Los primeros dioses

Los primeros dioses

Los padres de los hombres aparecerían como una nueva fuerza primaria. Ellos eran distintos del resto de las especies, pues en ellos se hallaban facetas de todos los poderes. Eran la suma de todo lo que les había precedido y serían la semilla de lo que estaba por llegar. Ellos eran los descubridores de conceptos, los arquitectos del futuro, los dadores de nombres.
Cada uno de ellos nacería solo y aislado. Aparecerían esparcidos por todos los rincones de Ytahc pero, a pesar de saberse únicos, supieron que había más como ellos y no tardarían en comenzar su búsqueda.
Cada uno tenía su propia visión de como debería ser el mundo y, desde el primer momento, recorrieron el mundo buscando respuestas para las preguntas y retos que les deparaba todo lo que veían. Deseando encontrar a aquellos que compartían sus sueños para juntos convertir en realidad aquellas visiones.
A su paso todo lo que les rodeaba se doblegaba ante su voluntad, pero sus acciones no estaban alentadas por el capricho. Al contrario que sus hermanos, el instinto no era su única guía pues, a diferencia de estos, disponían del intelecto para atemperarlo.

Aquel era un universo joven y nada se sabía aún de leyes o límites, de barreras o axiomas, y serían ellos con sus manos y su imaginación quienes las estableciesen.
Contemplaron los ríos y construyeron diques, islas y puentes. Contemplaron las montañas y extrajeron lo que necesitaban de su interior para crear ciudades, pero estas no tendrían murallas, pues aún no sabían del enemigo. Arrasaron bosques para crear naves que les llevasen más allá del horizonte. Volvieron su vista a las alturas y contemplaron el cielo y las criaturas que lo poblaban. Buscaron más allá y las estrellas ocuparon todo cuanto abarcaba su mirada.

Desde sus emplazamientos, los guardianes contemplaron a aquellas extrañas criaturas. Antes habían sido reflejo de todas las creaciones de su padre, ya fuesen seres vivos u objetos inmóviles, pero aquellos seres eran distintos. Caminaban con altivez, pero carecían de la elegancia de los grandes depredadores. Sus cuerpos parecían frágiles, pero eran capaces de horadar las montañas. Sus voces eran dulces, pero se imponían con autoridad ante el rugido de las bestias. Aquel cúmulo de contradicciones despertaba en ellos algo que no eran capaces de entender. Durante mucho tiempo les siguieron, contemplándolos desde la distancia. Tratando de ser su reflejo, de convertirse en ellos para poder entenderlos, pero aquella tarea les resultaba imposible.

Finalmente la estirpe de Luara y Laconish llegaría hasta la ladera del primer pico, y serían ellos quienes le pusieran nombre y construyesen en su base la ciudad de Imshul. Hasta allí, atraído por la cercanía de de aquellas criaturas, bajaría el primero de los guardianes.
Primero sería recibido con recelo y extrañeza, pues su aspecto cambiaba constantemente, resultando una amalgama de todos los que le rodeaban, pero que en nada parecía humano. No sería hasta que ante él se alzase Vandara “La de mente aguda”. Comprendió cual era el fin último de su misión. En aquel momento se sintió maravillado e insignificante pues, mientras él era destrucción creada para luchar contra la destrucción, ella era capaz de crear vida. En aquel momento, realizando su primer acto consciente, asumió su forma definitiva. Ya no era un reflejo de lo que le rodeaba, sino un ser nuevo y distinto, humano en su esencia, guardián en su poder y su misión. Para completar aquel cambio, Vandara le daría un nombre, bautizándolo como Dae'on.

Él advertiría a los hombres del enemigo y la guerra que asolaría su mundo y ellos se prepararían para el conflicto construyendo armas y creando en lo alto del pico la fortaleza de Imshul. Desde allí vigilarían Dae'on y Vandara y allí criarían a sus dos hijos: Dayon y Daegon.

Aún desde la lejanía, sus hermanos sintieron el cambio en Dae'on y el resto de los guardianes que permanecían vigilantes se verían afectados por la comprensión que este había alcanzado. Nunca se habían hecho preguntas, cuestionado o dudado de su misión. Nunca habían tenido necesidades o impulsos más allá de la espera. Pero, dentro de sus limitaciones, cada uno de ellos también era una criatura única, un hijo del cambio, y cada uno de ellos respondería de una manera distinta ante aquella revelación.

Su percepción del mundo cambió. Habían visto y experimentado a su padre con los sentidos de todas las criaturas que lo habitaban, pero en aquel momento pasaron a tener sentidos propios para percibirlo por ellos mismos.
El despertar de su consciencia traería consigo a la curiosidad. Movidos por aquella nueva sensación, los primogénitos de cada uno de los restantes picos viajarían hasta los lugares donde se encontraban aquellas pequeñas criaturas que lo habían cambiado todo.

Aquel a quien los hombres llamarían Narg'eon, señor del monte Kibani se uniría a la estirpe de Ware y Lahaya que bajo su pico crearían la ciudad de Tayatán.

Shat'red, señor de Matnatur, haría emerger parte de su pico cerca de las costas de Kanyai, el hogar de Nalsai y Daela; los del rostro inquisitivo. Mientras tanto, bajo el mar, Karag´tamur que aprendería de los hombres las artes de la construcción, fortificaría Matnatur, a la que se estos llamarían Rielt Kamage; la ultima esperanza.

Zulera y Gérdelain; los de la piel de bronce, contemplarían la llegada desde las estrellas de Yur'kahn, señor de Lianu y Sem'bar primer nacido de Olen'Dogar sería recibido en Wúnderath por la estirpe de Scándar y Sígrid; los de la sonora carcajada y lealtad inquebrantable. Mientras tanto, desde su hogar en Lutnatar, Huatûr; El contemplador. Aquel cuya mirada todo lo ve, asumiría su propia forma, y se bautizaría a sí mismo, siendo su nombre la primera palabra que pronunciasen sus labios.

Los hijos de Sholoj, Mash'Kar, señor de Nalot y Noroth'grael, primogénito de Lubdatar recorrerían juntos el largo camino que les separaba de Ytahc, y juntos llegarían a Undal Kíderath, los dominios de Yalan y Gáreald; los de curiosidad infinita.

Pronto todos los pueblos de los hombres supieron de la batalla que se avecinaba, y se prepararon para enfrentarse al enemigo. Guiando sus pasos y cuidando de ellos se encontrarían los siete reyes primogénitos; Los siete reyes dragón.

arcanus