo han servido para hacerles retroceder. Un retroceso que, en ocasiones, ha resultado ser mayor que los avances que habían logrado. Que ha convertido a algunas de las culturas nirgedu en pueblos en los que el escepticismo y el descreimiento han dejado paso a la cerrazón y el cinismo.
Esto estas culturas ambas organizaciones son miradas con recelo, pero esto no ha impedido que su presencia algo prohibido. El legado dejado por quienes les precedieron no ha hecho que la influencia de quienes han tratado de adoptar el papel de sus guías sea rechazado de forma directa, pero ya con anterioridad a su desaparición quienes aspiraban a sucederles eran mirados con suspicacia. Tanto una gran parte de los errores cometidos por todos estos, como algunos de sus aciertos, forman ya parte del acerbo cultural de los nirgedu a todos los niveles. Se han convertido en los inestables cimientos sobre los que han tenido que caminar y construir quienes les han sucedido.

De esta manera, el camino recorrido tanto por el Yannkhor Nusung Ileth como por el Visenyán se ha visto entorpecido por un gran número de problemas añadidos a aquellos con los que acarreaban por sí mismos. Su avance fue lento y, en el momento de su nacimiento, ninguno de los dos fue algo rompedor, sino que se limitaron a recuperar distintos aspectos de estos legados perdidos. A todos los efectos, los clanes perciben a ambas organizaciones como órganos análogos. Como el receptáculo de dos aspectos dispersos dentro del amplio espectro del saber. Como los lugares a los que acudir en busca de respuestas cuando los suyos no han sido capaces de dárselas.
Si atendemos al plano teórico, sus respectivos consejo no discriminan por origen o creencia a quienes entran a las organizaciones. Estas se encuentran formados por quienes teóricamente son los miembros más ancianos y sabios de entre quienes buscan el conocimiento puro. Esta ha sido una percepción que ha tratado de ser perpetuada por sus equipos de dirección, pero que no podría ser más errónea.

Existe una lucha de poderes entre ellas que excede sus ámbitos más directos. Una lucha en la que se encuentran implicados también una gran parte de los cabezas de clan nirgedu. Una lucha por dictaminar qué es la verdad, por escribir no sólo la historia sino también las leyes que gobiernan la realidad de acuerdo a sus necesidades.

Ambas organizaciones se encuentran desligadas de los clanes pero, al mismo tiempo, no dejan de depender de ellos. Tanto su seguridad como una gran parte de economía se encuentran vinculadas a acuerdos cuya validez no es fija. Tratados que deben ser renegociados con cada nuevo cambio de su cúpula directiva o cuando alguno de los clanes más importantes cambia de cabeza visible.

Más allá de en ciertos aspectos formales, su forma y su fondo guardan pocas similitudes. Ambos estudian los textos de antaño, pero mientras que los primeros lo hacen desde el punto de vista del mito, los segundos basan su investigación en el saber histórico y científico. Allí donde uno fomenta la superstición o el pensamiento mágico, el otro trata de obviar su presencia dentro del saber popular. A pesar de esto, dentro de su ánimo no se encuentra el deseo de extirpar el saber de toda referencia a las tradiciones. Son conscientes de que estas aún se encuentran demasiado presentes dentro de las culturas nirgedu y que su eliminación o negación podría desencadenar consecuencias desastrosas para ellos. Así pues, sus búsquedas se centran en la consecución de medios a través de los que lograr afianzar su poder entre ellos para poder aspirar a objetivos mayores.

A pesar del estatus de venerabilidad del que se ha tratado de dotar a sus estudiosos, el rango de edad de quienes son sus integrantes tampoco es algo acotado, pudiendo encontrar entre sus filas a individuos entre los diez y los ochenta años cumpliendo diferentes roles.

Lo que es indudable es que, dado el bagaje cultural de los nirgedu, la capacidad de ambos organismos para participar en la toma global de decisiones es considerable. Existe una ley no escrita entre ellos que dictamina que, quienes tienen la capacidad para comprender, promulgar y perpetuar el saber, tienen abiertas las puertas hacia los lugares en el que este se encuentra. Y el saber se almacena en los hogares de los cabezas de clan, por lo que negar el acceso hasta ellas a los componentes de estos grupos es una muestra de desprecio hacia la tradición.

Este hecho ha sido aprovechado tanto por miembros de estas organizaciones como por otra clase de individuos en beneficio propio. Porque el saber puro es algo que no siempre motiva a acceder hasta estos lugares, sino que su mera presencia en ellos también es interpretada como un símbolo de estatus, así como de un medio para acceder a una vida más cómoda.
Estos son algunos de los individuos que, paulatinamente, han ido obteniendo una mayor relevancia dentro de estas sociedades o han sido fuente de descrédito hacia sus alma mater. Que han sido aupados hasta posiciones que no se corresponderían al estrato en el que nacieron o sus capacidades reales, o cuyo camino les ha llevado a ser tratados como a criminales.

En una misma mansión, caserón o palacio pueden encontrarse miembros de ambas organizaciones junto a santones que afirman hablar en nombre de los ancestros. Sus estancias pueden prolongarse ahí hasta el final de sus días sin que nadie cuestione su presencia, labor o la manera en la que la realizan. Porque el hecho de poseer los medios en los que se almacena el saber, o el tener acceso hasta ellos, no lleva implícita la capacidad para apreciarlo, comprenderlo o ser consciente de lo que se encuentra a disposición de uno. Se han perdido incontables cantidades de tiempo y esfuerzo investigando bellas carcasas vacías, mientras junto a ellas se encontraban ocultas a simple vista otras que albergaban respuestas y verdades inapelables bajo formas menos llamativas.

Como consecuencia de que todo esto, una gran parte del conocimiento que se agolpa en sus paredes, estantes y expositores oculta aún tesoros por desentrañar y su comprensión, ya sea por parte de quienes lo poseen o quienes lo investigan, en ocasiones no es el objetivo final de quienes reclaman su custodia. Sus orígenes son diversos y no se limitan en exclusiva a los habitantes nativos de la isla. Ya haya sido mediante la conquista, el comercio o el robo, el acopio de textos y obras provenientes de la practica totalidad de las naciones con las que han tenido contacto, su posesión no deja de ser una muestra más de poder.

Pero este saber potencial ignorado no se aglutina únicamente en los hogares de los poderosos, sino que la incapacidad para comprender lo que poseen es un mal endémico. Uno que no se limita a las obras albergadas en los grandes salones, sino que también se ha extendido hasta las sedes de estas organizaciones.

Con el transcurso del tiempo tanto el Yannkhor Nusung Ileth como el Visenyán también han ido ampliando sus respectivas colecciones y materiales de estudio. Porque, a pesar de lo que puedan llegar a afirmar, el hecho es que, en gran medida, lo que se valora por encima de todo es la posesión del objeto físico por encima de su contenido o su significado. La demostración de que es uno y no el otro quien posee lo que tiene el mayor valor. Y esto es así porque el estudio de una gran parte de los textos supervivientes a culturas de antaño no sólo es algo que escape a las posibilidades de estas organizaciones, sino que también supera las capacidades de la práctica totalidad de los eruditos actuales de Daegon.

A pesar de su relativa juventud, sus respectivas historias se encuentran pobladas por numerosos cambios. Tanto la fidelidad hacia las que fueron las misiones fundacionales de ambos organismos han dependido por entero de quienes han formado sus cúpulas directivas, y esto es algo que ha fluctuado enormemente desde sus respectivas fundaciones.

Las suyas han sido tareas harto complejas. Lidiar con las particularidades de cada uno de los clanes ha demostrado ser una tarea que les ha consumido una gran cantidad de recursos. Una labor que les ha llevado a acumular y dedicar grandes esfuerzos a estudiar obras que saben sin valor para contentar las demandas de sus valedores, mientras que otras envueltas en formatos menos vistosos eran descartadas. Modestos manuscritos cuyo valor no han sido capaces de apreciar continúan perdidos en un mar de ignorancia que nadie ha sido capaz de navegar.

Irónicamente, quienes más se vanaglorian de valorar todo esto son quienes, históricamente, más han caído presa de estos juegos de espejos. Porque, al final del día, los componentes de algunas des las culturas que más se han preocupado por promover la valoración del conocimiento por encima de lo demás han sido quienes menos han hecho por que todos los suyos hayan tenido la posibilidad de catarlo. Por más que sus dirigentes se regodeen en su acumulación, la preocupación de las estructuras sociales más bajas siempre se ha orientado hacia los quehaceres del día a día.
Dentro de las culturas de los nirgedu no se ha estilado jamás la construido colegios o universidades, a pesar de que sus señores viven en los edificios que antaño albergaron estas funciones. Al igual que ha sucedido dentro de otras culturas, la popularización de ese bien tan valorado no ha sido jamás la preocupación de quienes lo poseen. Esto es algo que ha llevado a que, quienes realmente se han dedicado a buscar su comprensión y a asimilación tiendan a encontrase fuera de estos círculos más afortunados.

De esta manera, ambos grupos fueron creados por quienes casi podrían ser considerados como parias. Por gente que decidió cuestionar el estatus quo, o quienes, bajo el pretexto de subvertirlo, sólo buscaban crear los medios para su propio ascenso social. Son organismos transversales, elementos externos a las clases gobernante que han hallado una excusa cultural que estos no les pueden cuestionar. Herramientas a la disposición no sólo de los clanes, sino también del resto de pueblos de Shatter o Daegon, pero sin una vinculación directa con los líderes de esta red clientelar. Órganos consultores para todos ellos, pero ajenos a sus cadenas de mando. Ni el el Yisén Morag; el consejo de los jefes de clan que se reúne de forma excepcional, ni el Sishin Modou tienen control sobre las decisiones que tienen lugar en Uwais y Jaa, sus sedes centrales.

A pesar de que el núcleo de su actividad se encuentra centrada en los territorios dominados por los clanes, ambas organizaciones han logrado extender su zona de influencia más allá de estas demarcaciones. De esta manera, si bien es cierto que los habitantes de Vanyashi, Silvarta o Bahersy acostumbren a referirse a ellas como elementos íntimamente ligados a los nirgedu, los distintos estamentos de estas naciones son muy conscientes de dónde terminan estos lazos.
Aun así, su presencia se ha dejado sentir de forma sutil a distintos niveles. Tanto los mandal como los nirgedu no son un todo coherente cultural. Esta es una generalización que ha es utilizada en ambos sentidos para referirse a las culturas que han surgido como una escisión de ellas, pero los miembros de estas etnias también han formado naciones cuyas estructuras son más similares a las que se pueden encontrar en el Continente.

Ambas etnias se han dividido en un gran número de cultura heterogéneas. En un complejo mosaico de pueblos que, a pesar de compartir rasgos con aquellas culturas surgidas durante el milenio negro, también están llenos de contrastes y contradicciones para con aquellos. La manera en la que cada una de estas culturas interpreta las tradiciones y preceptos de sus ancestros se encuentran sustentadas sobre sus particulares condiciones geográficas y la evolución de sus respectivas culturas. De la misma manera, las relaciones establecidas entre cada una de ellas con el Yannkhor Nusung Ileth y el Visenyán poco tienen que ver con las de las demás.

Mientras que en el caso de los nirgedu el respeto hacia ellas o sus decisiones dependen más de materias geopólica o simpatías personales que de la tradición, por su parte, las naciones pobladas por la etnia mandal mantienen acuerdos en apariencia más formales con ellas. Tratados establecidos con estas organizaciones pero que, una vez analizados, han sufrido un gran número de reescrituras. La interacción que se ha formado entre ellas, a pesar de sus diferencias, también ha pasado por un gran número de estados y, en un pasado no demasiado lejano, no fue raro encontrar a sus estudiosos colaborando con ciertos estamentos de algunas de las grandes naciones.

En la actualidad, a excepción del nuevo gobierno de Silvarta, tanto las organizaciones científicas de la isla como las del exterior han expresado sus dudas acerca de la capacidad de la presente directiva del Visenyán para llevar a cabo su labor. Esta no ha sido una situación infrecuente dentro de su historia ya que, cuando no se han relacionado con culturas pertenecientes a los sectores más tradicionalistas de la etnia nirgedu han sido tratados como norma general con desprecio y escepticismo. Una casuística de la que tampoco ha estado exenta su relación con Tálaspor, la que fuese su alma mater.

Este trato ha tenido menos que ver con su actitud hacia el conocimiento que con las diferencias culturales. A pesar de los bandazos ideológicos que han podido dar sus distintas directivas, estos hechos concretos apenas han afectado a sus relaciones, Por más grandes que hayan podido ser estas diferencia, su reputación se ha visto igual de cuestionada cuando sus equipos de dirección han tratado de hacer honor a las directrices bajo las que fueron fundados que cuando su único objetivo ha sido el lucro o la ocupación de una parcela de poder. El acercamiento que tienen hacia el conocimiento se encuentra tan condicionado por su contexto que esto ha tenido como consecuencia que, en sus relaciones con otros grupos, hayan sido más frecuentes los enfrentamientos que las alianzas duraderas.

Por su parte, los enfrentamientos más feroces a los que ha visto sometido el Yannkhor Nusung Ileth ha sido con los miembros de las culturas más primarias. Su presencia siempre se ha visto cuestionada por los santones y ancianos que han sido los guardianes del conocimiento tradicional, y la visión que han tratado de dar del mundo metafísico frecuentemente ha chocado con la de estos. Esto no ha impedido que, en aquellos lugares en los que el cabeza de clan pugnaba por el control con los ancianos, se hayan establecido alianzas de conveniencia, pero estas, en gran medida, han sido tan duraderas como el conflicto en curso.

Estas han sido una serie de relaciones que también se ha llevado al surgimiento de cismas a todos los niveles. Al fomento de la persona por encima del mensaje, al uso de la inversa y la picaresca. Esta organización también ha usado y ha sido usada por los ancianos o ancianas de los clanes cuando la eran estos quienes trataban de minar el poder de sus superiores jerárquicos dentro y fuera de los círculos religiosos. El origen de muchos de sus integrantes proviene de los linajes de santones y místicos, y esto ha ayudado a que se estableciesen relación extraoficiales entre alguno de los componentes del Yannkhor Nusung Ileth y sus familiares.

Su integración con las estructuras del poder siempre ha sido al mismo tiempo más cercana y más intrusiva. Han acostumbrado a buscar su lugar en aquellos lugares que se encuentran más ligados al de las personas que se encuentra tomando las decisiones en él día a día de los clanes en los que se encuentran presentes. Las líneas de sangre son muy complejas, y los árboles genealógicos de cada uno de ellos están poblados por ancestros de los que se sabe muy poco. De nombres que sacar a relucir cuando el momento así lo dicta, al igual que de aquellos sobre los que se prefiere no hablar.

Esta es una situación que, aunque en menor medida, también se da en la cultura Talasporiana. Un lugar en el que su pasado más lejano también se encuentra muy mitificado ha demostrado ser el caldo de cultivo ideal para insertar nuevos mitos y buscar explicaciones a los ya existentes. Por más claros y concisos que puedan ser los registros de la familia, la interpretación que se ha hecho de quienes les precedieron puede convertirse en un arma política. En un as a jugar en un momento de necesidad o interés puntual. En una narrativa que puede llegar a ser adaptada de acuerdo a lo que requiera el momento.

- El Talath Shantyl Natoge

Ciertas culturas de Shatter han tendido a sentir un apego casi enfermizo hacia su pasado, aunque la manera en la que lo ha plasmado cada una de ellas a sido dispar. No sólo los nombres con los que han sido bautizadas las naciones han ido obteniendo nuevos significados a lo largo de la historia, sino que esta es una cualidad atribuible a todo concepto que ha adquirido una cierta relevancia. A conceptos como han sido los de Sinráesh o el Talath Shantyl Natoge.

El trayecto recorrido por este apelativo lo ha ligado a un gran número de ideas y estamentos en distintos lugares de la isla, llegando a ser su “posesión en exclusiva” el origen de varios conflictos en el pasado. Enfrentamientos que, a su vez, han hecho que su mención pasase a ser algo peligroso en los tiempos que los siguieron.

El suyo ha sido un camino que le ha llevado tanto a convertirse en la denominación por la que han sido conocidas tanto distintas naciones como un gran número de agrupaciones de todo tipo. Que le ha hecho formar parte de la vida de diversas culturas y le ha llevado a asentarse en distintas localizaciones de la isla. Un camino que le ha permitido dejar cientos de pequeños legados bajo diferentes formas. No todas las culturas que han tenido relación con los diferentes aspectos de este concepto han sido tocadas de la misma manera. Este contacto ha hecho que el significado de la misma expresión haya cambiado a lo largo y ancho de cada uno de estos emplazamientos. Que se le haya considerado como la causa de todo mal causando con ello su condenado, o que haya logrado reinventarse una y otra vez. Que se haya visto forzada a desaparecer, o que aún logre mantener viva su presencia.

En su encarnación más reciente, esta es una organización que se encuentra a medio camino entre la ciencia y el misticismo. La historia de esta iteración no se remonta demasiado en el tiempo, encontrándose los inicios de esta andadura menos de cuatro décadas atrás. Este hecho no es algo que haya logrado evitar que sus diferentes instancias se haya visto sumida en numerosas sucesiones de momentos álgidos y de debacle interna.

No es la primera vez que los territorios en los que se asienta su actual encarnación se han visto asociados con alguno de cuantos le antecedieron. Esta es una ubicación en la que, durante los tiempos del Imperio Ailanu, se estableció el observatorio axiomático de la nación de Myantal, y la ubicación en la que se constituyó una de las primeras encarnaciones de Silvarta. Uno de los lugares en los que con mayor dureza se plasmaron las consecuencias de la apertura de la grieta de Treyel. Un lugar desde donde, en momentos puntuales, se tiene acceso de manera parcial hasta algunas de las realidades con las que colinda este mundo.

Esta organización bebe de todas estas fuentes porque, a lo largo de su historia, este nombre ha sido utilizado de forma errática por parte de individuos de intereses contrapuestos. Se ha visto asociado a sectas que promulgaban mensajes catastrofistas así como a agrupaciones cuyo interés era el de comprender la naturaleza de la realidad. A demagogos y a filósofos, a oportunistas y a científicos. En la actualidad, y no por primera vez, bajo su seno se encuentran individuos pertenecientes a todas estas categorías.

La misión de la presente encarnación del Talath Shantyl Natoge no se limita al estudio de Treyel en exclusiva, sino que sus miras son mucho más amplias. Desde el momento de su fundación han dedicado una gran parte de sus esfuerzos a estudiar el destino de Nargión, así como el estado en el que su partida dejó a los territorios que antaño ocupase. Sus miras se centraron desde sus comienzos hacia donde no había nada más que un océano vacío ininterrumpido. Para sufragar esta tarea ha adoptado tanto el papel de asesores como el de guías espirituales. Se han convertido en todo lo que ha sido necesario para mantener su independencia, asegurar una posición cómoda dentro de las estructuras del poder y continuar con la búsqueda de respuestas.

Cada una de las naciones con las que mantiene relaciones conocen a esta agrupación por distintos nombres. Apelativos que traducen a sus lenguas nativas aquellas cualidades que les definen ante sus ojos, o los riesgos que atribuyen a su mera existencia. Sus dominios no se encuentran constreñidos a la región de Dasirvayal en la que se encuentra su sede central, sino que también se puede encontrar a sus agentes en Slvarta y Tálaspor así como en los centros que estudias las particularidades del Kubör Yolasté.

Dasirvayal se encuentra ubicado dentro de los territorios pertenecientes a los clanes. Técnicamente, se encontraría ubicada dentro de la demarcación a la que muchos llaman Sinráesh, algo que ha hecho que, en momentos dados, la convivencia con estos pueda haber sido complicada.
Por un lado, en su interior se han desarrollado una gran parte de los mitos más controvertidos de historia de estos clanes. Por otro, tanto la naturaleza de su misión como el origen de los integrantes de esta agrupación han llevado a los más supersticiosos y los más xenófobos dentro de estos clanes a verter toda clase de acusaciones sobre ellos.
A pesar de esto, la labor que han realizado como arquitectos en la recuperación de los territorios que habitan, y como médicos en aquellos casos en los que los métodos de sus hombres del saber han fallado, han permitido que la imagen que se tiene de ellos dentro de la etnia nirgedu sea más favorable que negativa.

En cierta medida, el camino de esta organización siempre se ha visto ligado al de otra serie de conceptos. De aquellas ideas que han servido para dar nombre a las naciones que precedieron a aquellas que existen a día de hoy. Una unión que debe mucho al temor a ser los siguientes en desaparecer. Al miedo a sufrir el mismo destino de Nargión. Así pues, el regreso de los territorios desaparecidos ha impactado de forma especial en los moradores de la isla, y la necesidad de respuestas así como la relevancia del Talath Shantyl Natoge, quien muchos esperan que sea capaz de responderlas, han comenzado a crecer dentro del autodenominado “mundo civilizado”.

Pero este regreso no ha supuesto sólo buenas nuevas para esta organización, sino que no han faltado quienes les han acusado de ser los causantes del mismo y, por añadidura, de ser los culpables de las consecuencias que acarreó el suceso.
A lo largo de los años transcurridos desde entonces les ha tocado navegar en tiempos complicados. En un fuego cruzado de acusaciones y peticiones de ayuda. Su fama se ha propagado más allá de las costas de Shatter, pero esta no está construida sobre unos cimientos muy sólidos.
Durante toda su existencia se han dedicado a teorizar sobre las causas de la desaparición y el destino de quienes habitaban el continente perdido, pero las hipótesis que han manejado cubrían el espectro que abarca desde los más sesudos análisis hasta las más desquiciadas fantasías. En su seno se han producido enfrentamientos tanto o más cruentos que aquellos que provenían del exterior, y no han sido pocas las escisiones que se han producido por esta causa.

La negativa a despreciar cualquier teoría fantástica al no disponer de pruebas que constatasen los hechos reales han abierto sus puertas a charlatanes, agoreros y arribistas. Individuos que, afirmando hablar en nombre de la organización, han propagado todo tipo de falacias y mensajes catastrofistas. Tanto ha sido así, que su directiva se ha visto obligada a crear cuerpos dedicados en exclusiva a matizar y desmentir este tipo de comunicados. Cuanto más ha crecido su fama, mayores han tenido que ser los esfuerzos dedicados a controlar los daños causados por sus propios integrantes. Esfuerzos que les han llevado también a endurecer los requisitos para entrar a formar parte de la agrupación.
A su vez, este tipo de medidas también han sido utilizados en su contra. Se les ha acusado de querer ocultar la verdad, de dejar entrar únicamente a quienes tienen una visión similar a la de sus líderes, de tratar de evitar que se sepa que toda su existencia se ha basado en un gran cúmulo de mentiras que ahora, con el regreso del objeto de su estudio, no tardarán en ser desmontadas.

- La iglesia Lahesiana

Dentro de Shatter la religión ocupa distintos lugares en el seno de cada una de sus culturas pero, de haber un organismo religioso que cuenta con una mayor presencia dentro de la sociedad en la que se encuentra enclavado, este no se encontraría dentro de las culturas consideradas como “primarias” sino en la nación de Tálaspor. Pero esto no siempre ha sido así.

El camino recorrido por la iglesia Lahesiana hasta llegar a encontrarse ligado a las estructuras del poder ha sido largo y tortuoso. Un camino cuyo movimiento definitorio se llevó a cabo hace poco menos de un siglo.
El hecho de que el actual gobierno de Tálaspor se encuentre basado en el derecho divino se debe en gran medida a la penetración de las enseñanzas de este credo. Aun así, la decisión de quien ocupará la posición como cabeza del estado no se encuentra en manos de un religioso.
El Driptka Lahesh, el órgano que gobierna Tálaspor, no sólo se encuentra formado por los altos cargos de la iglesia, sino que una parte muy importante de sus estamentos se encuentran ocupados por las integrantes femeninas de la familia Vinlaya.

Este ha sido un linaje que sólo lleva gobernando de forma ininterrumpida la nación desde que hace poco más de un siglo su alianza con la iglesia les aupase hasta el poder, pero esto no le ha impedido afirmar que el suyo es un derecho que ostentan desde la formación de la isla. Un derecho que les ha sido usurpado en distintos momentos de la historia pero que siempre han logrado recuperar gracias al sacro designio. Una afirmación que sólo es cierta a medias.

Si bien es cierto que la dinastía Vinlaya ha ostentado el poder en estos territorios en el pasado, poco ha tenido que ver la ayuda sobrenatural a su regreso. A pesar de sus afirmaciones y de los textos que han creado para sustentarlas, tampoco ha sido el designio divino el que les ha otorgado el poder sobre el estado y la iglesia Lahesiana. De la misma manera, tampoco existe una relación directa entre quienes afirman ostentar el legado de los Vinlaya y quienes gobernaron en el pasado.

En tiempos recuentes, la naturaleza de su sistema de gobierno ha hecho que se haya llegado a confundir a Tápaspor con una teocracia, pero esta afirmación está muy lejos de ser cierta. Esto es así no sólo porque el Driptka Lahesh sea por naturaleza un órgano dividido, sino también por la evolución que han tenido sus integrantes a lo largo del tiempo.

La relación existente entre la cúpula de la iglesia y las cabezas de familia de los Vinlaya han sido complicada desde hace dos generaciones. Una que les ha llevado hasta una situación en la que cualquier movimiento por ambas partes se ve cuestionado y auditado por la otra.
En gran medida fue la iglesia la que pugno por la ascensión hasta el poder de esta familia, algo que le permitió obtener una posición privilegiada en la nueva estructura, pero la suya fue una unión de mera conveniencia. Los acuerdos que se firmaron para formar aquella nueva jerarquía convirtieron a ambos grupos en parte imprescindible para el gobierno de la nación, pero también impusieron serias limitaciones a las capacidades de cada uno de ellos.

La capacidad para llegar a alcanzar acuerdos duraderos desde que comenzaron las desavenencias no ha dejado de verse mermada. De acuerdo al grado de enfrentamiento que se ha ido desarrollando entre las facciones que componen sus rangos en la actualidad se ha ido consolidando, la imagen que se tiene de todos ellos ante sus súbditos se ha visto afectada. Se han lanzado distintas campañas de desprestigio contra ellos tanto dentro como fuera de sus filas. Una serie de movimientos que en numerosas ocasiones también se han vuelto contra sus instigadores.

Desde el seno de la iglesia Lahesiana se ha fomentado en tiempos recientes dudas acerca de la legitimidad de la posición que ostenta la familia Vinlaya, pero la estrecha relación que han mantenido con ellos desde el nacimiento del gobierno del Driptka Lahesh ha hecho que, como consecuencia, también se haya llegado a cuestionar su estatus dentro de la sociedad. A su vez, este tipo de cuestionamientos no han surgido únicamente desde el interior de Tálaspor, sino que también se han levantado voces en su contra desde Silvarta y, sobretodo, desde el Rapán Tohale.

Las dogmas de ambas religiones se encuentran íntimamente ligadas, siendo en origen la iglesia Lahesiana un cisma no confeso de este credo. Antaño fueron las enseñanzas del Rapán Tohale las que ayudaron a moldear una parte de los pueblos que terminaron por convertirse en la actual Tálaspor, y fue su legado el que recogieron los padres del pensamiento lahesiano.

De acuerdo a esta escuela de pensamiento, el de Tálaspor no sólo es el pueblo elegido por quienes precedieron a la humanidad para esparcir su saber, sino que también será quien lidere las tropas ultraterrenas en la batalla final.
Dentro de este credo se conserva una parte de la visión fatalista de la realidad de cultos como el de los Señores de Ilwarath, pero en su seno también se pueden encontrar a quienes han adoptado interpretaciones menos dramáticas del llamado Meitai Kuram Ulashe, de la “batalla final”.

De esta manera, mientras que las ramas más tradicionalistas presentan a esta como una épica lucha en la que todas sus antiguas jerarcas se unirán de nuevo para frenar el camino de la nada, aquellos cismas más influenciados por el Dominio se refieren a él como el “conflicto que pondrá fin a todos los conflictos”.

La interpretación que se ha hecho desde el poder de los textos sagrados ha convertido al de Tálaspor en un pueblo que cultiva la espiritualidad de una manera desaforada. Conceptos como el determinismo, el destino manifiesto o el poder de la voluntad sobre todos los obstáculos pueblan la práctica totalidad de su ficción y su acerbo cultural. Ambos se encuentran poblados por gestas a todas luces imposibles llevadas a cabo por los gobernantes del pasado y distintos héroes del pueblo. Hazañas en las que se rasga el velo que sepera las realidades y que les llevó a luchar junto a sus deidades contra el mal definitivo. Un enemigo que ha adoptado un gran número de formas con cada nueva rescritura de sus dogmas.

La iglesia cuenta con sus propias tropas. Cuerpos especiales que no responden ante el Driptka Lahesh o las altas instancias del ejército, sino que únicamente lo hacen ante los estamentos eclesiásticos. Quienes, de acuerdo a sus instructores, formarán parte de las tropas de élite en la que será la gran batalla que tendrá lugar en los territorios que se extienden más allá de lo material. Pero, a pesar de que estas tropas son adoctrinadas de manera acorde a los dogmas lahesianos, es raro encontrar entre ellos a fanáticos.

Puede que, de acuerdo a su folcore, estos cuerpos especiales no sean considerados como simples soldados sino como guardianes de las puertas de este mundo. Que su vida en este mundo terrenal sea presentada únicamente como la preparación para lo que les espera una vez que abandonen el caparazón físico. Pero, al final del día, la mayor parte de ellos forman parte de esta tropa porque, tanto en tiempo de paz como en la guerra, les ofrece una calidad de vida con mucho superior al de la media de sus conciudadanos.

De haber existido un momento que ha supuesto un zenit en la influencia de la iglesia lahesiana en la nación que lo acoge, este se ha tenido lugar en tiempos recientes. El momento cumbre de su popularidad se ha producido durante el periodo de tiempo a lo largo del que se prolongó “la gran penumbra”. A pesar de que el impacto de este evento sobre Shatter fue mínimo, la constante llegada de noticias del continente provocó en su interior el surgimiento de profetas y agoreros. De individuos que proclamaban la llegada del momento que pondría fin a este mundo. De quienes buscaron enriquecerse ofreciendo soluciones a un problema que muy pocos creían que fuese a llegar hasta sus costas.

A pesar de que los elementos que vinculan a la iglesia lahesiana y el Rapán Tohale son mucho mayores que aquellos que los separan, la suya es una rivalidad que se ha construido principalmente alrededor del terreno de lo teológico. La suya ha sido una relación que ha condicionado la manera en la que este culto y sus practicantes han sido percibidos en Tálaspor. A este respecto, la manera en la que cada uno de sus teólogos ha presentado al reciente evento anómalo ha sido muy diferente.

Más allá de la mitología, los mensajes que se han transmitido para tratar de fomentar la superstición han terminado por volverse en su contra. No es la primera vez que las distintas iglesias de la isla han tratado de aprovechar alguna desgracia como una herramienta para afianzar su control sobre el pueblo con resultados similares pero, tanto la separación temporal entre los grandes eventos como la impredecibilidad de cada uno de ellos, ha hecho que estos errores se repitan cíclicamente.

Cuando los vestigios del más reciente aún se encuentran frescos el mensaje del miedo aún permanece asentado en estas sociedades, pero los primeros visos de duda y crítica no tardaron en surgir cuando el continente errante se perdió en el horizonte oceánico. Un evento que dio nueva vida a una serie de movimientos que han dejado de ir ganando fuerza dentro de Tálaspor.

Desde entonces, los bandos dentro del Driptka Lahes se han ido distanciando cada vez más. El poder de la iglesia Lahesiana dentro de la nación continúa intacto, pero su imagen ha sufrido una gran merma.

No sólo la situación de crispación dentro de las instancias del poder ha ido en aumento, sino que también ha dado comienzo una ola de descreimiento en el pueblo. Siguiendo el modelo que se ha establecido en Silvarta, se han establecido bandos entre los más tradicionalistas y quienes buscan el cambio. Entre quienes apoyan a su gobernante, quienes buscan un mayor poder de la iglesia y quienes tratan de alterar el estatus quo de la nación en su favor.
Desde de la cúpula de la iglesia se pueden encontrar sectores que tratan de mantener vivo el esquema actual y quienes buscan separar a la figura de la Upstalashi, la “hija del más allá” y quien es la cabeza visible del Driptka Lahes, de la familia Vinlaya. Se puede encontrar a quienes buscan centrar su mirada en el terreno de lo teológico y romper todo resto de vinculación con la iglesia con el Driptka Lahesh y quienes aspiran a afianzar aún más esta posición.

Si bien aún estos enfrentamientos aún no han sido llevados de forma abierta hasta el terreno del debate público, la vida política o las calles de las distintas ciudades de Tálaspor, esto no ha evitado que no se hayan producido filtraciones más o menos intencionadas que buscasen caldear el clima político. Son secretos a voces que han servido para generar otros conflictos derivados de ellos.

De forma inesperada, estos conflicto también ha ido adquiriendo otras implicaciones. Aquellas que han llevado a ciertos sectores de la sociedad a pensar acerca de las implicaciones de todo aquello que asumían como actos de fe. A dar voz a aquellos que desde la clandestinidad cuestionaban tanto el sistema de gobierno como el relato sobre el que se construyó su nación.

A esto ha ayudado el hecho de que, a pesar de lo integrado que se encuentra el culto dentro de la sociedad de Tálaspor, pocos son quienes han aceptado sus enseñanzas como algo más que mera tradición o metáforas más o menos educativas.

Así pues, la división dentro de la iglesia ha generado un problema que amenaza con afectar a toda la nación en su conjunto. La separación entre iglesia y estado puede parecer algo muy difuso pero, a la par, es algo dolorosamente real para todos sus integrantes.

A pesar de la vinculación con las divinidades atribuida a las integrantes femeninas de la familia Vinlaya es algo comúnmente integrado dentro de la tradición, no son ellas quienes tienen la palabra definitiva dentro de los asuntos religiosos o civiles. Quizás sean presentadas como “las elegidas para marcar el camino”, pero existe una separación de poderes que les impide gobernar sin cortaprisas. Una separación que, por diseño, también condiciona la autonomía de la iglesia.

Las campañas contra cualquiera de estos estamentos también puede ser una amenaza para el otro ya que, dada la manera en la que sus estructuras se encuentran integradas, cuestionar a una afecta de manera inevitable a la percepción que se tiene de la otra. Una unión tan íntima que ha llevado a que cuestionar la legitimidad de sus jerarcas también haya supuesto condicionar la inefabilidad de los dogmas de fe.
Aun así, esto no ha evitado que ambas hayan sido puesta en duda un gran número de veces. Dudas que en no pocas ocasiones han sido planteadas dentro de sus propias filas.

- El Yisén Morag y el Anashe Layán

Pese a la visión uniforme que se ha propagado de los clanes dentro de las grandes naciones, sus diferencias han hecho de los “suyos” sus rivales más encarnizados. Tanto es así, que el foco de sus conflictos ha acostumbrado en centrarse en intrigas, rencillas y rivalidades dentro de sus propios integrantes.

Más allá de la difusa esfera de poder poder político que representa el Yisén Morag existen otro amplio número de estamentos que luchan por el poder, una serie de organizaciones que dentro de la estructura social de los nirgedu son conocidas como el Anashe Layán; el organismo que comprende a sus mayores. Esta es una palabras y un concepto del que muchos han tratado de apropiarse, pero tanto la distancia que separa a este hipotético órgano del Yisén Morag, como la que separa a todos los que afirman hablar en representación suya son enormes. Se propósitos y métodos encuentran tan alejados como la posibilidad de que lleguen a algún tipo de acuerdo.

Porque la pugna entre los señores de los ancianos y sus mayores no es mayor que aquella que mantienen entre ellos. Tanto la adhesión a sus respectivos clanes como las diferencias culturales entre ellos o las ambiciones personales han provocado que, a pesar de la antigüedad de este concepto, rara vez haya sido algo más que una mera figura teórica.
Quizás la tradición dicte que el saber es el mayor de los bienes, y que los mayores son quienes poseen de este don en mayor cuantía, pero las propias disensiones dentro de las distintas iteraciones del Anashe Layán han hecho que su voz rara vez haya trascendido, cuando no han provocado su misma disolución.
Cada una de sus evoluciones se ha visto sometida a un constante escrutinio tanto por parte de sus miembros como de quienes se han negado a participar en ellas. Este hecho ha pasado a ser algo que, tristemente, ha pasado a formar parte de su propia tradición. Una herramienta disfrazada de inconformismo cerril que, bajo el pretexto de desterrar toda idea que se aleje lo más mínimo del ideal, ha sido utilizada para atacar a quienes han sido interpretados como una amenaza para otra clase de planes.
Tanto la idea del Yisén Morag como la del Anashe Layán están rodeadas de una poderosa carga de mito que poco ha tenido que ver con su implementación real. Son constructos teóricos inviables en la actualidad. Una parte de su folclore que se han apropiado de sendos nombres haciendo caso omiso a sus respectivos fondos ideológicos.
Sus detractores se dividen en un gran número de grupos, pero las facciones que cuentan con un mayor número de seguidores son las más antagónicas entre sí. Grupos que, al mismo tiempo que afirman que hace siglos que su razón de ser desapareció, atribuyen razones opuestas a tales aseveraciones.
Así, mientras que unos interpretan que con la tensa paz en la llevan conviviendo desde hace largo tiempo se ha logrado establecer una nueva Sinráesh, otros afirman que los métodos e ideales tradicionales no tienen ya cabida en el mundo moderno.
Al mismo tiempo que unos claman por el final de los clanes y sus estructuras de poder, para otros es un hecho ya de facto que quienes ahora afirman preservar el legado de los nirgedu poco o nada tienen ya que ver con los usos y costumbres de quienes ostentaron ese apelativo.

Tanto la percepción del resto del resto de los pueblos con los que conviven en la isla, como la manera en la que son percibidos ellos en su conjunto, también se ha visto afectada por estos enfrentamientos. Dependiendo de los territorios en los que se mire, pueden ser considerados como enemigos o como aliados. Como pueblos pacíficos o como bárbaros peligrosos. Su dispersión cultural hace siglos que ha hecho que algunos de ellos se vean más cercanas o representados por otras culturas con las que conviven a diario que por aquella a las que les uniría su etnia de origen. Lugares donde la autoridad de los señores de los clanes o los ancianos no tienen cabida.
Esta es una realidad que tanto quienes ocupan los altos cargos en los órganos de gobierno de las diferentes encarnaciones de sendas organizaciones, como quienes se encuentran bajo sus órdenes siempre se han negado a aceptar. Una negativa que no ha servido sino para cimentar aún más las diferencias existentes entre ellas y cada cultura nirgedu que se ha alejado de la evolución de las ramas principales de sus tradiciones.

De esta manera, a pesar de rara vez se han revocado las convocatorias de reunión que dicta la tradición, la norma ha sido que la asistencia a las mismas hayan sido declinadas de manera casi sistemática por las casas mayores.
Sólo los más ambiciosos entre los jefes de los clanes han tratado de convocar al Yisén Morag en tiempos recientes como otra cosa que no sea mero protocolo pero, incluso en estos casos, su llamada apenas ha suscitado una leve reacción por parte de sus iguales. No existe una unión entre los clanes, Sinráesh sólo es una leyenda lejana. Una palabra utilizada en leyendas, arengas y promesas mayormente vacías.

Por su parte, si bien es cierto que el del Anashe Layán es un concepto que, a pesar de haberse mantenido más fiel a una parte de los criterios que le dieron origen, no se ha visto libre de sus propias contradicciones. Lo errático de su trayectoria ha hecho de él algo que pocos serían capaces de describir con precisión.
Al contrario de lo que sucede con la alianza de clanes, ni su composición, su capacidad de decisión o su propósito han llegado a concretarse jamás. Dependiendo de la interpretación que se han realizado de las palabras que le dan nombre, ha sido un consejo de sabios, una alianza de eruditos, lo que podría entenderse como un gobierno ilustrado de acuerdo a los criterios de sus culturas o una herramienta de aprendizaje. Han sido un apoyo para los jefes de clan o el Yisén Morag o sus rivales. Quienes han tratado guiarles en sus decisiones o quienes han aspirado a sucederles. Un órgano agnóstico a cualquier poder o un contendiente más dentro de las luchas por él.

La ambigüedad, la indefinición y un claro desconocimiento de los problemas mundanos han sido los elementos más han identificado a quienes han tratado de lograr que el concepto del Ansashe Layán se mantenga vigente. Salvo en raras excepciones, sus planes de acción se han construido y se continúan construyendo sobre una concepción irreal o elitista de sus respectivas sociedades. Unos preceptos que ponen a mayores y “hombres sabios” de toda índole por encima del resto de los ciudadanos.
Camufladas bajo altos ideales de trascendencia o saber, las intentonas por preservar, refundar o evolucionar sus ideales han acostumbrado a ser meras herramientas para lucha por el poder, y esto sólo ha servido para que exista una fragmentación enorme entre quienes han pretendido continuar con las ideas sobre las que se construyo la primera encarnación de esta organización.

A día de hoy, a pesar de que una de ellas cuenta con una clara superioridad en cuanto a sus números, existen más de una docena de grupos que afirman ser “el auténtico Anashe Layán”. Es raro que los líderes de todas ellas se reúnan y, cuando se ha dado ese caso, esto sólo ha servido para afianzar aún más sus diferencias. Dentro de todos grupos que afirman tratar de convertir este concepto en algo real se puede encontrar a individuos de toda índole. Un amplio espectro de personalidades que oscila entre quienes realmente aspiran a obtener una paz duradera en la isla y quienes sólo quieren arrebatar el poder a los jefes de clan para crear un nuevo modelo de gobierno liderado por ellos.

La manera en la que se han presentado ante la sociedad también ha variado enormemente de acuerdo a los parámetros del momento, al igual que lo han hecho sus alianzas con los jefes de sus propios clanes, de clanes rivales o incluso de algunas de las culturas vecinas. A pesar de que sus miembros se encuentran imbricados dentro de de una gran parte de las estructuras sociales de los diferentes culturas nirgedu, esta presencia nunca ha sido algo uniforme.

Durante el tiempo que duró el reciente evento anómalo se produjeron diversos “Concilios de los ancianos”, una clase de eventos que, por más que ya habían sido convocados en los tiempos pretéritos, rara vez habían obtenido una afluencia ajena a aquella de los círculos más cercanos a quienes las invocaban.
A pesar de que estas reuniones han despertado las suspicacias de diversos cabezas de clan, en ellas no se ha logrado alcanzar ningún tipo de acuerdo.

A pesar del valor que se da dentro de las culturas nirgedu al conocimiento, tanto los hechos que llevaron a la formación de Sinráesh como las consecuencias reales de aquel conglomerado continúan siendo desconocida en gran medida. Existen tantos versiones contradictorias documentadas en las que se relata aquella historias que discernir el hecho del mito se ha convertido en una tarea casi imposible. Es tal el número de narraciones puramente ficticias que se pueden encontrar describiendo aquellos días que cada clan es poseedor más de una. Cientos de textos en los que se afirma sin ningún tipo de duda o pudor la participación crucial de sus ancestros dentro de los momentos definitorios, tradiciones en las que se detalla un mismo hecho a través de una miríada de puntos de vista enfrentados, versiones idealizadas de lo que fue y de quienes lo compusieron. La figura de esta quimera ha sido ficcionada más allá de cualquier límite razonable. Ha sido un tema recurrente tanto en actos orquestados por los mayores como en los de los jefes de los clanes más influyentes, pero también ha sido utilizada por el Visenyán o el Yannkhor Nusung Ileth para tratar de afianzar sus posiciones y afirmaciones. Una idea que ha sido puesta sobre la mesa por parte de una gran disparidad de grupos y que ha despertado temores largo tiempo dormidos en las naciones que comparten frontera con los nirgedu.

Estos miedos no siempre han sido completamente infundados. Las interacciones y las redes de influencias establecidas a lo largo de la isla entre sus pueblos siempre han sido complejas y cambiantes. En ambos extremos de cualquiera de sus fronteras se pueden encontrar a quienes retuercen los hechos en pos de sus objetivos. Los tiras y aflojas que se han producido entre cada grupo social o ideológico, por cada organización o nación, han repercutido en las relaciones futuras de quienes han colindado con ellos de maneras del todo impredecibles. Unas relaciones que se han vuelto aún más tensas tras el paso del continente errante.

El efecto que ha provocado este hecho tanto sobre aquellos que ya proclamaban la llegada del final en los tiempos pretéritos, como en quienes buscaban ser el centro dentro de un poder unificador central para todos los pueblos en los que se han fragmentado los nirgedu puede haber diferido en su forma, pero ambos lo han utilizado para un mismo fin. Así pues, quienes más perjudicados se han visto por este hecho han sido quienes aspiraban a finalizar con las tensiones que existen entre ellos y las grandes naciones.

Las acciones llevadas a cabo bajo el auspicio de este evento han sido diversas, pero no siempre han sido inocuas. Se han producido movimientos por parte de algunos de sus miembros que han tratado de generar una respuesta en las naciones vecinas. Una reacción violenta que fuerce a los suyos a tener un enemigo común. A superar sus diferencias y unirse contra una amenaza mayor procedente del exterior.

A pesar de que estas acciones rara vez se ha logrado alcanzar el consenso necesario como para convertirles en una amenaza real, han sido la semilla de la que han germinado algunos de los cambios más importantes dentro de los clanes implicados. Cambios que han amenazado con poner fin a relaciones largo tiempo trabajadas. Que han creado grietas en inseguridades que facciones en el otro lado también han tratado de explotar.

Porque, a pesar del valor que dan los nirgedu al saber, el nivel de alfabetización de sus integrantes es muy bajo. La tradición sigue continúa siendo algo que se transmite mayormente de manera oral, y el nivel de credulidad depende en gran medida de la reputación o el carisma de quien transmite el mensaje.

Por más que un gran número de sus jefes de clan, así como sus escribas y estudiosos han logrado mantener vivas algunos de sus sistemas de escritura y el habla de algunas de las lenguas del pasado, el acceso hasta ellos se encuentra muy limitado. No existe entre ellos ni la intención ni una capacidad real para que estos se propaguen o para crear un contexto en el que se puedan transmitir de una manera unificada. Organismos como el Visenyán han tratado de que este conocimiento tan restringido salga de los nichos que lo albergan, pero siempre se han encontrado con la oposición frontal de quienes lo poseen. Es un bien del clan. Algo que, de propagarse, dejaría de tener el mismo valor.

En los territorios tradicionalmente asociados a los nirguedu también se pueden encontrar otras etnias que, a pesar de referirse a sí mismas como componentes de los pueblos de Sinráesh, conservan rasgos culturales propios. Otras culturas que, si bien no pertenecían en origen a este conjunto de etnias, han pasado a tener una relación íntima con ella. A pesar de ser inferiores en cuanto a su número, algunas de ellas han logrado establecer distintos tipos de relaciones con los clanes. De esta manera, al mismo tiempo que etnias como las de los talashi, los naimanu o los sednapna han alcanzado acuerdos que les han permitido tener una cierta independencia, otras, como las de los barán, los vasnat o los lashanti han llegado a entrar a formar parte de las estructuras sociales de los clanes ya haya venido esta a través de distintas alianzas, por una unión voluntaria o mediante la conquista.

A pesar de que los nirgedu controlan una gran parte de la isla, su aprecio por la diversidad ha permitido que no se pierdan los elementos culturales de los pueblos que han asumido o que conviven con ellos, pero esto tampoco ha salvado a estos de las evoluciones que se han producido en ellos como consecuencia de esta interacción.
Estas relaciones no siempre han sido algo fluido, sino que no ha sido raro que se hayan producido fricciones dentro de estos territorios en los que han tenido lugar estas interacciones. Enfrentamientos que, en ocasiones, han desembocado inevitablemente en la aniquilación de algunas de ellas.

Las construcciones que se pueden encontrar en estos territorios son los que contienen una mayor cantidad del legado de sus anteriores pobladores intacto. La falta de interés que estos han demostrado en la arquitectura y ha hecho que los que son los grandes caserones en los que se asienta la cabeza de cada clan no sólo se encuentren ubicados sobre los restos de de civilizaciones que les precedieron, sino que también son el último vestigio que se conserva de aquellas con las que acabaron. De esta manera, junto a aquellas pertenecientes a pueblos largo tiempo desaparecidos como los de de Lartal, Ovenyatna y Dogor Kelys, el legado de otros, como los de Chasenwa, Pramayal o Nankata, pese a ser mucho más reciente, convive con estos sin mostrar signos de pudor.

A pesar de lo tumultuoso de las relaciones dentro de las culturas cercanas a los nirgedu, esto no ha impedido que, a partir de los esporádicos escarceos en aquellas zonas en las que comparten frontera con otras naciones, haya provocado que estas los hayan percibido como como un ente único y cohesionado. Como una amenaza en potencia. Como un fuego al que sólo le basta con una suave brisa para propagarse sobre sus territorios.

Estas afirmaciones interesadas han sido algo que ha resurgido en los últimos tiempos. Medias verdades basadas principalmente en hechos acontecidos hace siglos. Falacias construidas sobre hechos aislados que han tratado de ser presentados como algo que no son. Que tratan de mostrar a una pequeña parte como si fuese un todo.

No es la primera vez que afloran este tipo de acusaciones, ni la primera vez que lo hacen basándose en argumentos vacíos. Muchos de los territorios en los que se encuentran asentados han sido ambicionados durante generaciones por otros pueblos y la reclamación de aquellos bienes cuya propiedad ambiciona la nobleza de las naciones vecinas han hecho poco por afianzar la paz.
Esta no es una lucha que se centre tanto en el territorio de la memoria sino que su ámbito principal acostumbra a ser el de la unificación del poder sobre la isla. Dentro de los territorios gobernados por cualquiera de las grandes naciones se pueden encontrar los restos de un gran número de las culturas del pasado. Obras que, a pesar de poseer valor por sí mismas, su posesión rara vez es reclamada salvo como una excusa más a la hora de alimentar el argumentario de los aspirantes a conquistadores.

Dependiendo de la ubicación concreta de cada una de estas construcciones, su aspecto varía enormemente. De esta manera, aquellas que se conservan dentro de los clanes, acostumbran a ser las que se han viso alteradas en menor medida. Aun así, tanto la arquitectura como las dimensiones o el grado de preservación de estos elementos del pasado varían enormemente.

- El esquema de poder en Shatter

A lo largo del último siglo la situación global de la isla ha sido percibida de distinta manera por parte de cada una de las culturas que la pueblan.

Desde el exterior de la misma existe una sensación generalizada de paz, una ausencia de conflictos a gran escala que ha llevado a los observadores a obtener una visión un tanto idealizada de los habitantes de Shatter, pero esta es una percepción influenciada en gran medida por los intereses comerciales de los grandes oligarcas. Si bien es cierto que ha pasado mucho tiempo desde el último gran conflicto, esto no ha significado una ausencia total de enfrentamientos en la isla. Porque, quizás no haya ningún frente bélico abierto o declarado, pero cuanto más se aleja uno de la costa oriental, la frecuencia de los son los territorios que viven en un estado más tensionado se vuelve más habitual.

Existe un cierto equilibrio de poder entre las grandes naciones. Un estado que no ha hecho necesaria la utilización de sus ejércitos más allá de sus territorios, pero la tensión constante en la que se mueven los distintos gobiernos ha provocado no pocos altercados en las zonas fronterizas. Así pues, no hay uniformidad en cuanto a las relaciones de poder. A lo largo de una gran parte de su extensión se pueden encontrar lugares en los que las fricciones constantes han ido escalando hasta transformarse en breves e intensos estallidos de violencia.
Pero las tensiones existentes en la isla no se limitan a aquellas que abarcan a distintos pueblos y culturas, sino estas también se encuentran muy presentes en los distintos estamentos que componen las estructuras de poder de las naciones. Una serie de luchas internas que en las que también se encuentran quienes tratan de suceder a quienes se encuentran en el poder, o quienes simplemente quieren un cambio. Así pues, se podría decir que el conflicto es un estado casi inherente a una gran parte de sus culturas. Un estado que ha llevado al conjunto global de Shatter a mostrar múltiples rostros y a condicionar cuál de estos muestra dentro y fuera de sus costas.

Pero esta mascarada no es algo que exista de forma exclusiva en su interacción con los pueblos de más allá del mar. La relación entre vecinos también se ve marcada por esta en apariencia cara más amable de sus culturas. Cuanto mayor es la importancia de sofisticación que muestran sus habitantes, mayor es también la incomprensión, condescendencia y el desprecio con la que tratan a sus vecinos.

Este deseo por exteriorizar su pretendida superioridad no es un rasgo cuyo principal propósito es el de camuflar la sensación de inferioridad que les provoca la percepción de lujo y exuberancia que reciben desde el continente. Aunque esta no es una cualidad exclusiva de los ricos y poderosos de los pueblos autodenominados como civilizados, sino que se trata de un mal que, en mayor o menor medida, se encuentra presente en casi todas sus culturas. Que les lleva a mitificar un pasado que nunca existió. Que provoca que su alcance se encuentre mucho más enraizado en sus respectivos acerbos culturales y no se limite únicamente a lo superficial.

No existen conflictos bélicos abiertos o declarados oficialmente entre las civilizaciones quepueblan su geografía, eso es cierto, pero esto no implica que las relaciones entre ellos sean amistosas o que estas se hayan mantenido estables. A lo largo del prolongado periodo de tiempo que ha transcurrido desde los últimos grandes conflictos que han enfrentado a algunas de sus principales culturas, la tirantez ha sido una constante en la manera en la que han interactuado.

Lo heterogéneo de sus maneras de entender el mundo ha hecho que los malentendidos sean norma. Aun en periodos de aparente estabilidad y comercio fluido, la relación entre sus distintos pueblos se encuentran construidas sobre errores de interpretación y malentendidos culturales. Una serie de factores que han hecho de los nirgedu los grandes desconocidos tanto para los pueblos que conviven con ellos como para aquellos que sólo los conocen a través de terceros. A pesar de que esta es la etnia que ocupa una mayor parte de la isla, no es percibida de esa manera. Sus grandes núcleos de población son algo irrisorio cuando se comparan con los de las grandes naciones, y la manera en la que se han relacionado sus líderes con el resto de pueblos han hecho poco por cambiar esta situación.
La gran alianza que formó una gran parte de los suyos en el pasado fue suficiente para doblegar a las grandes naciones de su momento, pero su fragmentación posterior sólo ha servido para que sus contemporáneos los consideren hoy como una serie de bandas o núcleos familiares casi irrelevante.
Así, mientras que ellos se refieren a sí mismo a través de nombres como el del “Millar de reinos”, fuera de sus dominios estas “naciones” son consideradas como poco más que asentamientos o aldeas. Una visión muy distorsionada de lo que que son en realidad.

La excusa utilizada con mayor frecuencia para iniciar la gran mayoría de los conflictos entre los pueblos de Shatter ha acostumbrado a ser el legado del pasado. La posesión de los territorios y los restos de las civilizaciones que los ocuparon. Una herencia que, independientemente de su origen o de lo que dicte la historia, cada pueblo reclama como propia.

El conocimiento que se puede extraer de sus estancias también ha sido otra de las causas históricas de conflicto entre las naciones, pero su papel ocupa una posición muy inferior a los ojos de los aspirantes a dominadores cuento se compara este con los bienes materiales que se pueden extraer de ellos.
El trato que han recibido quienes han pretendido recuperar el saber olvidado de los restos de las civilizaciones del pasado ha sido diferente en cada uno de los territorios. Así, mientras que las culturas nirgedu siempre han recibido con los brazos abiertos a los investigadores procedentes del exterior, las grandes naciones como Silvarta o Tálaspor o Vanyashi rara vez han sido tan generosas a este respecto.

Esto ha sido algo que se ha acentuado especialmente durante los momentos posteriores a los grandes cambios. Un proceso que poco ha entendido de legados y respeto hacia los ancestros y que se ha reproducido de manera cíclica a lo largo de la existencia de las naciones que ocupan hoy la isla, de la misma manera en la que lo hizo con las que les precedieron.
Irónicamente, esta dinámica ha llevado a sus habitantes a desarrollar un hálito de respeto y misticismo por aquellos pueblos que les precedieron cuyo final se desconoce, al mismo tiempo que ha acostumbrado a condenar al desprecio y la vergüenza a la herencia recibida de aquellas que cayeron víctima de sus errores o de la conquista.
Esta ha sido una dinámica que he llevado a algunas de ellas a mitificar y glorificar lo desconocido y despreciar las advertencias que se pueden sacar de los errores de sus predecesores. Dentro del amplio abanico de culturas que ya no existen, aquellas que han caído en el olvido no tardan en ser recuperadas desde nuevos enfoques. Cada una de ellas son mayormente mostradas y referidas por quienes proclaman o niegan ser sus sucesores con una mezcla de incomprensión y desdén. Sus historias son una señal de advertencia, pero estas no son analizadas. Apenas se pone en valor los elementos que les han sobrevivido sino que, por norma general, su análisis se centran en las bondades de los pueblos que les conquistaron, siendo el aprecio por aquellas culturas de las que descienden de manera directa o ficticia las naciones actuales un criterio que depende por entero de este tipo de factores.

Dentro de los libros de historia de Silvarta puede haber espacio para los Prama yisán, los Prashen Olesta Ayal así como para algunas de las culturas que existieron bajo el nombre que ellos mismos ostentan a día de hoy, pero los vestigios de otras culturas, sin importar que hayan sido más antiguas o recientes que estas, se han atribuido de forma dispar entre aquellas cuya valía o existencia reconocen. Una dinámica que sus actuales gobernantes, pese a su autoproclamada ilustración, no parecen dispuestos a cambiar.

Por su parte, tanto Bahersy como Tálaspor o Vanyashi han seguido dinámicas similares. Todo elemento considerado como un avance se ha atribuido de manera unívoca a quienes proclaman que fueron sus ancestros, privando con esto casi de cualquier reconocimiento o mérito a cualquier otra influencia.

Siempre que ha surgido la la necesidad de tener un enemigo exterior que evite la crítica interna, este tipo de elementos han sido sacadas a la luz como una afrenta a corregir y la visión que se da de sus vecinos acostumbra a distar mucho de cualquier atisbo de realidad que pueda truncar esta ilusión.

Todas las culturas de la isla se encuentran impregnadas por distintos elementos pertenecientes a quienes les precedieron, y estos han sido usados con asiduidad en el pasado para iniciar guerras. A su vez, la dificultad a la hora de atribuir cada uno de estos restos a un ancestro concreto ha hecho que nadie pueda certificar más allá de cualquier duda su propiedad.
Cuando tratamos con los restos más antiguos, tanto la arquitectura de su exterior como la construcción de lo que se puede encontrar dentro de cualquier gran obra arquitectónica presente se encuentran marcadas por un gran número de influencias. Rasgos que pertenecen a distintos periodos históricos y diferentes culturas. Muchas de estas construcciones distan mucho de lo que se puede llevar a cabo con los medios presentes, y esto es algo que las convierte en algo valioso tanto para los poderosos como ante los ojos de los estudiosos. Quizás en Shatter no se hallasen las civilizaciones más avanzadas de su tiempo, quizás lo que ha sobrevivido pertenezca a los momentos en los que algunas de ellas se encontraban ya en su declive pero, aun así, los individuos que edificaron tales obras fueron coetáneos de quienes lograron construir una de las edad más importantes del progreso humano. Vivieron durante los días en los que la ciencia y las técnicas de construcción eran muy superiores a las actuales.

Su desaparición tuvo lugar mucho antes de la aparición de los primeros integrantes de las culturas actuales, y ni los nirgedu, los mandal, talashi, naimanu, sednapna, baránlos o el resto de etnias que pueblan hoy la isla llegaron a tener jamás contacto alguno con ellas. Aun así, las luchas por los restos de estas civilizaciones del pasado se remontan a los tiempos previos al nacimiento de cualquiera de ellas. Tanto las naciones que actualmente se reparten los territorios de la isla como las que les precedieron directamente guardan un gran número de similitudes a este respecto. Tanto ellas como sus antecesoras, en un momento y otro, se han proclamado como los legítimos herederos de estos pueblos con los que carecen de cualquier vínculo demostrable. Como los únicos que tienen derecho a poseer lo que estos dejaron.

Las culturas originarias de los nirgedu, a pesar de que hoy habitan una gran parte de la extensión de la isla, nacieron en su regiones noroccidentales, en unos territorios situados mucho más al norte de los que actualmente ocupan sus clanes más extensos. Este hecho no es algo que les haya impedido reclamar su derecho legítimo sobre todo aquello con lo que han entrado en contacto, todo lo contrario. Su manera de ver y entender el mundo ha llevado a algunos de ellos a defender con mayor ahinco sus derechos sobre todo nuevo valle, jungla o colina que han colonizado que sobre los lugares desde los que partieron sus ancestros.

La visión que tienen de su historia es la conjunción de todo lo que han vivido, leído e inventado. En sus leyendas no existe apenas distinción entre el mito y la realidad, entre lo que fueron y lo que afirman haber sido, entre los divino y lo humano. Todos los pueblos del pasado y el presente forman parte de ellos y su hazañas también les son propias. Por más que, en este acercamiento aglutinador de referencias, por mero azar sean uno de los pueblos cuya visión del pasado lejano puede encontrarse más más cercana a la verdad, esto no ha evitado que su ficción tenga muy poco que ver con los hechos reales que narran.

Todos sus folclores y mitologías se encuentra pobladas por los fragmentos de casi todas las culturas que han poblado la isla, tanto por aquellas con las que han tenido un contacto directo como por aquellas de las que únicamente han conocido su legado más lejano. A su vez, su contacto con el resto de naciones de la isla también han servido para que estas influencias se hayan propagado más allá de sus dominios.

De acuerdo a sus mitos, ellos surgieron del todo primordial y sus ancestros se codearon con los dioses ayudándoles a dar forma al mundo. A pesar de la magnitud de tal afirmación, su visión del mundo es muy pequeña. Son conscientes de la existencia de pueblos más allá de sus costas y el contacto con ellos también ha sido algo frecuente, pero apenas se han preocupado por aprender sus culturas. Desde siempre han mostrado muy poco interés por aprender acerca de las historias de quienes “huyeron” del hogar ancestral.
Porque, de acuerdo a estos mitos Shatter es mucho más que su hogar; es el punto del que partieron las tribus primigenias. El lugar de procedencia de cada etnia que puebla el mundo, de cada cultura que ha pisado Daegon, de cada pueblo que ha logrado superar la frontera entre los mundos. Cada una de ellas pertenecería a alguna de las primeras familias que partieron de un único asentamiento ancestral de los nirgedu.

Pero ellos no son los únicos que tienen una forma distorsionada y, hasta cierto punto, interesada, de entender su historia. Por más que Silvarta, Tálaspor o Vanyashi se proclamen superiores a estas culturas tanto en el terreno de lo social como en el de lo cultural, un gran número de sus rasgos distintivos se encuentran igualmente marcados por la superstición, la mitificación del pasado y los dejes de autoritarismo de quienes les precedieron.
Puede que el nivel de alfabetización de estos pueblos sea superior al de las grandes concentraciones de gente de los clanes dentro de las ciudades, pero en sus zonas rurales este apenas se diferencia al alcanzado por aquellos a quienes llaman “bárbaros”.

La educación ha sido un arma utilizada para separar a los estratos sociales incluso en gobiernos que se han autoproclamados “igualitarios” como es el caso del Sishin Modou. Las grandes ciudades no pueden sobrevivir son el trabajo de los campesinos a los que apenas tienen en cuenta a la hora de tomar sus decisiones, y esto es algo que se ha tratado de combatir tanto desde el mundo de la política como por métodos más hostiles. La lucha de clases está muy lejos de haber llegado a su fin en cualquiera de estos territorios.

Ha sido gracias a estas diferencias que entidades como el Yannkhor Nusung Ileth o el Visenyán han logrado que su presencia tenga una mayor penetración en las zonas más desfavorecidas. De la misma manera, el ascenso del Rapán Tohale hasta lograr hacerse con el control de Vacta Krabi vino auspiciado en gran medida a estas desavenencias y las disensiones internas de las grandes naciones.

Por su parte, y a pesar de lo reducido de su poder, organizaciones como las de las iglesias de Kanapna Yapur, Jasarta y otros cultos menores han ido logrando consolidar su presencia en diversos lugares fronterizos.

Cada una de ellas se han enfrentado de diferente manera a la percepción que se ha ido generando de los distintos mitos que han conocido las culturas de la isla. Se han aprovechado de todo lo que queda por descubrir de los pueblos del pasado para construir sus propias verdades y estructuras de poder allí donde han logrado encajar. No sólo existe una pugna entre civilizaciones, sino también entre los conceptos del mito y la razón, entre la tradición y la modernidad.

Esto no es algo exclusivo de las culturas “civilizadas”, sino que también se encuentra muy presente dentro de las distintas naciones nirgedu. El impacto del Visenyán en cada territorio controlado por los clanes es dispar, de la misma manera que lo ha ido siendo el Yannkhor Nusung Ileth o la cercanía hasta algunos de ellos de Vacta Krabi. Cada una de ellas han logrado que su mensaje cale en diferentes estratos de sus sociedades. Dependiendo del momento y el lugar concretos, las clases más bajas han apoyado al mundo de lo racional, al del poder establecido o al de la superstición.

A lo largo del tiempo ni los señores de los clanes ni quienes gobiernan el “mundo civilizado” de la isla han tenido jamás una manera uniforme o duradera de fomentar el conocimiento y la cultura. Los intentos por preservar el estatus quo en cada territorio ha sido algo tan cambiante como lo han sido la tradición que se han ido sucediendo.

Toda nueva organización que se ha salido del paraguas de los poderes consolidados han sido considerada en un momento y otro como una amenaza. De esta manera, tanto

el Yannkhor Nusung Ileth como el Visenyán, el Talath Shantyl Natoge, Rapán Tohales o las iglesia de Kanapna Yapur y Jasarta han llegado a ser consideradas una amenaza para el mantenimiento de este estatus quo. Han demostrado ser entidades al mismo tiempo útiles y peligrosas. Una herramienta eficaz para minar la influencia de las iglesias o científicos locales, al igual que para poner en duda las enseñanzas más tradicionales.

A su vez, a pesar de no pertenecer a ninguna nación, estas organizaciones tampoco han estado libres de sus propias agendas y enfrentamientos. Han sido partícipes de manera directa o indirecta de las luchas que tienen lugar en su seno como en los de sus rivales. Conflictos que, por fortuna, en los últimos tiempos han tendido a alejarse del terreno de lo bélico.

Silvarta es un ejemplo perfecto de estas dinámicas. Dentro del gran número de organizaciones y naciones que han han sido conocida bajo esta denominación, la actual encarnación de este concepto es probablemente la que menos haya recurrido a las armas para tratar de mantener su estatus. A pesar de que afirmen preservar el legado de todas cuantas le precedieron, la nación que actualmente es conocida bajo este apelativo se ha convertido en lugar en apariencia rupturista. En un concepto muy diferente del que conocieron quienes convivieron con sus antecesores. Podría decirse que el elemento que ha fomentado esta vertiente menos inclinada hacia el belicismo que las que le precedieron ha sido la llegada del Sishin Midou, pero las bases sobre las que fue construido el ideario de esta organización ya se dejaron sembradas mucho antes de su nacimiento oficial. La llegada hasta el poder de su actual sistema de gobierno, pese a pretender ser revolucionarios, no ha hecho sino potenciar lo que ya se podía encontrar en sus textos fundacionales.

Algunos de las distintos gobiernos hegemónicos que dirigieron con anterioridad esta nación entendieron que el fomento de ciertos aspectos de la cultura del pueblo era una necesidad. Un requerimiento si querían ser capaces de adaptarse a los tiempos cambiantes.
A pesar de que se trataba de dinastías hereditarias, no todas ellas fueron construidas o sustentadas sobre la fuerza de sus tropas. En su seno también se encontraron quienes buscaron convertir a Shatter no sólo en una única nación, sino también el labrarse un lugar dentro de las esferas de poder del continente. Un propósito para cuya consecución dieron un papel especial a las estrategias centradas en los terrenos de lo económico y lo social.

El Sishin Midou no deja de ser un aspecto del triunfo de algunas de esas ideas. Un grupo de gente que se limitó a usar este hecho en contra de quienes le habían dado luz. A demostrar ante el pueblo que, gracias al sistema, la figura de la monarquía era algo redundante y poco práctico. Individuos que ocultaron su ambición bajo una capa de razón que convirtieron en su estandarte. Una bandera que no atiende a criterios morales sino pragmáticos. Una fachada que, a pesar de haber puesto fin a la que históricamente ha sido las más expansiva de cuantas culturas ha conocido Shatter, no ha hecho que su ambición sea menor.

Su relación tanto con los clanes nirgedu como con las naciones que la rodean están basadas en la proyección de una clara sensación de superioridad intelectual y social. Algo que sus acciones no han logrado demostrar como cierto. Es muy probable que el nivel de alfabetización de sus gentes sea levemente superior al de la media de las naciones de la isla, pero esto es algo que tiene menos que ver con su llegada que con el legado de quienes les precedieron.

A pesar de que el Sishin Midou ha tratado de hacer todo esto de forma sistemática, la cantidad de factores que se han escapado a su control ha sido demasiado elevada. Silvarta se ha convertido en una nación que se mueve a distintas velocidades. Una que se ha visto sometida de una forma demasiado brusca a estos cambios.

Las culturas de Tálaspor y quienes componen esa abstracción conocida como Sinráesh, si bien algo más consolidadas que la de la moderna Silvarta, no por ello se encuentran libres de sus propias contradicciones y problemas.
Existe paz entre ellas. Un pacto tácito en el que algunos han querido ver una alianza, pero su relación se basa mucho más en la amenaza que ha supuesto en el pasado Silvarta que en la cercanía ideológica que pueda haber entre ellas. Su proximidad geográfica no les ha hecho similares, sino que ha acentuado sus diferencias. En ciertos aspectos, la cultural de Tálaspor tiene muchas más similitudes con la de Silvarta que con la de los clanes, la de Bahersi o la de Vanyashi.

La suya es una cultura que, a pesar de ser de naturaleza orgullosa, curiosamente ha tenido un carácter que ha tendido más hacia lo conciliador.
Irónicamente, este carácter ha sido el que históricamente ha resultado ser el origen de un mayor número de conflictos. La cadencia en su hablar así como su autosuficiencia han hecho que sean tomados por gente arrogante y condescendiente. Rasgos estos de los que no han sido sus únicos poseedores los miembros de la nobleza.

Los tres grandes bloques que habitan Shatter no sólo no comparten mitos o teismos, sino que esta carencia ha provocado que en la isla no exista un organismo central que haga las veces de árbitro en las disputas éticas o teológicas. Los dictámenes en lo referente a los dogmas de fe, lo correcto o lo incorrecto han acostumbrado a ser los elementos que han mantenido vivos los conflictos entre ellos o los que en el pasado han impedido que las épocas de paz sean duraderas.

A pesar del papel que representa la iglesia de Treyel en Silvarta, este culto no ha logrado expandir su influencia más allá de las fronteras de esta nación. A su vez, también se han desarrollado otros cultos organizados de distintos tamaños en Shatter. Organizaciones que en ocasiones sólo han servido para enrarecer o para que los locales se uniesen contra ellas. Credos como los que se rinden en las iglesias de Kanapna Yapur o Jasarta que, partiendo de una poderosa influencia proveniente tanto del Cisma Sailani de la Iglesia Tayshari el primero, como del culto a Devas Knode de Harst el segundo, han evolucionado hasta convertirse en algo muy diferente. Ambos se encuentran implantados de distinta manera en cada una de las culturas de la isla, siendo, a su vez, el origen de multitud de conflictos y aspirantes a entrar a formar parte de las estructuras del poder.

A pesar que “el continente errante” apenas rozó Shatter, tanto las noticias que llegaban acerca del mismo como las consecuencias que le siguieron sí que impactaron en su interior. El surgimiento de agitadores no tardó en producirse. De individuos que afirmaban ser portadores del “Mensaje de los cielos”; la señal que indicaría la llegada de la lucha final.

El hecho de que aquel momento no llegase a producirse no hizo que estos individuos moderasen su mensaje, sino que estos se volvieron aún más audaces. Retaron a los teólogos treyelianos, a los del Yannkhor Nusung Ileth y los del Talath Shantyl Natoge a rebatir sus argumentos. Pusieron a prueba a estos credos allí donde tenían una mayor presencia y les forzaron a responder. A convertirles en una fuerza lo suficientemente relevante como para ser atendida.

Quizás no fuese de manera directa, pero el regreso de Nargión ha sido el causante de grandes cambios dentro de los preceptos que guiaban a varios pueblos. Preceptos que jamás se habían llegado a poner a prueba y que, una vez testados, se han mostrado tan débiles como los de los recién llegados.

No importa que desde los gobiernos se haya negado de manera sistemática las palabras de los agitadores y falsos profetas, ya que esta negativa ha sido interpretada en ciertas provincias como un acto de cobardía. Una interpretación en gran medida basada en los intereses de quienes las instigaron para minar la imagen de sus soberanos.

arcanus